Lucia Dos Santos nació el 22 de marzo de 1907 en el seno de una familia humilde de Aljustrel, un pequeño pueblo de pastores a 160 kilómetros de Portugal. Sus padres eran António dos Santos y María Rosa Ferreira.
Era la pequeña de siete hermanos, cinco chicas y un varón, lo que le permitía el lujo de ganarse los mimos y privilegios de su madre. Desde pequeña fue adquiriendo una gran devoción por la Virgen.
A los seis años hizo su primera Comunión, donde recibió la primera caricia de su Santísima Madre. Durante la ceremonia, una vez recibida la Comunión, se dirigió a una capilla lateral de la Iglesia dedicada a una advocación de la Virgen. Al mirarla pudo comprobar cómo la Señora le sonreía, acontecimiento que quedó fuertemente grabado es su corazón.
Lucia fue la encargada de llevar a pastorear el rebaño desde 1915, ya que así lo requerían las necesidades de la familia. A partir de 1916 sus primos Jacinta y Francisco le empezaron a acompañar en esta misión. Fue precisamente en ese año cuando empezaron a acontecer sucesos sobrenaturales; primero, las apariciones del Ángel de la Paz y, meses más tarde, las de la Virgen.
Durante el tiempo que duraban las apariciones, por ser la mayor de los tres, se encargaba de hablar con la Virgen. A pesar de significar una gran alegría, las revelaciones también supusieron un fuerte sufrimiento para la joven vidente. En primer lugar por la incomprensión por parte de su familia y la gente que le rodeaba.
Tachada de mentirosa y embustera, su madre le golpeaba e intentaba corregirla. Ante esta situación, Lucia, angustiada, llegó a plantearse la posibilidad de que las apariciones fueran obra del diablo. No obstante, atravesados los momentos de duda, y gracias al apoyo de sus primos, siguió fiel a los mandatos de la Virgen.
Por otro lado, la Virgen le reveló que Jacinta y Francisco morirían pronto, pero que ella debía quedarse en la tierra. Pensar en que podría quedarse sola le supuso gran miedo y tristeza, pero la Señora le consoló prometiendo que siempre estaría junto a ella.
Una vez terminadas las apariciones, Lucia quiso cumplir el mandato de la Virgen y empezó a asistir a la escuela para poder aprender a leer. Gracias a su ingenio y gran memoria, pronto aprendió las primeras letras.
Pero pasadas las apariciones, la situación de Lucia no dejaba de ser la de una vidente, y así era vista por todo el mundo. El recién nombrado obispo de Leiria estaba preocupado por su situación y buscó que dispusiera de una buena educación. Así pues, el 17 de mayo de 1921 Lucia entró como educanda en el Colegio de las Hermanas de Santa Dorotea.
En el Colegio, la vida intensa de piedad le llevó a plantearse su vocación. En 24 de octubre de 1925, con 18 años, inició el Noviciado como Carmelita en Tuy. Allí pasa dos años del Noviciado, para profesar el día 3 de octubre de 1928.
A fines de mayo de 1946, se le ordena volver a Portugal. Después de estar unos días, visitando y reconociendo los lugares de las Apariciones, en la Cova da Iría y en Aljustrel, es destinada a la Casa de Sardão, en Vila Nova de Gaia, cerca de Oporto.
Y, finalmente, renovando antiguos deseos de retiro y soledad, alcanza del Papa Pío Xll, la gracia de pasar al Carmelo de Santa Teresa en Coimbra, y a él llega el 25 de marzo de 1948, para llevar una vida de oración y penitencia.
Tan sólo volvió a Fátima para ocasiones especiales, como la visita del Papa Pablo VI o las de Juan Pablo II años más tarde. El 13 de febrero de 2005, poco antes de cumplir los 98 años, fallece en Coímbra con fama de santidad. A lo largo de toda su vida siguió recibiendo apariciones de la Virgen.
Francisco Marto nace en Aljustrel, Fátima, el 11 de junio de 1908 y 9 días más tarde, el 20 de junio, es bautizado. Al igual que su prima, pertenece a una humilde familia de pastores y a partir de 1916 acompaña a Lucia y a su hermana Jacinta a pastorear a las ovejas.
Recibió la primera comunión en 1916 de mano del Ángel de la Paz, junto a su hermana pequeña.
Desde pequeño fue un joven de pocas palabras, tímido y reservado. Tal vez por este motivo, y a diferencia de Jacinta, no fue gran inconveniente para él tener que ocultar a sus padres las apariciones.
Durante las apariciones, Francisco no podía escuchar lo que la Virgen decía, tan sólo podía verla. A pesar de ello, llamaba la atención la devoción y el recogimiento que presentaba. Se tomó muy en serio el mandato de la Virgen de mortificarse y rezar por la conversión de los pecadores; pero su principal preocupación era la de consolar a Jesús por los pecados de los hombres.
Muy a menudo se retiraba discretamente de sus amigos para irse a rezar frente el Sagrario, donde podía pasar largas horas. La noticia de la Virgen de que iba a morir pronto le produjo gran serenidad y alegría, ya que “pronto podría estar en el Cielo”.
En diciembre de 1918 cayó víctima de una neumonía, lo que le obligó a guardar cama durante meses. Vivió su enfermedad de forma heroica, siendo un gran ejemplo para su familia, quienes admiraban la profunda devoción y el espíritu contemplativo de un niño de apenas diez años. Un día le reveló a su hermana que ofrecía todos sus sufrimientos, que no eran escasos, para consolar a Jesús.
Finalmente el 4 de abril de 1919, tras meses de larga y dolorosa enfermedad, habiendo recibido los últimos sacramentos, falleció santamente en su casa de Aljustrel, acompañado de su familia.
Su cuerpo reposa en el interior de la basílica de Fátima, junto a su hermana y su prima. San Juan Pablo II lo beatificó el 13 de mayo del año 2000 en Fátima, frente a centenares de millares de fieles. El Papa Francisco lo proclamará santo el 13 de mayo de 2017, en el centenario de la primera aparición de la Virgen.
Jacinta Marto nace en Aljustrel, Fátima, el 11 de marzo de 1910 y fue bautizada el 19 del mismo mes. Era la más pequeña de una humilde familia de pastores.
Alegre y jovial, Jacinta adoraba encargarse de sus labores de cuidar al ganado junto a su hermano Francisco y su prima Lucia.
Recibió la primera comunión en 1916, de mano del Ángel de la Paz. Y un año más tarde, tras la primera aparición de la Virgen fue ella quien comunicó a su madre lo sucedido, a pesar de haber prometido repetidas veces a Lucia que no contaría nada.
Le gustaba cantar y jugar. Era de constitución débil y poseía una gran sensibilidad que le permitió desarrollar gran admiración por la naturaleza y la creación. Adoraba a su familia. Cuando fue detenida por negarse a revelar el secreto, su mayor preocupación era la de morir sin haberse podido despedir de su familia.
Las apariciones de la Virgen provocaron en ella una gran felicidad y quedó cautivada por la belleza la Santísima Virgen. Más adelante, tomando el mandato divino que le había sido revelado, desarrolló una gran preocupación por la salvación de los pecadores y el desagravio al Corazón Inmaculado de María, que le llevaron a rezar insistentemente y realizar una la mortificación heroica. También amaba la figura del Santo Padre y rezaba por él a diario.
Amante del baile, en abundantes ocasiones después de las apariciones se negaba a realizar esta actividad para ofrecer al Señor ese sacrificio.
En diciembre de 1918 cayó enferma víctima de una neumonía. Sufría mucha sed, pero decidió no quejarse y beber para ofrecer el sacrifico por la salvación de los pecadores. Su madre familia preocupada por la salud de su hija, ya que negaba cualquier cosa que le ofrecían para comer. Dándose Jacinta cuenta del disgusto, lloró, pidió perdón a su madre y aceptó gustosamente el alimento que le ofrecía, intentando así que quedara más tranquila.
Estando en cama recibió una visita de la Virgen, que le anunció que pronto se llevaría a Francisco al Cielo. Jacinta pidió permanecer un tiempo más para poder continuar rezando por los pecadores. La Virgen le dijo que sería trasladada a un hospital, donde iba a sufrir mucho, ya que quedaría sola. La niña sufrió mucho con aquella noticia, ya que su mayor miedo era morir sin compañía, pero aceptó gustosamente.
Cuando falleció Francisco lloró mucho y no hacía otra cosa que pensar en él. Jacinta contó a su prima que en una segunda aparición la Virgen le había revelado que moriría en Lisboa sin la compañía de su familia, pero que la Virgen iría a buscarle. Las primas se abrazaron conscientes de que tal vez era la última vez que podían hacerlo. Lucia le preguntó qué iba a hacer en el Cielo, a lo que Jacinta respondió: “Voy a amar mucho a Jesús, al Inmaculado Corazón de María; pediré mucho por ti, por los pecadores, por el Santo Padre, por mis padres y hermanos, y por todas esas personas que me han dicho que pida por ellas”.
Al poco tiempo, el 21 de enero de 1920, fue trasladada efectivamente a Lisboa, donde falleció el 20 de febrero a las diez y media de la noche, sin la compañía de ninguno de sus familiares.
El cuerpo de Jacinta reposa en el interior de la basílica de Fátima, junto al de los otros dos videntes. El 13 de mayo del año 2000 fue beatificada por san Juan Pablo II; y el 13 de mayo, centenario de la primera aparición de la Virgen, será canonizada por el Papa Francisco en el lugar de las apariciones.
+ info-
https://www.primeroscristianos.com/fatima-una-historia-que-cambio-el-mundo/
Ver en Wikipedia
Santuario de Nuestra Señora de Fátima – Sitio oficial