LA NAVIDAD EN EL CINE
Las mejores secuencias para 14 episodios del Nacimiento
Se acerca la Navidad, tal vez el momento de la vida de Jesús más celebrado en todas las culturas; y, sin embargo, es un pasaje muy breve de los Evangelios: apenas sale en unos 20 versículos de S. Lucas y otros tantos de S. Mateo. En comparación con el total de los 4 Evangelios (cerca de 4.000 versículos: entre los 678 de S. Marcos y los 1.151 de S. Lucas), es verdaderamente muy poco.
Parece claro que los evangelistas quisieron centrar la redacción de sus libros en la vida pública del Señor: sus discursos y enseñanzas, su atención a los enfermos, sus milagros y prodigios, y –más extensamente- su pasión, muerte y resurrección.
Ciertamente, esa parte es la más importante, pues expone la doctrina cristiana y habla de un Dios Redentor, que nos da ejemplo de conducta y nos ama hasta dar la vida en el mayor de los suplicios. Pero esa imagen todopoderosa, divina y trascendente de Jesús se completa maravillosamente con la imagen de un Dios Niño, que se humilla por amor nuestro y se hace hombre para darnos ejemplo de vida. No se puede decir cuál de las dos imágenes nos conmueve más, ni cuál muestra mayor afecto a la humanidad.
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Lo cierto es que ese Dios inerme e indefenso, que es concebido –milagrosamente– en las entrañas de una virgen, que pasa nueve mese en el seno de su Madre, y que nace en la más absoluta pobreza, es el más vivo ejemplo de Amor y de Humildad.
Y no sólo eso: también es la muestra más clara de que Jesús es hombre como nosotros, en todo igual a nosotros (concepción, gestación, nacimiento) y, por tanto, verdaderamente un Dios hecho hombre: el auténtcio Mediador entre nosotros y Dios. Por eso hacía falta que los Evangelios recogieran también esa parte. Y por eso los hombres contamos los días desde su nacimiento: paradójicamente, desde aquel en que no le dimos cobijo en nuestra posada.
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SIGNIFICADO SIMBÓLICO DE LA NAVIDAD
El cine ha reflejado extensamente esas escenas del
Nacimiento de Jesús. Cada película ha puesto el acento en una u otra secuencia, y en uno u otro aspecto: la actitud contemplativa de María, el papel decisivo de José, la audacia y generosidad de los Magos, la crueldad y arrogancia de Herodes.
Casi todas las películas sobre Jesús han contado la escena de su Nacimiento. Pero hay una que nos ha dejado una clara interpretación simbólica de este hecho.
La historia más grande jamás contada (G. Stevens, 1965), comienza con la imagen de un fresco en una iglesia cualquiera:
Jesús, con los brazos abiertos en señal de acogida (y también como Maestro en actitud de enseñar), abre el filme de modo simbólico.
Pero más aún que esta imagen, lo que adelanta el carácter simbólico de este arranque cinematográfico es el texto que oímos en off: los primeros versículos del Evangelio de S. Juan. “En Él estaba la Vida, y la Vida era la Luz de los hombres”. Ese símbolo –la luz– llena de significado todas las imágenes que siguen. Primero vemos una Estrella (la luz que guía hacia Belén). Después, la estrella se convierte en una vela que ilumina una gruta a oscuras. Entonces oímos las siguientes palabras de S. Juan: “Y la Luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron”.
Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que esa tenue luz (como es tenue la vida de un recién nacido) está en la mano de José y está iluminando un mundo a oscuras: el interior de la cueva de Belén. Finalmente, la luz ilumina la mano de un Niño –intuimos que es la de Jesús– que tiene ya el gesto de enseñar. Esa mano se convirete en una esfera luminosa (¿el Sol? ¿la Sagrada Forma?) hasta que unas fanfarrias anuncian no se sabe si la llegada del Mesías o la arrogancia del Rey Herodes, al que inmediatamente vamos a ver.
Una preciosa representación simbólica de todo el pasaje de la Navidad, que da pie a una interesante reflexión teológica.
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Los capítulos que vamos a poder ver son los siguientes:
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