Señaló que un cristiano no debe tener miedo de imitar a Jesús, que se "ensució” las manos por estar cerca de la gente.
"Tantas veces pienso que es, no imposible, pero sí muy difícil hacer el bien sin ensuciarse las manos. Y Jesús se ensució. Cercanía. Y fue más allá. Le dijo: ‘Dirígite a los sacerdotes y haz lo que se debe hacer cuando un leproso se cura’. Al que era apartado de la vida social, Jesús lo incluye: incluye en la Iglesia, incluye en la sociedad… ‘Vete para que las cosas sean como deben ser’. Jesús no margina jamás a nadie. Se margina a sí mismo para incluir a los marginados, para incluirnos a nosotros, pecadores, marginados, con su vida”.
Francisco hizo este mensaje extensivo a toda la comunidad. Dijo que una comunidad que excluye, que no es cercana, no es verdadera.
(Fuente: Radio Vaticano)
Jesús fue el primero que se "ensució las manos acercándose” a los excluidos de su tiempo. Se "ensució las manos” tocando a los leprosos, por ejemplo, curándolos. Y enseñando así a la Iglesia "que no se puede hacer comunidad sin cercanía”. El Papa Francisco centró su homilía en el protagonista del breve pasaje del Evangelio del día: un enfermo de lepra que se postra ante Jesús y se anima a decirle: "Señor, si quieres, puedes purificarme”. Y Jesús lo toca y lo cura.
El milagro se produce ante los ojos de los doctores de la ley para los cuales, en cambio, el leproso era un "impuro”. Y afirmó que "la lepra era una condena de por vida” y que "curar a un leproso era tan difícil como resucitar a un muerto”, razón por la cual eran marginados. Jesús, en cambio, tiende la mano al excluido y demuestra el valor fundamental de una palabra, "cercanía”.
No se puede hacer comunidad sin cercanía. No se puede hacer la paz sin cercanía. No se puede hacer el bien sin acercarse. Jesús podía decirle: ‘¡Que te cures!’. No: se acercó y lo tocó. ¡Es más! En el momento en que Jesús tocó al impuro se volvió impuro. Y éste es el misterio de Jesús: tomar sobré si nuestras suciedades, nuestras cosas impuras.