Tras eso, pasó 18 meses en manos de sus captores. HM Televisión da gracias a Dios por el testimonio de perdón y la vivencia espiritual de este ejemplar testigo de Cristo y de la fe, y ofrece este testimonio en memoria de las hermanas mártires.
El P. Tom llegó a Yemen en 2010, para atender a las necesidades espirituales de las Misioneras de la Caridad. Madre Teresa de Calcuta había pedido esta condición al presidente de Yemen antes de fundar en su país, allá por el año 1973. La condición era indispensable, porque el Islam es la religión del estado en un país con el 99% de musulmanes, y el cristianismo una minoría ínfima. La Madre Teresa quería asegurar que sus hijas pudieran contar con la Eucaristía diaria. Las Misioneras de la Caridad tenían cuatro hogares en Yemen, destinados a la acogida de ancianos, discapacitados físicos o mentales, indigentes… En cada hogar había cerca de 100 personas acogidas, todos musulmanes, todos ciudadanos yemeníes.
Los Salesianos de Don Bosco eran los únicos sacerdotes en Yemen, al servicio de los pocos católicos del país y los que venían por motivos de trabajo y de las Misioneras de la Caridad. Y las Misioneras de la Caridad eran las únicas religiosas en todo el país. Todo fue bien hasta la llegada de la primavera árabe en 2011. Poco después, estalló la guerra con Arabia Saudí y la situación se hizo cada vez más difícil para los católicos. En 2015, el P. Tom había tenido que regresar a la India para tratarse un cáncer de garganta, pero decidió regresar a Yemen porque las Misioneras de la Caridad de Aden se habían quedado sin capellán, al evacuar el gobierno indio a los salesianos que las atendían. Era consciente del riesgo que asumía. Solo el viaje desde Bangalore (India) a Sanaa, capital de Yemen, fue una odisea de un mes de duración entre bombas, disparos y todo tipo de peligros. Tardó otro mes en llegar a Aden. Era el 1 de julio de 2015. A su llegada, el P. Tom se encontró con que las iglesias habían sido profanadas y destruidas y había muertos por las calles. Pero no podía ni imaginar lo que estaba por llegar.
El 4 de marzo de 2016 comenzó para el P. Tom y las Misioneras con una hora de Adoración Eucarística. Tras recibir la bendición eucarística, las hermanas se fueron a atender a los ancianos, como hacían cada mañana. También el P. Tom se dirigió al hogar de los ancianos. De pronto comenzó el asalto. El P. Tom recuerda cada palabra, cada imagen. Ante sus ojos asesinaron a las cuatro hermanas: Anselm, Marguerite, Judit y Reginet, y a varios de los trabajadores. Él explica que lo único que podía hacer era rezar: «“Señor, ten piedad de ellas, de las hermanas y de los que las están matando también”. Así recé, porque estamos acostumbrados a rezar por la conversión de todos estos grupos fundamentalistas, y por el fin de la guerra en Yemen. Hacíamos esta oración en nuestra capilla».
Solo Dios sabe por qué su vida fue respetada. En el maletero de un coche fue conducido a una casa, dentro del mismo Yemen, donde estuvo secuestrado 18 meses. El P. Tom dice: «El Señor me concedió la gracia de no tener ningún tipo de pesadillas, ni crisis emocionales, ni depresión... Yo me había rendido a la voluntad del Señor: “Señor Jesús, si es tu voluntad libérame lo antes posible. Y si… dame tu gracia para cumplir la misión que Tú tienes para mí en mi vida”». Parece difícil poder perdonar tanto sufrimiento, pero el P. Tom explica: «No me fue difícil perdonar porque yo, desde el primer instante, cuando los estaba viendo disparar, estaba rezando por ellos, como también estaba rezando por las hermanas. Nunca les deseé ningún mal».
El testimonio del P. Tom termina con unas palabras de agradecimiento a todos los que le han sostenido con la oración en esos largos meses de cautiverio: «Mi mensaje para todos es este: confiad en Jesús. Él está vivo. Y confiad en el poder de la oración. La oración es la mejor arma que nos ha dado el Señor. Todos vosotros rezasteis durante un largo año y medio, y ahora me veis aquí, hoy, vivo y perfectamente bien para responder a cualquier tipo de pregunta. Vuestras oraciones me han fortalecido. La oración es un arma muy poderosa. Usémosla. (…) Entonces… confiad en la oración, confiad en el Señor, y tomad la medicina del perdón para vosotros mismos y para los demás».