Estamos en la iglesia de Santa Tecla, en Beirut, Líbano. Hoy no es un día de precepto, pero aun así la Iglesia está llena, en gran parte de refugiados de Irak. Personas que lo han perdido todo, menos la fe.
Son familias como la de Milad, que sufre la escasez de comida para sus tres hijos, pese al respaldo de la comunidad cristiana.
"Lo que recibe la Iglesia lo reparte entre las familias. Pero si la Iglesia no recibe estas donaciones o ayudas, tampoco puede ayudar”.
En su atención juegan un papel fundamental personas como Louis o Hazib. Viven en el Líbano tras haber sido perseguidos en Irak.
"Escapamos, como sabe, del peligro del ISIS. Ellos vinieron a nuestro país y ocuparon todo. Se quedaron con nuestras casas, nuestras tierras e incluso mi farmacia... Teníamos miedo de que nos mataran”.
Lo perdieron todo. Pero ahora, en vez de lamentarse, ayudan a los demás refugiados como voluntarios en varias parroquias de Beirut. Tienen registradas a más de 2.000 familias iraquíes en la ciudad y aseguran que la persecución les ha hecho más fuertes.
"Podemos decir que la fe, tras haber llegado como refugiados, se ha hecho más fuerte. Viene más gente a la Iglesia que antes”.
Hazib y Louis se ocupan de ayudar en trámites burocráticos, repartir comida o algo de dinero y poder mantener una comunidad que sufre en tierra extranjera.
"Hay algo de discriminación porque los libaneses se consideran más educados que nosotros, los iraquíes”.
Por desgracia, la mayoría de los iraquíes refugiados en Líbano no se plantean retornar a su país.
"Nuestra esperanza como refugiados iraquíes está en poder irnos a países como América, Canadá o Australia y permanecer allí”.
De momento, tendrán que esperar. El Líbano es el país con el nivel de refugiados más alto del mundo, según ACNUR. Casi dos de cada diez habitantes del país están en situación provisional.