Pero, hace 2000 años, las primeras comunidades cristianas no tenían nada de eso, e incluso, “según los historiadores, la Navidad no se celebró hasta varios siglos después. Fue la Pascua la gran fiesta original del cristianismo”.
Fue dentro de estas primeras comunidades cristianas donde se empezó a transmitir oralmente relatos de la infancia de Jesús, recogidos solamente en dos secciones del Nuevo Testamento, en Mateo y Lucas y sin mucho detalle. Se cree que la comunidad de Lucas estaba localizada en lo que hoy es Siria, y se escribió a finales del primer siglo, en los años 80.
Las comunidades que produjeron estos Evangelios estaban interesadas en el significado de lo que Dios ha hecho por la humanidad a través de Jesús. “Es impresionante porque su contenido habla de lo que ha transformado tanto el mundo: Jesús hoy es la persona de más influencia de la historia”, y actualmente hay 2.500 millones de cristianos, y casi 2.000 millones de musulmanes que lo consideran como profeta; casi la mitad de la humanidad tiene alguna conexión con Jesús.
Los relatos sobre la infancia de Jesús que se narran en Lucas y Mateo nos hacen sentir cierta nostalgia y buenos sentimientos, pero las primeras comunidades no las oyeron de esa manera. “Estas eran comunidades que eran minorías mayormente desconocidas y que siempre estaban amenazadas y el mundo entero asumía la existencia de varios dioses. Era otra manera de interpretar la realidad”.
Si prestamos atención, Lucas y Mateo presentan el nacimiento de Jesús con unas conexiones socioculturales y hasta políticas muy impresionantes. La razón principal de estos relatos es teológica, pero ambos quieren aportar y expresar lo que los cristianos habrían experimentado: la gracia de Dios en Jesucristo, que Dios había hecho algo totalmente único y singular en Jesús.
Que en Jesús, Dios venía a nuestro mundo en solidaridad con el ser humano y el humilde nacimiento de Jesús es una gran expresión de ello. Jesús es más que un profeta, más que un gran maestro de ética, de moral, es la faz de Dios entre nosotros.
Sabemos que Jesús es ejecutado por ser considerado una amenaza política. Le ponen el título de Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos, lo coronan con una corona de espinas como burla hacia Él, y hacia el pueblo judío. El gobernador romano, Poncio Pilato, básicamente le dice al pueblo judío que este tipo de rey es el único que ellos van a lograr en su historia y, al mismo tiempo, esta opresión del imperio queda expuesta por su crueldad.
Los estudiosos han notado que Lucas tiende a contraponer a dos figuras. A Jesús y a Augusto César, el emperador romano que emite un edicto para que se hiciera un censo “de todo el mundo habitado”. Como consecuencia de este decreto, José debe volver a Belén y se lleva a María, quien ya esperaba al niño Jesús.
Por un lado, se conocen los grandes triunfos y logros de Augusto Cesar, cuyo nombre original era Octavio: logró unificar los pueblos alrededor del mar mediterráneo bajo el imperio romano, evidenció una época de gran prosperidad económica como el mundo no había conocido, modernizó el mundo y también trajo paz.
Por otro lado, esta Jesús. Lucas narra que en esa época el ángel del Señor se les apareció a unos pastores con un mensaje:
“No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” y en ese momento una multitud de ángeles glorificaron a Dios diciendo: “¡Gloria a Dios en el Cielo y paz en la tierra para todos los que Dios ama!”.
Vemos aquí no solamente los títulos que se le habían dado a Augusto: Señor, Salvador, Emperador, Mesías. Su mismo nombre, Augusto, que significa venerable e hijo del divino por ser sucesor de Julio Cesar, que era considerado divino. Pero también se le otorga el gran logro del Imperio Romano que es la Pax Romana. Con Jesús se habla de otra paz, una paz que viene del más allá, que viene de Dios.
La comunidad que escribió esto era una comunidad que tenía mucho coraje en proclamar que el que iba a tener más influencia en el mundo no iba a ser el que todos en ese tiempo hubieran asumido; grandes emperadores, monarcas, filósofos, si no, el que menos se esperaba, un judío crucificado en Palestina.
Y ellos hacen esta proclamación en este Evangelio, no cuando eran comunidades impresionantes. Ellos hicieron esta proclamación de esta fe cuando eran comunidades siempre al margen de la sociedad.
En los evangelios encontramos a Dios que viene al mundo en la vulnerabilidad de un niño, en la vulnerabilidad de la humanidad.
La divinidad nos toca y viene a nuestro encuentro en una forma completamente única y que nos transformará y transformará el mundo con el amor, que es el único poder, y es el único que cura, que brinda esperanza, que trae luz, que es imaginativo, que es creativo, que abre un camino cuando no hay camino y este es el Dios que se revela aquí.
Es una verdadera revolución cuando Jesús, en el Evangelio de Lucas, va a la sinagoga, en el día de descanso como era costumbre, y lee lo que sería su discurso inaugural: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos”.
Son palabras muy poderosas. Esa es su agenda y los cristianos que siguen a Jesús tienen que hacer algo como esto también. Para los cristianos leer estos relatos de los Evangelios nos confirma nuestra fe, la fortalece y también nos enseña como seguir a Jesucristo.
En la Navidad no solo se celebra un relato del nacimiento de Jesús, sino el significado de quien es Jesús. La Navidad es una oportunidad para conectar con los textos bíblicos, a lo mejor leer los Evangelios de principio a fin.
George Rodríguez, y profesor adjunto de la Universidad St. Thomas.