La búsqueda de la santidad en el cristianismo primitivo

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LA BUSQUEDA DE LA SANTIDAD EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Estar bautizado suponía, para los primeros cristianos,  buscar decididamente la santidad. No cabía el cristiano tibio. Se vivía la vocación cristiana con radicalidad. Todos,  -hombres  y mujeres,  niños y ancianos, sanos y enfermos, ricos y pobres…-   se esforzaban a diario por imitar la vida de Cristo en su vida ordinaria. Gastándose en el anonimato de su trabajo y ofreciendo  el sacrificio de su vida en las dificultades cotidianas, o a través de la enfermedad, etc. , vivían hasta el final su compromiso cristiano.

Tenían muy claro que ser santos consiste en cumplir la misión divina recibida por cada uno; que todos estamos llamados a la santidad.  Por eso procuraban dar a conocer a sus familiares y amigos ese descubrimiento que llenaba de sentido su vida,  contagiando  su felicidad a los demás,  haciendo eco  de la llamada que habían recibido.

“Por cierto, esta gente ha encontrado la verdad
(ARÍSTIDES DE ATENAS, Siglo II)

 

Presentamos 20 textos de distintos autores sobre la busqueda de la santidad en los primeros cristianos

 

(Desde los principios del cristianismo está muy clara la llamada y elección divina para que seamos santos. En los años 90 del siglo I nos dice San Clemente de Roma…)

Acerquémonos al Señor en santidad de alma, con las manos puras y limpias levantadas hacia Él, amando al que es nuestro Padre clemente y misericordioso, que nos escogió como porción de su heredad.  (SAN CLEMENTE ROMANO, Epístola a los Corintios, 30-34)  

 

Procuremos hacernos dignos de la bendición divina y veamos cuales son los caminos que nos conducen a ella. (SAN CLEMENTE ROMANO, Epístola a los Corintios, 31-33)

 

(Estos dos textos de San Ignacio, camino de su martirio, nos hacen ver la disposición radical de entregar la propia vida que debe tener todo cristiano…)
Si no estamos dispuestos para correr, con la ayuda de Jesucristo, hasta a la misma muerte para imitar su pasión, tampoco su vida está en nosotros. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Epístola a los Magnesios, 2)

 

Un cristiano no es dueño de si mismo, sino que esta entregado al servicio de Dios. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, Epístola a San Policarpo, 1-6)

 

(El cristiano sigue el camino de su Maestro: amar la cruz y el sacrificio, donde se encuentra la verdadera felicidad.  Sabe devolver siempre bien por mal…)
Aman a todos y son perseguidos por todos. No son conocidos, pero todos los condenan. Son matados, pero siguen viviendo. Son pobres, pero hacen ricos a muchos. No tienen nada, pero abundan en todo. Son despreciados, peroen el desprecio encuentran gloria ante Dios. Se ultraja su honor, pero se da testimonio de su justicia. Están cubiertos de injurias y ellos bendicen. Son maltratados y ellos tratan a todos con amor. Hacen el bien y son castigados como malhechores. Aunque se les castigue, están serenos, como si, en vez de la muerte, recibieran la vida. Son atacados por los judíos como una raza extranjera. Los persiguen los paganos, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. (CARTA A DIOGNETO, 5-7)

 

Observan exactamente los mandamientos de Dios, viviendo santa y justamente, así como el Señor Dios les ha mandado; le rinden gracias cada mañana y cada tarde, por cada comida o bebida y todo otro bien… (ARISTIDES DE ATENAS, La Apología, 6)

 

(Arístides de Atenas advierte el Emperador Adriano de que los cristianos han encontrado la auténtica verdad…)
Estas son, oh Emperador, sus leyes. Los bienes que deben recibir de Dios, se los piden, y así atraviesan por este mundo hasta el fin de los tiempos, puesto que Dios lo ha sujetado todo a ellos. Le están, pues, agradecidos, porque para ellos ha sido hecho el universo entero y la creación. Por cierto, esta gente ha hallado la verdad. (ARISTIDES DE ATENAS, Apología, 6)

 

(La búsqueda de la santidad requiere esfuerzo estable y continuado, y confiar en la gracia de Dios. El cristiano se crece ente las dificultades y se afianza en la virtud…)
Esta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios: estos en la adversidad se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella. (SAN CIPRIANO DE CARTAGO, Sobre la muerte, 13)

 

(La santidad está en llevar con perseverancia las dificultades de la vida…)
De la misma manera que la victoria atestigua el valor del soldado en la batalla, de la misma manera se pone de manifiesto la santidad de quien sufre los trabajosy las tentaciones con paciencia inquebrantable. (SAN CIRILO DE JERUSALEN,
Catequesis sobre los misterios, 4)

 

(La santidad no tiene límite, siempre podremos crecer en ella y acercarnos más  a Dios…)
En cuanto a la virtud hemos aprendido del Apóstol (San Pablo) que hay un solo límite de la perfección: el no tener ningún límite. Porque este hombre de mente abierta y elevada, el divino Apóstol, corriendo siempre por la virtud, nunca cesó de tender hacia adelante, ya que no consideraba seguro hacer un alto en la carrera. ¿Por qué? Porque todo bien, por su propia naturaleza, no tiene límite. (SAN GREGORIO DE NISA, Vida de Moisés, 5-6)

 

(San Agustín pone de manifiesto la importancia de las dificultades y de las tentaciones en el camino de la santidad…)

Nuestra vida en este viaje de aquí abajo no puede estar sin pruebas, nuestro progreso no se realiza más que entre pruebas y nadie se conoce a si mismo si no ha sido tentado. Sólo hay recompensa para el que ha vencido, sólo hay victoria para el que ha combatido, sólo hay combate frente al enemigo o la tentación.    (SAN AGUSTÍN, Comentario sobre el Salmo 60, 3)

 

Los mismos sufrimientos que soportamos nosotros tuvieron que soportarlos también nuestros padres; en esto no hay diferencia. Y, con todo, la gente murmura de su tiempo, como si hubieran sido mejores los tiempos de nuestros padres. Y si pudieran retornar al tiempo de sus padres, murmurarían igualmente. El tiempo pasado lo juzgamos mejor, sencillamente porque no es elnuestro. (SAN AGUSTÍN, Sermón 2, 2)

 

Prototipo: los primeros cristianos.  Hemos de ser tan santos como ellos, tan abnegados, tan desasidos, tan celosos por la gloria de Dios, tan proselitistas, tan de la Iglesia.  (SAN PEDRO POVEDA, Vivir como los primeros cristianos, Narcea, 2003, pag. 33)

 

(San Josemaría nos hace considerar el modo que tienen de llamarse entre sí los primeros cristianos: santos…)
La santidad: ¡cuántas veces pronunciamos esa palabra como si fuera un sonido vacío! Para muchos es incluso un ideal inasequible, un tópico de la ascética, pero no un fin concreto, una realidad viva. No pensaban de este modo los primeros cristianos, que usaban el nombre de santos para llamarse entre sí, con toda naturalidad y con gran frecuencia: os saludan todos los santos, salud a todo santo en Cristo Jesús. (SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Es Cristo que pasa, 96).

 

Pero no me perdáis de vista que el santo no nace: se forja en el continuo juego de la gracia divina y de la correspondencia humana. Todo lo que se desarrolla —advierte uno de los escritores cristianos de los primeros siglos, refiriéndose a la unión con Dios—, comienza por ser pequeño. Es al alimentarse gradualmente como, con constantes progresos, llega a hacerse grande. Por eso te digo que, si deseas portarte como un cristiano consecuente —sé que estás dispuesto, aunque tantas veces te cueste vencer o tirar hacia arriba con este pobre cuerpo—, has de poner un cuidado extremo en los detalles más nimios, porque la santidad que Nuestro Señor te exige se alcanza cumpliendo con amor de Dios el trabajo, las obligaciones de cada día, que casi siempre se componen de realidades menudas.(SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Amigos de Dios, 7)

 

Los primeros cristianos, provenientes tanto del pueblo judío como de la gentilidad, se diferenciaban de los paganos no sólo por su fe y su liturgia, sino también por el testimonio de su conducta moral, inspirada en la Ley nueva.   (JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, 26)

 

(En los siguientes números Benedicto XVI nos habla, con palabras de los Padres de la Iglesia, de que Dios quiere que nos asemejemos a Él, nos da su gracia y nos hace capaces de la santidad que es identificación con la vida de Cristo…)
Dado que Él os ha ordenado que, cuando oréis, llaméis a Dios Padre, os dice que os asemejéis a vuestro Padre celestial, con una vida digna de Dios, como el Señor nos ordena con más claridad en otra ocasión, cuando dice: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial(Mt 5, 48) (De oratione dominica 2: PG 44, 1145 ac).   (BENEDICTO XVI,  presenta a  San Gregorio de Nisa, 5 septiembre 2007)

 

Al hacerse hombre, Cristo nos dio la posibilidad de llegar a ser como Él. El nacianceno (San Gregorio) exhorta: «Tratemos de ser como Cristo, pues también Cristo se hizo como nosotros: ser como dioses por medio de Él, pues Él mismo se hizo hombre por nosotros. Cargó con lo peor para darnos lo mejor» («Oratio 1,5»: SC 247,78). (BENEDICTO XVI, presenta a  San Gregorio Nacianceno, 22 agosto 2007)

 

La perfección que queremos encontrar no es algo que se conquista para siempre; perfección es seguir en camino, es una continua disponibilidad para seguir adelante, pues nunca se alcanza la plena semejanza con Dios; siempre estamos en camino (Cf. «Homilía in Canticum 12»). La historia de cada alma es la de un amor que es colmado en cada ocasión, y que al mismo tiempo está abierto a nuevos horizontes, pues Dios dilata continuamente las posibilidades del alma para hacerla capaz de bienes siempre mayores. Dios mismo ha sembrado en nosotros semillas de bien y de Él surge toda iniciativa de santidad, «modela el bloque… Limando y puliendo nuestro espíritu forma en nosotros a Cristo» («In Psalmos 2»,11). Gregorio aclara: «No es obra nuestra, y no es tampoco el éxito de una potencia humana el llegar a ser semejantes a la Divinidad, sino el resultado de la generosidad de Dios, que desde su origen ofreció a nuestra naturaleza la gracia de la semejanza con Él» («De virginitate 12»,2: SC 119,408-410).  (BENEDICTO XVI presenta a  San Gregorio de Nisa, 5 septiembre 2007)

 

Recuerda que un valiente compromiso por la perfección requiere una constante vigilancia, frecuentes mortificaciones, aunque con moderación y prudencia, un asiduo trabajo intelectual o manual para evitar el ocio (Cf, Epístolas 125, 11 y 130, 15), y sobre todo la obediencia a Dios: «No hay nada que le agrade tanto a Dios como la obediencia…, que es la más excelsa de las virtudes» («Hom. de oboedientia»: CCL 78,552).   (BENEDICTO XVI presenta a  San Jerónimo, 14 noviembre 2007)

 

Del libro:
ORAR CON LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Gabriel Larrauri  (Ed. Planeta)

 

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