Solo se interrumpen esas Misas para dar lugar a las incensaciones por los ritos que tienen este derecho. En el Pesebre se puede contemplar, ya después de la última procesión del día, al Niño Jesús en trono bendiciendo con la mano derecha y sosteniendo el mundo con la izquierda. Los sacristanes y estudiantes franciscanos de Jerusalén vigilan la Gruta y ayudan en el servicio de las distintas Misas que se celebran.
A las 10 de la mañana el Padre Custodio preside la Misa solemne en la iglesia de Santa Catalina. Es una Misa muy popular. Más que la del día de Nochebuena, en la que hay muchos extranjeros. En este día llenan la iglesia los habitantes de Belén, religiosos y también algunos grupos de peregrinos. La Misa se suele celebrar en árabe y latín.
Animan el canto litúrgico la coral de Tierra Santa y los franciscanos del Estudio de Jerusalén. En la Misa participan también los Cónsules acreditados y las autoridades locales. Después, como de costumbre en este día, son invitados de honor a la hora de comer.
Terminada la celebración las comunidades ortodoxas esperan en la plaza la entrada de sus respectivas autoridades. La más señalada es la del Patriarca Griego Ireneos I, que suele llegar sobre las 11.30. En la basílica ofician griegos, sirios, coptos y armenios. Todos siguen los programas establecidos. Los abisinios salen de su pequeña capilla, cerca de la Gruta de la Leche, y se dirigen con cantos y ritmos africanos acompañados de tambores a la plaza de la Natividad .
A las cuatro de la tarde el Padre Justo, Guardián de la comunidad local, preside las Vísperas solemnes, y seguidamente el padre Custodio la Procesión solemne. La iglesia se llena también llena en esta ocasión. En verdad es un momento esperado y popular por los cantos, colores, movimientos y símbolos.
El padre Custodio lleva en la mano la rosa de oro que S.S. Pablo VI ofreció al Niño Jesús el 6 de enero, día de Epifanía, del 1964 con ocasión de su peregrinación a este santo lugar de Belén. Otro de los símbolos que se lleva en la procesión es un ramo de olivo de oro, que el mismo Pablo VI había depositado en la Tumba del Señor.
Se lo habían regalado los enfermos de Roma con este fin. Llevado en esta ocasión quiere significar el anhelo de Paz para Tierra Santa y el mundo entero. Así pues, la procesión se ordenó hacia la Gruta de la Natividad. Allí el diácono coloca sobre la Estrella la Rosa y el Ramo de olivo. El Custodio inciensa a la vez la Estrella, la rosa y ramo.
Después de la incensación el Custodio entrega la rosa al padre Guardián y el Secretario retoma el ramo. De este modo el Custodio ya puede incensar el Niño en el Pesebre y el altar de los Reyes Magos. Entonces el diácono canta el Evangelio de los Magos según San Mateo (2, 1-12. Después el Custodio desciende al lugar del Pesebre, incensa al Niño de
Epifanía, lo toma en sus manos y cantando el Te Deum lo lleva procesionalmente a la iglesia de santa Catalina dando antes tres vueltas al Claustro de san Jerónimo. Esta procesión con el Niño es de las más emotivas, populares y alegres. Gozan tanto los jóvenes, ancianos como los niños.
El canto que más resuena en esta circunstancia es el “Gloria in excelsis Deo” que se repite sin cesar. Ya entrados de nuevo en la Iglesia de Santa Catalina se termina con las preces rituales y la bendición con el Niño que finalmente se da a besar a los frailes y a todos los fieles. Así se concluye la fiesta de Epifanía católica y se inicia la Navidad de los ortodoxos.