Dentro del "Proyecto Arqueológico de Ashdod-Yam", dirigido por el profesor Alexander Fantalkin, de la Universidad de Tel Aviv, los arqueólogos israelíes encontraron en 2017 en la costera ciudad de Ashdod una de las mayores basílicas bizantinas edificadas en el país.
Lo significativo del templo, construido a finales del siglo IV d.C., son sus magníficos mosaicos y la cantidad de tumbas e inscripciones dedicadas a mujeres: la santa madre Sofronia y las diaconisas Theodosia, Gregoria y Severa son algunos de los nombres encontrados.
El templo se edificó en la zona de Ashdod Yam, la zona portuaria de la ciudad de Ashdod. Caída en decadencia tras la invasión asiria del siglo VIII a.C., Ashdod Yam se convirtió en un pujante emporio durante la época helenística, que perduró durante las dominaciones romana y bizantina. Aparece denominada como “Azotos Paralios” (Ashdod junto al mar) en el mosaico del siglo VI d.C. conocido como Mapa de Madaba.
El templo presenta una planta basilical de tres naves con múltiples salas y capillas laterales; los suelos están cubiertos con espléndidos mosaicos mostrando cruces, motivos geométricos, escenas de animales e inscripciones con nombres masculinos y femeninos. La inscripción más antigua lleva la fecha del 416 d.C. y está dedicada “en memoria del sacerdote Gaianos y Severa la diaconisa”
Sobre el alto número de mujeres mencionadas en las inscripciones, la Santa Madre Sofronia pudiera ser la madre superiora de algún convento cercano; las diaconisas mencionadas podrían haber sido monjas o laicas de clase alta dedicadas a este oficio, pues en la iglesia bizantina las mujeres tenían un importante papel en la asistencia a otras mujeres, bien en el bautismo, bien en ayuda a conversas, enfermas y pobres.
Una característica de la basílica de Ashdod, también llamada Iglesia de las Diaconisas, es que no fecha sus efemérides según el nacimiento de Cristo, sino a partir del 247 d.C., aniversario del primer milenio de la fundación de Roma.
De esta forma, la fecha que aparece en la inscripción de Gaianos y Severa es el año 169, en época del obispo Heraclio, que corresponde al año 416 d.C.; esta fecha está confirmada por que sabemos que Heraclio fue, en efecto, obispo de Azotos en el siglo V d.C. Parece ser que esta forma de datación se desarrolló en Ashdod Yam y que fue más tarde adoptada por la iglesia de la ciudad.
Pero un detalle relevante llamó la atención de los arqueólogos: la mayoría de las tumbas de la basílica se reutilizaron en una fecha posterior del siglo VI a.C, descubriendo en su interior los huesos de docenas de personas enterradas sin ceremonia alguna y cubiertas de cal, a modo de fosas comunes; así, por ejemplo, en la tumba del funcionario Theodoros encontraron los huesos revueltos de diez personas cubiertos de cal.
El deterioro y rotura que muestran las losas de las tumbas, algunas de las cuales fueron rápida y toscamente reparadas más tarde, son un indicio de su apertura y reutilización posterior. Además, por todo el templo los arqueólogos han encontrado montículos de esqueletos enterrados.
Estos enterramientos podrían ser la prueba de una pandemia de peste que se extendió por el imperio bizantino en la década del 540 d.C., conocida como la “peste de Justiniano”, que mató a millones de personas y contribuyó al declive del imperio romano de Oriente. El análisis de los restos encontrados permitirá encontrar la bacteria que produjo la muerte masiva de los enterrados y compararla con la bacteria “yersinia pestis” encontrada en un cementerio germano del siglo VI d.C. que, hasta la fecha, se cree que es la causante de la peste de Justiniano.
Una excepción a esta regla es la tumba encontrada en el ábside central que albergaba el altar mayor. De factura tardo romana anterior a la construcción del templo bizantino, probablemente la basílica fue erigida alrededor de ella para darle la importancia debida a un santo local objeto de especial veneración.
En su interior se descubrió tan solo un esqueleto, por lo que su descanso fue respetado durante la epidemia de peste; se trata de un enterramiento sencillo, sin ajuar ni utensilios, como solían ser los de los cristianos de los primeros tiempos. Se desconoce el nombre de la persona enterrada, pues los mosaicos e inscripciones del ábside han desaparecido y no se encuentra ninguna referencia a la iglesia en los documentos antiguos que conocemos.
Sin embargo, el análisis de los arqueólogos indica que la persona enterrada es una mujer, lo cual no deja de ser interesante. En Hc 8, 39-40 se relata que el diácono Felipe, después de bautizar al eunuco etíope de la reina Candice, fue transportado por el Espíritu Santo a Azotos Paralios, donde predicó el evangelio hasta llegar a Cesarea.
Más adelante, en Hc 21,9 se nos dice que Felipe tenía cuatro hijas vírgenes que profetizaban; su mención indica que posiblemente desempeñaron un importante papel en la iglesia primitiva. ¿Puede ser la mujer enterrada en la basílica de Ashdod una de las hijas del apóstol Felipe, y que fuera tan relevante para los cristianos de la época que edificaran un templo alrededor de su tumba?
Tras dos siglos de existencia, la Iglesia de las Diaconisas fue destruida por un devastador incendio ocurrido alrededor del año 600, causado bien por un terremoto natural, bien por la invasión del rey sasánida Cosroes II de los años 602-626, que acabó con la toma de Damasco y Jerusalén para los persas y el sitio de Constantinopla. El edificio se colapsó sobre sí mismo y los materiales caídos permitieron la conservación de los mosaicos y tumbas.
Tras el descubrimiento del templo, la Iglesia Ortodoxa celebró una liturgia en el lugar el pasado mes de julio para orar por los muertos; el Patriarca Ortodoxo de Jerusalén, Theophilos III, expresó su deseo de que el lugar sirva de punto de atracción de peregrinos, y solicitó a las autoridades israelíes que protegieran los restos de la iglesia, cuyo plan de conservación debe ser elaborado por la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI).
Mientras tanto, el equipo de arqueólogos ha vuelto a enterrar los restos de la basílica para protegerlos de los elementos y los saqueadores, en espera de la siguiente campaña de excavación.