El papa Francisco presidió el Vía Crucis que se realizó en el Coliseo romano, sitio que había sido elegido en 1964 por Pablo VI para celebrar el rito como símbolo de la persecución a los primeros cristianos.
Cada Estación estuvo acompañada por las meditaciones que este año Francisco encargó escribir al arzobispo italiano de Campobasso, Giancarlo Maria Bregantini.
En las meditaciones, Bregantini afrontó asuntos de actualidad como "las injusticias que ha causado la crisis económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad, desempleo y despidos", como se puede leer en el texto ya publicado por el Vaticano.
Hubo un recuerdo a "todas las madres que sufren por sus hijos lejanos, por los jóvenes condenados a muerte, asesinados o enviados a la guerra, especialmente por los niños soldados".
Pero también, recordando el sufrimiento de María, se mencionó a las "madres que velan en la noche, con las luces encendidas, temblando por los jóvenes abrumados por la inseguridad o en las garras de la droga y el alcohol, especialmente las noches delsábado".
Meditaciones en las que también se "lloró" por "esos hombres que descargan sobre las mujeres la violencia que llevan dentro" y por todas las mujeres esclavizadas.
Tras el Via Crucis, el Papa pronunció algunas palabras.