La comunidad de creyentes se compone de 300 fieles autóctonos y un millar de extranjeros.
Ubicada al borde del Mar Caspio, Bakú es una hermosa ciudad. La capital reúne varios periodos históricos en una mezcla del todo oriental: la vieja ciudad con sus calles estrechas, viejos edificios y antiguas mezquitas, el barrio barroco del primer boom petrolífero de principios del siglo XX y el barrio ultramoderno del nuevo boom petrolífero, donde los arquitectos más audaces del planeta han dejado sus obras.
El país es rico e incluso muy rico gracias al petróleo, que es el que le permite abordar proyectos faraónicos. El “Dubái del Caspio” también tuvo en mente lanzarse a la creación de islas artificiales como se hace en los ricos emiratos de la Península Arábiga. El 95 % de los recursos provienen de la energía, lo cual acarrea consecuencias debido a la caída del precio del barril de petróleo. Por ello, grandes proyectos como la ampliación del suburbano se han suspendido de momento y empiezan a surgir algunas dificultades presupuestarias.
Cuando las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta llegaron en 2006 al país para atender a los pobres, se les dijo que no había pobres en Azerbaiyán. No obstante, los olvidados del sistema existen y añoran la época de la Unión soviética en la que todo el mundo recibía un mínimo.
Este país es en un 97 % musulmán, y más de dos tercios son chiíes por la influencia persa vecina. Azerbaiyán es uno de los Estados más laicos del mundo musulmán, en el que se ejerce un control sobre los diferentes grupos religiosos para frenar el aumento potencial del extremismo islámico. En esta antigua república soviética que ha vivido setenta años de comunismo y represión religiosa, la práctica religiosa era muy débil en el cambio de milenio y la sociedad estaba extremadamente secularizada. Todavía hoy, el Islam es allí muy discreto y su presencia es muy inferior a la que se puede constatar por ejemplo en París o en otras grandes ciudades francesas.
Los suníes son minoritarios: según estimaciones, representan entre un 15 y un 30 % de la población. Toda tentativa de radicalización es seguida de muy cerca por el Gobierno, que ha conservado los reflejos de desconfianza frente a la religión, pero que también comprende el riesgo de desbordamiento en el entorno actual de Oriente Próximo.
Los ortodoxos representan el segundo grupo religioso más importante, aunque no superen el 2% de la población. Antes contaban con casi medio millón de fieles, mientras que ahora son solo 200.000, debido a que la mitad de los rusos abandonaron el país tras la independencia. La Iglesia Ortodoxa tiene una eparquía en el país con una quincena de parroquias, y mantiene una buena relación con la Iglesia Católica.
En el momento del primer boom petrolífero, se construyó una iglesia católica en 1912 que después fue cerrada con la llegada de los bolcheviques en 1920 y destruida posteriormente a principios de los años treinta. De los 10.000 católicos de la época solo quedaba una docena de personas ancianas cuando la Iglesia Católica regresó en 1992.
En la actualidad, la comunidad de creyentes se compone de 300 fieles autóctonos (a menudo, matrimonios mixtos) y un millar de extranjeros (300 de ellos filipinos). Se trata, pues, de una presencia casi simbólica en el país. Como media, el culto semanal reúne a 500 personas.
Considerada al principio una secta proselitista, la Iglesia se benefició de la visita de Juan Pablo II. En aquella ocasión, el presidente del país cedió un terreno para la edificación de una iglesia consagrada a la Inmaculada Concepción. Una gran estatua de la Virgen, situada frente a la iglesia, atrae a numerosas personas, entre ellas, a muchos musulmanes, sobre todo, mujeres.
La Iglesia Católica cuenta en Azerbaiyán con una sola parroquia, con una iglesia y una capilla atendidas por seis sacerdotes. Cinco religiosas de las Misioneras dela Caridad y dos Salesianas completan el equipo de esta pequeña comunidad acompañados de un Prefecto Apostólico, Mons. Vladimir Fekete, un Salesiano eslovaco. El 29 de mayo de este año tuvo lugar en San Petersburgo la ordenación diaconal con vistas al sacerdocio del primer azerbaiyano, lo cual es una muy buena noticia para la Iglesia de Azerbaiyán y, sin duda, signo de los primeros brotes de esta presencia discreta, pero real.