Los grupos de rebeldes, que controlan el este de la ciudad, se están preparando para un cerco de varios meses.
Un proverbio sirio dice: "Quien gobierna Alepo, gobierna Siria". Efectivamente, la segunda ciudad en población de Siria, que antes de una guerra que dura ya desde hace cinco años contaba con unos 3,5 millones de habitantes, se encuentra situada en un lugar estratégicamente importante.
Quien controla esta ciudad del norte de Siria, "controla el centro del país hasta las fronteras, desde el este al oeste", corrobora el párroco de rito latino de Alepo, el padre franciscano Ibrahim Alsabagh.
El convento de los franciscanos en el barrio de Er-Ram y los centros que atienden los franciscanos han sido bombardeados repetidamente desde el comienzo de la guerra. Recientemente falleció en un bombardeo a la escuela de los franciscanos, que se emplea como centro de la tercera edad, una residente; otros dos resultaron heridos de gravedad. Desde hace días, Alepo vuelve a estar en el centro de las luchas entre grupos de rebeldes y el ejército sirio.
El convento franciscano y el barrio del oeste de Alepo, habitado por cristianos en su mayoría, también se han convertido de nuevo en blanco de los ataques. La intensidad de los combates y la amplitud de la destrucción son —según dice el padre Ibrahim— indescriptibles; desde el 8 de julio, la situación empeora de día en día.
"En tan solo cuatro horas cayeron sobre los habitantes del oeste de Alepo 250 bombas", dice el padre Ibrahim, que describe la situación como "más allá de lo que puede resistirse". Estos días, Alepo está viviendo "los peores momentos de su historia".
Durante los últimos días recibió numerosas oraciones y llamadas desesperadas; la gente reza día y noche. El ejército sirio consiguió controlar, con una ofensiva que comenzó hace una semana, el corredor de Castello al norte de Alepo y que sirve de vía de suministro.
Los grupos de rebeldes, que controlan el este de la ciudad, se están preparando para un cerco de varios meses. De este modo se han cumplido los peores temores de los cristianos de Alepo. "Esto significa que no tenemos ya posibilidad alguna de sobrevivir. Hay quien piensa que casi sería mejor morir. Dos tercios de los cristianos, si no más" han abandonado ya la ciudad, según el padre franciscano Ibrahim. Antes de la guerra Alepo, con unos 150.000 fieles, era una de las mayores comunidades cristianas de Siria. Los cristianos viven en el oeste de la ciudad, controlado por el ejército sirio, donde "al menos tienen derecho a vivir y a practicar su fe", comenta el padre Ibrahim.
Esto es difícilmente imaginable en el área de los rebeldes. Aunque no se pueda identificar exactamente a los grupos que luchan en el lado rebelde, sí que se puede atestiguar su terror. "Quien lanza bombas a casas, iglesias, escuelas y hospitales, no es un 'rebelde moderado'". El religioso sirio dirige un llamamiento muy claro a Occidente: "Cerrad las fronteras por donde llegan suministros de armas y alimentos a los combatientes. Un 95 por ciento de los suministros procede de Turquía y viene con ayuda, no de personas individuales, sino de grupos completos organizados con su logística".
A pesar de que el franciscano no quiere abandonar la esperanza de que se produzca una solución diplomática, esto es una "esperanza contra toda esperanza"; los últimos días han sido "expresión de la imposibilidad de una solución diplomática". Según comenta el párroco, entre los cristianos que aún viven allí reina una gran inseguridad unida a la decisión diaria de quedarse o escapar. "También es larga la lista de mártires", dice el padre Ibrahim, quien en vistas de la dramática situación llama a actuar: "Frente a este mal no podemos quedarnos pasivos. Nuestra respuesta clara ha de ser paciencia y un actuar positivo. Por eso ayudamos donde podemos, visitamos a enfermos y rezamos con los fieles".
Entre la ayuda que dan los cinco franciscanos en Alepo se cuentan, además de la atención pastoral, suministrar paquetes de alimentos, sufragar los gastos de electricidad y atención médica, así como para alquiler y gastos escolares. Ayuda a la Iglesia que Sufre (ACN) viene apoyando a los cristianos de Alepo desde hace muchos años. A través de socios eclesiásticos in situ financia programas para garantizar la atención de la población que sufre necesidad.
A ello vienen a añadirse ayudas para personas sin techo. Además, la Fundación Pontificia International asiste a los cristianos de Siria e Irak que están a la fuga dentro de su propio país o que se han refugiado en países vecinos como el Líbano.