Jesús enseña con su actitud y su predicación lo más positivo de la mujer
Jesús trata siempre con extremada delicadeza y respeto a la mujer. Vive las medidas de prudencia adecuadas para no escandalizar y dar buen ejemplo; pero no deja de conceder atención e importancia a la mujer en su predicación y en el nuevo reino.
Pero lo que llama la atención es que forman un grupo separado de los discípulos, que también siguen al Señor y le ayudan de diversas maneras. Ellas se saben bien tratadas por Jesús, y esto contrasta con la consideración que recibían en aquellos tiempos en casi todas las culturas, y de un modo especial en Israel.
Sorprende la discriminación, - casi el desprecio-, con que son tratadas las mujeres en la Roma y en Grecia clásicas, tan avanzadas en otros aspectos. Pero lo mismo se puede decir de otras culturas de aquel tiempo.
Todo esto contrasta con la conducta de Jesús. El hecho de llevar un grupo de discípulas es bien diferente de la costumbre de los rabinos que sólo hombres admitían como discípulos. Jesús enseña y se deja servir de ellas, prácticamente lo único que podían hacer por Él, además de creer y seguirle.
Jesús enseña con su actitud lo más positivo de la mujer: su fortaleza para amar, y su fe sencilla y profunda. Rechaza el desprecio y la marginación indisimulada en lugares secundarios. La mujer tiene un papel distinto del varón, en unascuestiones del mismo valor, en otras distinto.
Cierto que Jesús no las elige para ser sacerdotes de la nueva Alianza, pero también es cierto que tienen una primacía en el orden del amor, como se verá al pie de la cruz y en la resurrección. Desde el principio María, su Madre, ocupa en la salvación un lugar privilegiado: el primero después de Cristo.
Ella es la representante de la humanidad en el momento previo a la Encarnación, y llega ser la Madre que engendra en el tiempo a la persona del Verbo. Ella será la Madre de todos los hombres por especial designio divino. No cabe mayor grado de dignidad.
Sin embargo, la actitud de Jesús respecto a la mujer será criticada y le acusan, con mente pervertida, de aceptar y comer con pecadores y prostitutas. Sucio modo de mirar el amor limpio y sano.
Enrique Cases
“Tres años con Jesús”
Ediciones internacionales universitarias