Después de rezar cada uno por su cuenta, los líderes religiosos se reunieron de nuevo fuera de la Basílica de Asís.
Los 500 participantes escucharon el testimonio de esta mujer que escapó de la guerra en Siria. Es de Alepo, y recordó cómo antes de la guerra musulmanes y cristianos vivían en paz.
"Alepo, cuando pronuncio este nombre, se me encoge el corazón. Recuerdo dónde nací, dónde crecí y donde me casé...”.
El patriarca ecuménico de Constantinopla dijo que este encuentro no fue una simple conmemoración del que se realizó hace 30 años sino la renovación del compromiso por la paz.
"No puede haber paz sin respeto y reconocimiento recíproco. No puede haber paz sin justicia”.
También tomó la palabra el rabino David Brodman, que sobrevivió al Holocausto; y un musulmán, el ulema Din Syamsuddin, de Indonesia, el país con más musulmanes del mundo. También intervino el budista Morikawa Tendaizasu.
El Papa fue el último líder religioso que intervino. Primero, explicó el sentido de este encuentro.
"Nuestras tradiciones religiosas son diversas. Pero la diferencia no es para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de frío desapego. Hoy no hemos orado los unos contra los otros, como por desgracia ha sucedido algunas veces en la historia. Por el contrario, sin sincretismos y sin relativismos, hemos rezado los unos con los otros, los unos por los otros”.
Luego alertó ante miles de personas de fe del peligro de un paganismo que se infiltra también entre las religiones: el de la indiferencia ante el sufrimiento de los demás.
"Es un virus que paraliza, que vuelve inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, provocando un nuevo y triste paganismo: el paganismo de la indiferencia”.
El Papa se comprometió a que ninguna tragedia caiga en el olvido. Dijo que los líderes religiosos darán voz a quienes sufren, a quienes no tienen voz o no son escuchados. Y pidió que no se use la religión para justificar la guerra.
"No nos cansamos de repetir que nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa y no la guerra”.
"Nuestro futuro es el de vivir juntos. Por eso, estamos llamados a liberarnos de las pesadas cargas de la desconfianza, de los fundamentalismos y del odio”.
Los participantes compartieron un minuto de silencio por todas las víctimas de las guerras, y luego apoyaron un ambicioso manifiesto por la paz en el mundo.
Un compromiso que entregaron a un grupo de niños, porque el futuro que se construye hoy, será su presente.