Entrevista a Mario Iceta, obispo de Bilbao, para www.primeroscristianos.com sobre la renuncia del Papa, el pontificado de Benedicto XVI, la sede vacante y la nueva evangelización.
Por una parte pienso que a todos nos ha sorprendido. La renuncia de Benedicto XVI nos ha llenado de estupor, en un principio como de cierta pena, cierta nostalgia. Pero no nos sorprende desde el punto de vista de cómo él a ejercido el papado. Benedicto XVI ha sido un hombre libre que vive ante Dios, al servicio de la Iglesia, ha concebido el servicio petrino ciertamente como es, como un servicio de entrega total. Hoy en día, considerando la complejidad de la sociedad, también los retos de la Iglesia, él estima oportuno que tiene que haber un pontífice en plenas condiciones, no solo espirituales, psicológicas, que Benedicto XVI las tiene, porque se ve que está en plena lucidez, y leerle es una maravilla. Yo siempre recuerdo las homilías de esta Navidad, la del día de Navidad fue espectacular, la de el día de Epifanía fue una maravilla, o sea que se ve que él está en plena lucidez pero sí se da cuenta de su falta de vigor, como él dice. Los achaques están presentes, la edad no perdona, se le ve con problemas de movilidad, problemas de vista,… achaques como digo de la edad, y el piensa que para los retos que hoy día tiene la Iglesia, es necesario un papa vigoroso y en plenitud de facultades, y el por tanto, como ha venido a servir, no se apega a ese servicio, piensa que otro tiene que llevar adelante esta tarea, el va a seguir como bien dice, orando por la Iglesia, orando por nosotros. Nos da un ejemplo de autenticidad, un ejemplo de veracidad, un ejemplo de amor a la Iglesia que ni siquiera se ata a este servicio si cree que otro lo puede llevar mejor, un ejemplo de coraje, creo que es un ejemplo para todos.
Ha sido un pontificado ciertamente luminoso. Sus encíclicas, que son una maravilla. Ha intentado tender lazos con el ecumenismo, con el diálogo interreligioso, el mundo de los anglicanos, de los luteranos, con los decretos de la justificación que se ha llevado adelante. También a querido rescatar a los lefevrianos. Es una persona de una gran capacidad de comunicación, de afabilidad. Las cuestiones difíciles las torna fáciles, y además con un lenguaje atractivo. Y también ha sido un pontificado transido de cruz, con todas las cuestiones de los escándalos, las cuestiones de la pederastia, y las cuestiones de la falta de confianza de algunos de sus colaboradores. Él ha llevado esta cruz. Pero la ha llevado siempre con gran luminosidad, y con gran capacidad de dar una visión sobrenatural a las cosas, y de purificar la Iglesia y de trabajar para el bien de la Iglesia. Yo creo que estos ocho años de pontificado han sido años muy intensos, pero muy luminosos y muy fructíferos para la Iglesia. Estos días estamos en sede vacante.
Tenemos que vivirla, creo, en el corazón de la Iglesia, palpitando con la Iglesia. La Iglesia se postra ahora en oración ante el Señor para que envíe su Espíritu Santo con fuerza sobre nosotros, para que lo envíe sobre el cónclave, sobre el colegio de los cardenales para que sean iluminados por la gracias y para que puedan elegir a aquel que Dios señala con él dedo. Al fin y al cabo la elección es de Dios y quienes tienen que elegir tienen que estar muy atentos a lo que el Espíritu Santo señala. El Señor nunca abandona su Iglesia y siempre suscita los pastores que necesita, porque ama la Iglesia, ama a su pueblo. Estoy convencido de que el Señor elegirá al Papa que ene estos momentos conviene, al Papa que mejor pueda responder a los retos de la Iglesia y del mundo en este momento. Tenemos que vivir con gran fe, con gran esperanza, con momentos largos de oración suplicando el don del Espíritu Santo, y con una gran confianza. Las personas pasan, los obispos pasan, los pastores de la Iglesia pasan, pero siempre permanece el Pastor Supremo de la Iglesia que es Cristo, y que se hace visible en la historia nuestra, en la historia de la Iglesia, y que también elige a aquellos colaboradores, a aquellos sucesores que puedan, en su nombre, pastorear al pueblo de Dios.
Los primeros cristianos tenían muy vivo ese encuentro con el Señor. Vivían en una sociedad pagana, el culto era el culto al César, con una moral propia de lo que era el imperio romano, y el encuentro con el Señor cambiaba radicalmente sus vidas. Se daban cuenta de estar viviendo una realidad nueva, una realidad transida por la gracia. Quizá esa vivencia de esa novedad, de ese renacer por dentro, es lo que nos falta a nosotros. De los primeros cristianos podemos aprender esa viveza de la fe, esa radicalidad de la fe, ese agradecimiento a un don tan grande como es tener fe, que no es indiferente tenerla o no tenerla. Darnos cuenta, como decía este Papa, que Jesucristo no nos quita nada, sino que nos lo da todo. Pienso que en este Año de la Fe, de esa experiencia de los primeros cristianos podemos aprender esto, que vivir en cristiano es algo muy grande, que es un don inmenso que se nos da, del que tenemos que vivir siempre agradecidos, que eso implica una transformación de la vida, un nuevo estilo de vida, ser discípulos de Jesús, y en la medida en que somos discípulos del Señor con esa viveza, con ese convencimiento, seremos capaces de transmitirlo a los demás como testigos y como misioneros.
Alvaro Vidal-Quadras
Carlos López
Alfonso Herrero