El Papa emérito elogia a Francisco «por su bondad» y cuidados: «me siento protegido»
Desde su asiento, muy delgado pero con buen aspecto, Benedicto XVI le escuchaba sonriente y conmovido. Quizá tanto como aquel 23 de marzo en que el Papa Francisco fue a visitarle a Castel Gandolfo y los dos se fundieron por primera vez en un abrazo cuya imagen dio la vuelta al mundo.
La escena se ha repetido varias veces el martes a lo largo de la ceremonia de homenaje, y siempre con Francisco tomando la iniciativa de acercarse a Benedicto XVI, que camina con mucha dificultad pero se encontraba tan lúcido como siempre.
Sin necesidad de un texto escrito, el Papa emérito pronunció un hermoso discurso en el que daba las gracias repetidamente a Francisco «por su bondad», y afirmaba que «me siento protegido» en la residencia «Mater Ecclesiae» de los Jardines Vaticanos.
Aunque a Benedicto XVI no le gustan los homenajes en público, el Papa Francisco y muchos amigos le convencieron para que aceptase este, con motivo del aniversario más importante para un sacerdote, el de su ordenación.
Volviendo con el recuerdo a aquel 29 de junio de 1951 en la catedral de Freising, sus palabras fueron de agradecimiento por la vocación, y por tantos dones recibidos a lo largo de una vida dedicada a acercar el mundo a Dios.
«Cuando leo las obras de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI me resulta cada vez más claro que él ha hecho y hace ‘teología de rodillas’»
Como cada vez que se encuentran en público, tanto el Papa Francisco como su predecesor extremaron las muestras de respeto por el otro. Benedicto XVI siempre se quita el solideo blanco en cuanto Francisco camina hacia él, mientras que el Papa le concede la prioridad de su atención en todo momento.
En su discurso, Francisco le llamaba a veces «querido hermano» y otras «Santidad», pues fue el título aprobado en su día para el Papa emérito, sin que eso cree ningún problema. Además de agradecer su fidelidad, Francisco elogió también el «sano y alegre sentido del humor» que caracteriza a su predecesor.
El acto incluyó la entrega a Benedicto XVI de las primeras ediciones, en cinco idiomas, de un volumen titulado «Ensenar y aprender el amor de Dios», que recoge 43 homilías suyas sobre el sacerdocio.
El libro se abre con un prólogo del Papa Francisco que refleja toda su admiración: «Cuando leo las obras de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI me resulta cada vez más claro que él ha hecho y hace ‘teología de rodillas’. De rodillas porque, antes incluso que ser un grandísimo teólogo y maestro de la fe, se ve que es un hombre que cree verdaderamente, que ora verdaderamente; se ve que es un hombre que personifica la santidad, un hombre de paz, un hombre de Dios».
El pasado domingo, en el vuelo de regreso a Roma desde Armenia, el Papa Francisco comentó a los periodistas que aprovecharía la ocasión del homenaje «para decir algo a este gran hombre de oración, de valentía que es el Papa emérito -no el segundo Papa-, que es fiel a su palabra y que es un hombre de Dios».
La buena sintonía, tan visible, entre el Papa y su predecesor desmonta una y otra vez las intrigas de una pequeña minoría que intenta utilizar a Benedicto XVI como instrumento de desgaste contra Francisco. Es lo último que se prestaría a hacer el Papa emérito, que dedica todas sus fuerzas a apoyarle con su oración y sus consejos.
JUAN VICENTE BOO