En la Evangelii Gaudium puede verse todo un impulso de una nueva evangelización que hay que hacer con el espíritu de los primeros cristianos, es decir, de auténticos cristianos. No debemos ser cristianos mundanizados, sino auténticos, que viven testimoniando con la propia vida la fe que dicen tener. No debemos ser cristianos de escaparate, de boquilla, que dicen pero luego no viven. Esto supondría una forma de transformismo farisaico que al Señor no le gustaba nada: se sabe todo, pero se vive poco.
El Papa suele repetir que Dios es Padre y como Padre, no se cansa de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. La historia magnífica de la Misericordia de Dios corresponde a la historia magnífica de los hijos pródigos. El hijo pródigo siente el pecado que ha cometido, el mal que ha hecho, tiene una conciencia clara en la que se distingue entre el bien y mal, la luz y la tiniebla; y va a buscar la luz que él había dejado extinguir yendo por las tinieblas del pecado que lo habían ahogado. Es un año para redescubrir el sentido del pecado. El mundano trata de cambiar las palabras porque resulta más cómodo decir: “Me he equivocado, pero bueno, la próxima vez no me equivoco”. No, porque tú has ofendido a Dios y tienes que pedir perdón. Fíjate si se equivocó David, pero es un hombre extraordinario porque supo tener una gran capacidad de pedir perdón. “Pequé, Señor, contra el cielo y contra ti”. Esto no es solo que lo recuerde el Papa habitualmente, hay toda una Reconciliatio Paenitentia, una instrucción que hizo San Juan Pablo II, y ahí está todo el sentido de la pérdida del sentido del pecado en la sociedad contemporánea. El hombre se siente muy orgulloso de sí mismo y quiere vivir como si Dios no existiese y, por lo tanto, no admitiendo que haya una regla de juego por encima de su cabeza. Ese nunca pedirá perdón, nunca admitirá que ha hecho mal y tiene necesidad de ser perdonado por alguien que le puede llenar el alma de auténtica paz, sino que se engaña a sí mismo con paces que no son paces.
Yo creo que lo fundamental de los cristianos es el ser cristiano, por lo tanto, el vivir auténticamente la propia fe. ¿Y en qué consiste eso? El Papa cuando habla de que hay que llevar a Cristo a las periferias dice que hay tres cosas fundamentales que son las que ayudan que el mundo se abra a Cristo: llevar el Evangelio, enseñar la Cruz y dar un testimonio de la propia conducta de cristiano con los hechos.
Una sociedad que cree que la felicidad consiste únicamente en adorar el vientre, la carne, el dinero, la droga... es una sociedad condenada a la autodestrucción. Tenemos que ser nosotros, los cristianos, los grandes paladines de la alegría, del gozo, de la belleza, de la vida, del amor, de todo lo positivo que hay en el mundo. Nosotros no concebimos un cristianismo sin cruz. Esa tristeza, desesperanza, depresión, dolor físico o moral, esa cruz con la que todo hombre y toda mujer se encuentra siempre; todo eso incorporado a Cristo en la cruz tiene un sentido eterno de llamada a la felicidad. Todo eso es pasar por una Pasión, para llegar a una Resurrección. La vida del hombre tiene un horizonte de vida eterna y, por tanto, la muerte no nos da ningún miedo, porque es pasar de la vida a la Vida, y pasar de un amor que puede ser muy noble, muy grande, como puede ser en el seno de la familia, al Amor, de un Dios Padre, Madre, Esposo, Esposa... porque en el Amor de Dios están todos los amores humanos puestos juntos y elevados al infinito que nos está esperando.
Una actitud más cristiana, no de lengua solo. Nos conmovemos con algún sentimiento y damos un euro cuando pasan la cesta en Misa... no. Hay que saber hacer como los primeros cristianos, poner también los bienes personales a disposición de los que sufren, de los que están abandonados. ¿Yo que hago con lo que pasa en el mundo aparte de leerlo en el periódico? Comunión de los santos también quiere decir comunión de los euros, comunión del pan; quiere decir comunión de dolores y de sinsabores y de compartir con lo que más cuesta con la ayuda que la Iglesia está intentando dar.
Nunca ha habido tantos mártires como ahora, pero hay que reaccionar haciéndolo notar en la opinión pública diciendo que es una vergüenza que haya gente capaz de discriminar a unas personas por el hecho de ser cristianas y dejar que sean perseguidas sin tener una reacción a nivel mundial contra esas barbaridades que se están haciendo. `Hechos son amores y no buenas razones ́ es una cosa que escuchó una vez un sacerdote santo cuando estaba distribuyendo la comunión. Jesucristo empezó a hacer y a decir. Los cristianos somos muchas veces de boquilla, pero no de hechos. El Papa está ahora recordado una cosa que tampoco los anteriores olvidaron: las obras de misericordia, delante de los mandamientos de la ley de Dios, que han sido perfeccionados por las Bienaventuranzas de Jesucristo, se concretan en las catorce obras de Misericordia que se aprenden en el catecismo, pero que se llevan también en el corazón. Así es como hay que hacer la nueva Evangelización. `En esto os conocerán: en que os queráis los unos alos otros ́. Cuando queremos de verdad, nos privamos de la mitad del pan o la mitad de lujos, para mandárselo a los hermanos nuestros que están sufriendo.
Yo diría que debemos aprender el ser auténticos, el hacer antes que el decir. Predicar a Cristo, pero empezando con que se vea que nos queremos. Los cristianos viven como todos los demás, como los paganos (comparten idioma y modo de vida), pero caminan con la mirada en el cielo; los pies en la tierra, pero la mirada en una esperanza eterna.
Ser cristiano es una cosa difícil, por eso el que no esté dispuesto no debería hacerse llamar así. Lo que queremos es gente que vive auténticamente el cristianismo: alegres, sanos, fuertes, llenos de amor a la vida, de sentido del verdadero Amor y una apertura ala vida eterna que hace que la esperanza vaya más allá. Por tanto, una capacidad, también humana, de resistir a los dolores con fortaleza de mujer y hombre. El cristiano es el que está bien preparado para afrontar la vida con decisión, y esperanzado.
Jaime Cervera, Alejandro Gutiérrez, Alberto Addum