El Papa Francisco explicó en su homilía en Casa Santa Marta que no se pueden buscar privilegios a cambio de anunciar a Cristo. Francisco puso como ejemplo a Juan el Bautista, que en ningún caso se enorgulleció de ser profeta.
"Nos hará bien preguntarnos hoy por nuestro discipulado. ¿Anunciamos a Jesucristo? ¿Nos aprovechamos o no nos aprovechamos de nuestra condición de cristianos comosi fuera un privilegio? Juanno se adueña de la profecía”.
Francisco explicó que la alegría de encontrarse con Jesús transformó a san Juan en discípulo, y pidió a los católicos que siempre tengan presente su encuentro con Cristo.
{source}{/source}
El Papa partió del martirio de San Juan Bautista. "Es un hombre que tuvo un tiempo breve de vida, un tiempo breve para anunciar la Palabra de Dios. Era el hombre que Dios había enviado para preparar el camino a su Hijo. Y Juan termina mal su vida, en la corte de Herodes que se encontraba en un banquete.
Cuando existe la corte todo es posible todo: la corrupción, los vicios, los crímenes. Las cortes favorecen estas cosas. ¿Qué hizo Juan? Ante todo anunció al Señor. Anunció que el Salvador estaba cerca, el Señor, que el Reino de Dios estaba cerca y lo había hecho con fuerza. Y bautizaba. Exhortaba a todos a convertirse. Era un hombre fuerte. Y anunciaba a Jesucristo.
La primera gran cosa que hizo Juan fue anunciar a Jesucristo. Otra cosa que hizo fue que ¡no se adueñó de su autoridad moral. Se le dio la posibilidad de decir ‘Yo soy el Mesías’, porque tenía mucha autoridad moral, toda la gente iba a él.
Era un hombre recto. Le preguntan si es el Mesías. Y, en aquel momento de la tentación, de la vanidad podía hacer una cara de estampita y decir: "No lo sé...” con una "falsa humildad”. En cambio fue claro: "¡No! ¡Yo no lo soy! Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias”.
Juan fue claro, no robó el título. No se adueñó de la misión. Esta es la segunda cosa que lo ha hecho un "hombre de verdad”: "No robar la dignidad”.
La tercera cosa que hizo Juan es imitar a Cristo. También Herodes, que lo había asesinado, creía que Jesús fuese Juan. Juan imitó a Jesús sobre todo en el camino del abajarse: Juan se humilló, se abajó hasta el fin, hasta la muerte: Muertes humillantes. También Juan tuvo su ‘huerto de los olivos’, angustia en la cárcel, cuando creía haberse equivocado, y manda a sus discípulos preguntar a Jesús: ‘Dime, eres tú o me he equivocado y hay otro?’ La oscuridad del alma, aquella oscuridad que purifica como Jesús en el huerto de los olivos. Y Jesús respondió a Juan como el Padre respondió a Jesús, consolando. Aquella oscuridad del hombre de Dios, de la mujer de Dios. Pienso en este momento en la oscuridad del alma de la Beata Teresa de Calcuta, ¿no? Ah, la mujer a la que alababa todo el mundo, ¡Premio Nobel! Pero ella sabía que en un momento de su vida, largo, había solamente la oscuridad”.
Anunciador de Jesucristo, Juan no se adueñó de la profecía, es el ícono de un discípulo. Pero ¿dónde estaba la fuente de esta actitud de discípulo? En un encuentro. El Evangelio nos habla del encuentro de María e Isabel, cuando Juan saltó de alegría en el vientre de Isabel. Eran primos. Quizás después encontraron algunas veces. Y aquel encuentro llenó de alegría, de mucha alegría el corazón de Juan, y lo transformó en discípulo. Juan es el hombre que anuncia a Jesucristo, que no se pone en el lugar de Jesucristo y que sigue el camino de Jesucristo.
Hoy nos hará bien, a nosotros, preguntarnos sobre nuestro discipulado: ¿anunciamos a Jesucristo? ¿Aprovechamos o no aprovechamos de nuestra condición de cristianos como si fuese un privilegio? ¿Juan no se adueñó de la profecía? Tercero: ¿vamos por el camino de Jesucristo? ¿El camino de la humillación, de la humildad, del abajamiento por el servicio? Y si sentimos que no somos firmes en esto, preguntarnos: ‘¿Cuando fue mi encuentro con Jesucristo, aquel encuentro que me llenó de alegría?’. Y regresar al encuentro, regresar a la primera Galilea del encuentro. ¡Todos nosotros tenemos una! ¡Regresar allí! Reencontrarse con el Señor, ir adelante en este camino tan hermoso, en la cual Él debe crecer y nosotros abajarnos”.