El P. Damas Mfoi es un sacerdote católico que trabaja en el archipiélago semiautónomo de Zanzíbar, en la costa de Tanzania, concretamente en la isla principal de Unguja, desde el año 2010. Zanzíbar cuenta con una pequeña población cristiana a pesar de ser predominantemente musulmán. El sacerdote recuerda la época de terror que se vivió en el país, en una entrevista con la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada.
En 2012 esta comunidad isleña, donde normalmente se vive en paz y armonía, fue testigo de una serie de atentados violentos contra líderes religiosos. Un clérigo musulmán fue atacado con ácido, un sacerdote católico sufrió heridas de bala el día de Navidad de 2012, y otro fue asesinado a tiros en febrero de 2013. En aquellos momentos se estuvieron distribuyendo panfletos que incitaban a la violencia, y algunos de ellos llevaban el sello del grupo islamista radical Uamsho. Sin embargo, todavía no se ha reivindicado la autoría de aquellos ataques.
“Eran la Navidad de 2012 -detalla Mfoi- y teníamos pensado ir a cenar cuando nos enteramos de que habían disparado al P. Ambrose. Los líderes religiosos estaban en estado de shock y nosotros muy asustados. Nos apresuramos en ir al hospital, pero fuimos con precaución ya que en los panfletos se había anunciado el asesinato de los líderes de la Iglesia y la destrucción de templos”.
“Cuando llegamos, el P. Ambrose todavía sangraba y no podía hablar. Al día siguiente fue trasladado en avión a Dar es Salaam para un tratamiento posterior. Después de este capítulo, fue nuestra fe la que nos mantuvo aquí. Hubo gente de fuera del archipiélago que nos animaba a irnos, pero, como cristianos comprometidos con el Evangelio, desde el principio sabíamos que nuestra misión es sufrir y que nuestras vidas pueden verse amenazadas. Por tanto, la posibilidad de salir corriendo quedaba descartada”.
“Se distribuyeron más panfletos en los que se intimidaba a los musulmanes para no permitir la venta de alcohol o la presencia de iglesias. Estos folletos eran anónimos, y aunque hoy sabemos quiénes estaban detrás de ellos, entonces no sabíamos lo que iba a pasar, y algunos opinaban que sólo eran amenazas vacías. Sin embargo, tres meses más tarde, volvió a ocurrir una tragedia cuya víctima fue el P. Evaristus Mushi”.
“Ocurrió un domingo a las siete y cuarto de la mañana: yo estaba celebrando la misa en una pequeña iglesia, cuando un vecino no católico entró corriendo y gritando: ‘¡Padre Damas, tengo algo que decirle!’, me dijo que el padre Mushi estaba muerto. Un hombre le disparó esa mañana cuando aparcaba frente a su iglesia. Después de su muerte yo me dediqué a dar la misa en las parroquias que le correspondían, ya que se tenía que seguir llevando a cabo la misión de Cristo.
Tras enterrarlo y darle nuestro último adiós, un grupo de mujeres se acercó a nuestra puerta llorando, yo les dije: ‘No lloréis, el P. Mushi está ahora en el cielo’. Entonces, una de ellas contestó: ‘Padre, no lloramos por el padre Mushi, sino por usted’, sabían que los agresores iban a seguirme por haber construido muchas iglesias.
“A la mañana siguiente me fui de las islas para regresar un mes después. Pensé para mis adentros: ‘De ninguna manera voy a abandonar nuestra misión. A Jesús no le gustaría vernos fracasar. Aquí todavía hay cristianos, ¿por qué iban a salir corriendo sus líderes?”
“A mi regreso me encontré con que la policía había establecido un puesto de mando dentro de mi recinto y durante los dos años siguientes, los agentes patrullaron la zona por la tensión que persistía. El Gobierno supo hacerse cargo de nosotros, pero ante todo sabíamos que Dios nos protegía. Cuando me ofrecieron un guardaespaldas, lo rechacé porque creo que la obra de Jesús no requiere una ametralladora, y porque Jesús prometió a su pueblo que estaría con nosotros hasta el fin del mundo”.
“Pasaron seis o siete meses y por un momento pensamos que lo peor ya había pasado, aunque la vigilancia seguía siendo estricta. Sin embargo, en septiembre a un sacerdote le echaron ácido cuando salía de beber su café habitual. Sobrevivió al ataque, pero sufrió heridas graves”.
“No podemos hacer como si no hubiera pasado nada de lo ocurrido, además que los atacantes podrían estar todavía activos y eso significa no estar completamente a salvo. Pero, a pesar de todos estos problemas, continuamos con nuestra labor interreligiosa. Hablamos con la gente de la comunidad y les decimos que Dios nos creó a todos y que nos dio la libertad de creer según nos enseñaron: a los musulmanes se les enseña sobre Mahoma, y a los cristianos se les enseña sobre Jesucristo. Todos deberíamos hacer todo lo posible por respetarnos y evitar mezclar la política con la religión”.