Entrevista con la emisora católica portuguesa Radio Renascença: no hay que menospreciar el peligro del terrorismo a 400 kilómetros de Roma ni la crisis del desempleo;el viejo continente debe ser madre y no abuela. El narcisismo, la eternidad, el confesor franciscano. «Duermo como piedra»
Europa debe acoger a los prófugos que llegan al viejo continente, sin menospreciar los riesgos del terrorismo o la crisis del desempleo en el viejo continente, y sin olvidar que la fraternidad es un mandamiento de la Biblia y que el flujo de migrantes que huyen de guerras o de la pobreza son solo la punta del iceberg de un sistema económico injusto. Es uno de los argumentos que afrontó Papa Francisco en la amplia entrevista que concedió (hace algunos días) a la Radio Renascença, emisora católica de Portugal. Una conversación de poco menos de una hora que abarcó desde la situación de Portugal hasta la migración, desde la eternidad hasta el Sínodo y el Jubileo de la misericordia.
El flujo migratorio a Europa, afirmó Jorge Mario Bergoglio respondiendo en español a las preguntas de la periodista Aura Miguel, es la «punta del iceberg». «Vemos a estos prófugos, a esta pobre gente que escapa de la guerra, del hambre, pero en la base está la causa: un sistema socio-económico malo e injusto». A la vez que sobre el problema ecológico, afirmó que «la persona debe estar en el centro de la sociedad socioeconómica, de la política», porque «el sistema económico dominante hoy ha descentrado a la persona, poniendo en el centro al 'dios dinero', que es 'el ídolo de moda’», afirmó el Papa, citando una estadística: «el 17% de la población del mundo posee el 80% de la riqueza».
Es cierto, afirmó, que «las condiciones de seguridad territorial hoy no son las mismas de otras épocas, es cierto que tenemos a 400 kilómetros de Sicilia una guerrilla terrorista extremadamente cruel», por lo que «existe el peligro de infiltraciones. Nadie asegura que Roma sea inmune, pero se pueden encontrar precauciones y la gente que viene… a trabajar. Hay un país, hablo de tres países (no quiero nombrarlos), pero son importantes en Europa. El desempleo de los jóvenes bajo los 25 años es en un país del 40%, en otro del 47% y en el tercero del 50%. Y hay una crisis del trabajo. El joven no encuentra trabajo. No hay que ser simplistas. Evidentemente, viene un refugiado con las medidas de seguridad de todo tipo y hay que recibirlo porque es un mandamiento de la Biblia. Moisés lo dice a su pueblo: recibe al forastero, porque también ustedes fueron forasteros en Egipto, ¿no?».
«Creo -afirmó el Papa- que el gran desafío de Europa es volver a ser madre Europa» y no «abuela Europa». «Hay países de Europa que son jóvenes, por ejemplo Albania. Albania me impresionó. Y en Bosnia-Herzegovia… Países que se han vuelto a levantar después de una guerra». Además de los temas de la migración, de la guerra y de la falta de trabajo, el Papa se refirió también a otro problema durante la entrevista: la baja natalidad. «Cuando hay un espacio vacío, la gente tiende a llenarlo. Pienso en los niveles de los nacimientos en Italia, Portugal o España. Creo que es casi el cero por ciento. Si no hay hijos, hay espacios vacíos». Europa «ha envejecido, pero puede volver a ser madre. Tengo mucha confianza -añadió- en los políticos jóvenes. Los políticos jóvenes hablan otra música. Hay un problema mundial en todo el mundo, no solo en Europa, que es el problema de la corrupción. La corrupción a todos niveles». El Papa precisó: «Quiero decir que Europa ha encontrado una consciencia. Y les agradezco, agradezco a los países de Europa que se han vuelto conscientes de esto».
Y cuando la periodista le preguntó su opinión sobre la situación actual en la que algunos países construyen muros, otros eligen a los prófugos según su religión y otros se aprovechan de su desgracia para hacer discursos populistas, el Papa respondió: «A veces, la interpretación ideológica es más fácil que hacer las cosas en la realidad», como, por ejemplo, el caso extra-europeo de los Rohinyá, población musulmana que es expulsada de un país a otro en el Océano Índico: «No los acogen, falta la capacidad de acogida de la humanidad».
El Papa insistió en que el Vaticano acoge a familias de refugiados (¿cuánto tiempo permanecerán? «Lo que quiera el Señor»), explicó su propuesta de que «cada parroquia, cada instituto religioso, cada monasterio acoge a una familia. A una familia, no a una persona». Una familia con garantías de «seguridad», para que no haya «infiltraciones» de otro tipo- «Cuando digo que una parroquia acoja a una familia, no digo que deben vivir en la canonjía, en la casa parroquial, sino que toda la comunidad parroquial vea si hay un lugar, un lugar del colegio o, en el peor de los casos, que sea acogida en un departamento modesto para esta familia: es decir que tengan un techo, que sean acogidos y que se les integre a la comunidad parroquial. Hay conventos que están casi vacíos». En este sentido, también en la Iglesia existe la «tentación del Dios dinero»: «Algunas congregaciones dicen: ‘No, ahora que está vacío el convento vamos a hacer un hotel, un albergue, y podemos recibir a gente, y con ello nos mantenemos y ganamos dinero’. Bien, si deseas esto, paga impuestos. Un colegio religioso está exento de los impuestos porque es religioso, pero, si trabaja como un hotel, que pague los impuestos como cualquier otro. De lo contrario el negocio no es muy sano».
Durante la entrevista, el Papa afrontó también muchas otras cuestiones. Desde la situación de Portugal («Nunca he conocido a un portugués malo», afirmó el Papa, que concluyó la entrevista con una bendición de la Virgen de Fátima), hasta el Sínodo («la familia está en crisis, los jóvenes no se casan», denunció Francisco, recordando a Benedicto XVI, para quien los divorciados que se han vuelto a casar «no están excomulgados y deben formar parte integral de la vida de la Iglesia»). En relación con el Jubileo de la Misericordia dijo: «¡Que vengan todos! Que vengan y sientan el amor y el perdón de Dios». Después Francisco subrayó que también la reciente carta a mons. Rino Fisichella, en la que se habla del perdón para situaciones difíciles como las del aborto, es para «simplificar» y hacer evidente que la Iglesia es «madre».
También la Iglesia, como Europa, corre el riesgo de convertirse en abuela y de no ser madre. Y si vive encerrada en sí misma, explicó el Papa, corre el riesgo de enfermarse, se puede convertir en una «Iglesia raquítica, con normas fijas, sin creatividad, asegurada pero no segura». Por ello, «entre una Iglesia enferma y una Iglesia accidentada, prefiero la accidentada, porque por lo menos está en salida», afirmó (¿Por esta razón lo eligieron Papa? «Habrá que preguntárselo al Espíritu Santo»). La sociedad individualista debe ser combatida «con la educación», explicó el Papa, no hay solo derechos, sino también deberes, y si no lo recordamos podemos acabar como Narciso, que se reflejaba en el agua y, al verse tan bello, al final «¡Blup!», se ahogó.
Francisco confiesa que le falta la libertad de salir, aunque haya ido a la óptica, como hacía en Buenos Aires; pero también indicó que las Audiencias de los miércoles lo ayudan mucho. Y sobre su popularidad bromeó con una referencia a Jesús: «A veces me pregunto cómo será mi Cruz, cómo es mi Cruz, porque las Cruces existen, no se ven pero existen. Jesús también en un momento era muy popular, y después terminó como terminó, ¿no? O sea, ninguno tiene comprada la felicidad mundana. Yo lo único que pido, que me conserve la paz del corazón y que me conserve en su gracia, porque hasta el último momento uno es pecador y puede renegar de su gracia. Me consuela una cosa: San Pedro cometió un pecado muy grave: renegar de Jesús. Pero después lo hicieron Papa».
Al final de la entrevista hubo algunas respuestas muy personales. ¿Cómo imagina la eternidad? «Cuando era joven me la imaginaba muy aburrida. Ahora pienso que es un Misterio de Encuentro. Es casi inimaginable, pero debe ser muy bello encontrar al Señor». Francisco explicó que se confiesa cada 15 o 20 días, con un franciscano, el «padre Blanco», que «tiene la bondad de venir aquí a confesarme». ¿Cómo y dónde le gustaría morir? «Donde Dios quiera». ¿Qué es lo que le hace correr? «Cuando hay mucho trabajo». ¿Y qué puede esperar? «Hay pocas cosas que pueden esperar a mañana». ¿Qué le quita el sueño? «¿Le digo la verdad? Duermo como piedra».