El monasterio de San Mateo, en la Llanura de Nínive está expuesto al peligro de un ataque o de una incursión yihadista. Sin embargo, tres monjes y un puñado de estudiantes (unos seis) siguen viviendo en uno de los monasterios más viejos del mundo, el de San Mateo, que se encuentra en uno de los lugares más peligrosos del planeta en la actualidad: la Llanura de Nínive, en la zona norte de Irak, escenario de la invasión por parte de los terroristas del llamado Estado Islámico
Y, efectivamente, la posición de San Mateo es verdaderamente arriesgada: se encuentra a pocos kilómetros de la línea de fuego en la que se debaten las fuerzas de los peshmergas kurdos y los yihadistas islámicos. En 2014, cuando en agosto los fundamentalistas se distribuyeron por Irak, conquistando Mosul y gran parte del territorio de la Llanura de Nínive, cerca del monte Alfalf (cuna de la secular cristiandad iraquí), muchos monjes y habitantes de la zona se unieron a los cientos de miles que buscaron refugio y salvación en las zonas todavía libres. Pero no todos huyeron.
«Podemos ver las batallas y las incursiones aéreas frente a nosotros, desde aquí –cuenta uno de los monjes, Yousif Ibrahim–, sobre todo por las noches. El cielo se ilumina de noche. Pero seguramente no tenemos miedo. Dios nos protege». Los militares kurdos, los peshmergas, son los que representan la última tenue pantalla que separa al monasterio (y a los pocos civiles que se encuentran allí) de los yihadistas del Ei. Ibrahim y sus hermanos hicieron un voto y se quedarán allí hasta que el último cristiano haya abandonado Irak. Solo entonces, si sucede, podrían comenzar a considerar la idea del exilio. «El pastor no puede abandonar a su rebaño», delcaró a uno de los entrevistadores del programa televisivo estadounidense “60 Minutes”.
La tranquilidad de espíritu de Ibrahim es la misma que viven los otros seis alumnos del Monasterioq que decidieron compartir el destino de los monjes. «No tenemos miedo –declaró uno de ellos, cuyo nombre es Sahr Karaikos–, porque nuestros enseñantes nos dan una sensación de paz, aquí; pero sabemos que estamos en la línea de fuego, y que el Estado Islámico podría llegar aquí en pocos segundos. Y no quiero pensar o hablar sobre la destrucción que el Estado Islámico podría provocar si tomaran nuestro monasterio. Ellos no saben qué es la historia, quieren destrozar la historia». San Mateo está en las faldas de una montaña llena de grutas y cavernas, y el año pasado los patios y las habitaciones del monasterio alojaron a cientos de personas que huyeron de Mosul; la primera etapa de un éxodo que todavía no ha terminado. El Monasterio fue fundado en el año 363 por un eremita, Mar Mattai (Mateo), que había huido de la persecución de Juliano el Apóstata. Se le unieron algunos discípulos sirios, por lo que el Monasterio todavía es regido por la Iglesia siria. Las liturgias en el Monasterio de San Mateo son en arameo, la lengua que hablaba Jesús.
Este Monasterio en la Llanura de Nínive era famoso por su biblioteca. Con el paso de los siglos (y sobre todo después de un ataque en el siglo XII por parte de tribus kurdas) una parte de sus tesoros literarios pasó a Mosul. Y, en los últimos meses, muchas reliquias y libros que se encontraban en el Monasterio de San Mateo (y algunos eran de los primeros siglos del cristianismo) fueron trasladados al norte para ponerlos al seguro en las zonas que están bajo el control de los kurdos. La misma suerte corrieron los huesos de Mar Mattai, por temor de una eventual conquista por parte de los terroristas del Estado Islámico. «San Mateo llegó aquí porque estaba huyendo de una persecución, pero la persecución nos persigue. No podemos huir de ella, debemos ser firmes frente a nuestra historia. Si las personas no conocen su pasado, no tendrán futuro, porque no saben cuáles son sur orígenes, de dónde vienen». ¿Podrá el Monasterio de San Mateo, que sobrevivió a los imperios Otomano y Persa, a los invasores mongoles y a la conquista kurda, sobrevivir también al Ei? Los terroristas se niegan a vivir con quienes no sean musulmanes, y tratan de extirpar las raíces del cristianismo del territorio. Nicodemus Sharaf, arzobispo de la Iglesia siria de Mosul, que ahora está bajo el poder del Ei, declaró: «Nos quitan todo, pero no pueden sacar a Dios de nuestros corazones, eso no pueden hacerlo».