El Papa escuchó los testimonios de varios ancianos. Entre ellos, una pareja de Irak, venida de Qaraqosh, la región donde los yihadistas del Estado Islámico masacraron a los cristianos.
Mubarak y Aneesa, abuelos de 12 nietos, trajeron el sonido de las campanas que ya no pueden sonar en Irak por culpa de los radicales.
"En nombre de todos nosotros, fugitivos perseguidos de esos lugares, le saludamos con el sonido de las campanas de la iglesia de Alqosh”.
También, muy emocionado, dio su testimonio el hermano Sebastiano, un fraile capuccino de 87 años que cuida de ancianos, especialmente, de enfermos con alzheimer.
"Es importante estar cerca de los enfermos, que como bien sabemos en nuestros hospitales, son muchas veces ancianos. Como Raffaele que va por las habitaciones de su casa y no las reconoce, perdido. Y no duerme nunca...”
Antonia, de 82 años, contó al Papa que se había sentido víctima de la "cultura del descarte”.
"Me sentía inútil. Lo que me ha ayudado a salir adelante, a no venirme abajo, es la oración”.
En su discurso, Francisco explicó que las personas mayores transmiten la experiencia de la vida y la historia de los pueblos. Por eso, lamentó el olvido y la violencia hacia ellos.
"La violencia contra los ancianos es inhumana. Como contra los niños. ¡Dios no os abandona, está con vosotros!”
Francisco pidió a los cristianos que trabajen por una sociedad inclusiva, que no descarte a los débiles y recordó todo lo que aportan los ancianos a la sociedad.
"¡Un pueblo que no cuida de los abuelos, no les trata bien, es un pueblo que no tiene futuro! ¿Por qué no tiene futuro? Porque pierde la memoria y se arrancan sus raíces”.
Para el Papa, estar con una persona mayor hace mucho bien y provoca alegría. Además, según Francisco, aportan una de las cosas más bonitas de la vida.
"Una de las cosas más bonitas de la vida de la familia, de nuestra vida, es acariciar a un niño y dejarse acariciar por un abuelo o una abuela”.
Por último, el Papa recordó que hay ancianos que no tienen una familia y que viven en asilos. Pidió que estas instituciones sean auténticos hogares y no "prisiones”.
Fuente: Rome Reports