El Papa Francisco retomó las audiencias generales de los miércoles en la plaza de San Pedro. A esta primera convocatoria de septiembre acudieron más de 50.000 peregrinos.
Queridos hermanos y hermanas:
Aunque ya ha pasado más de un mes, quisiera recordar en la catequesis de hoy la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. En primer lugar, doy gracias a Dios y a Nuestra Señora de la Aparecida por las gracias alcanzadas.
También quiero agradecer a los brasileños, a sus autoridades, a sus parroquias y a las familias, su fraternal acogida. Para resumir esta experiencia, les propongo tres palabras: La primera es acogida, que crea vínculos de amistad, que perduran sobre todo en la oración. La segunda es fiesta, fiesta con los hermanos, pero, sobre todo, fiesta con el Señor: Juntos hemos rezado, adorado; ha sido una fiesta de la fe. Y, finalmente la tercera: misión. Jesús envía a los discípulos: «Vayan», salgan de ustedes mismos, y lleven la luz y el amor a las periferias de la existencia. Y añade: «Yo estaré con ustedes». Sin Él no podemos hacer nada; con Él, cualquier joven puede ser una esperanza para Dios, y para los demás: ¿Quieren ser esa esperanza? ¿Se atreven a transformar el mundo, a hacerlo más justo y más hermoso? La Jornada Mundial de la Juventud nos recuerda la gran noticia de la historia: que somos amados por Dios y Jesús ha venido a salvarnos.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de oficiales venidos desde Colombia, así como a los fieles provenientes de España, Argentina, México y los demás países latinoamericanos. Invito a todos a que la acogida, la fiesta y la misión vividas en Brasil no sean un mero recuerdo, sino el alma de nuestras vidas y comunidades. Gracias.
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