Francisco visitó por primera vez a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, a la cual ofreció de regalo un ramo de rosas de plata.
“Haz de la nación cubana un hogar de hermanos y hermanas para que este pueblo abra de par en par su mente, su corazón y su vida a Cristo ¡Madre de la reconciliación! Reúne a tu pueblo disperso por el mundo”. Son frases simbólicas de la oración que el Papa dedicó a la patrona de Cuba. A su llegada a Santiago, Francisco visitó el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre y rezó ante ella sólo con algunos colaboradores.
Tras su paso de apenas unas horas por Holguin, el pontífice emprendió el vuelo a Santiago, al sur del país. Aterrizó en el aeropuerto internacional “Antonio Maceo” pocoantes de las 17:30 horas. Unas nubes negras amenazaban lluvia mientras era recibido por autoridades civiles, un coro de niños y algunos cientos de fieles.
Sin protocolo de por medio abordó un automóvil que lo condujo hasta el ingreso de la ciudad. No obstante la lluvia, que finalmente comenzó a caer, cambió por el papamóvil y recorrió algunas calles entre la gente que le dio la bienvenida. ¿Su destino? El Seminario de San Basilio Magno, donde se reunió en privado con los obispos de la isla.
Tras el encuentro, con una pequeña comitiva se trasladó hasta el Santuario de la Virgen, distante apenas 300 metros. Acompañado por el arzobispo de Santiago, Dionisio Guillermo García Ibáñez, fue recibido por el rector del templo, en cuyo interior no habían fieles. Ante la estatua el Papa se arrodilló y pronunció la oración.
“¡Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba! ¡Dios te salve, María, llena de gracia! Tú eres la hija amada del padre, la madre de Cristo, nuestro Dios, el templo vivo del espíritu santo. Llevas en tu nombre, Virgen de la caridad, la memoria del Dios que es amor, el recuerdo del mandamiento nuevo de Jesús, la evocación del espíritu santo: amor derramado en nuestros corazones, fuego de caridad enviado en Pentecostés sobre la Iglesia, don de la plena libertad de los hijos de Dios”, dijo en español.
Agregó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús! Has venido a visitar nuestro pueblo y has querido quedarte con nosotros como Madre y Señora de Cuba, a lo largo de su peregrinar por los caminos de la historia. Tu nombre y tu imagen están esculpidos en la mente y en el corazón de todos los cubanos, dentro y fuera de la patria, como signo de esperanza y centro de comunión fraterna”.
Más adelante Bergoglio pidió a la Virgen que acreciente la fe, avive la esperanza, aumente y fortalezca el amor de los cubanos. Le imploró que ampare a las familias, proteja a los jóvenes y a los niños, consuele a los que sufren, sea madre de los fieles y de los pastores de la Iglesia, modelo y estrella de la nueva evangelización.
Terminada esta primera oración, el obispo de Roma encendió una candela que depositó ante la imagen y presentó su regalo: Un florero de plata con flores de plata desde el tallo y pétalos de cerámica con los colores de la bandera del Vaticano, amarillo y blanco.
Acto seguido pronunció una oración dedicada a Dios pidiéndole que ilumine a las familias y las sostenga a la hora de las dificultades, que se quede con los niños y los jóvenes, porque en ellos está la esperanza y la riqueza de la patria.
“Quédate con los que sufren, confórtalos y protégelos. Quédate con nosotros señor cuando surge la duda, el cansancio o la dificultad; ilumina nuestras mentes con tu palabra; aliméntanos con el pan de vida que nos ofreces en cada eucaristía; ayúdanos a sentir el gozo de creer en ti quédate señor con la comunidad de tus discípulos”, señaló.
Y continuó: “Renueva en nosotros el don de tu amor. Anímanos y consérvanos en la fidelidad, para que anunciemos a todos con alegría, que tú nos has resucitado y que nos has dado la misión de ser tus testigos. Que María de la caridad, discípula y misionera, madre de todos, nos acompañe y proteja”.