En su primer discurso recordó los horrores de la guerra civil: «Para curar las heridas todos deben ser libres de expresarse y deben estar listos para aceptarse los unos a los otros»
Un llamado a la reconciliación y a la convivencia, la petición de que se respeten los derechos de todos y que toda la sociedad pueda expresarse libremente. Después de aterrizar, Papa Francisco pronunció su primer mensaje en el aeropuerto internacional de Colombo, en donde recordó el triste pasado de Sri Lanka, con la guerra civil que duró un cuarto de siglo, y no dejó de referirse a las heridas que siguen abiertas. Soplaba un viento cálido y húmedo en la «Perla del océano Índico» cuando llegó al obispo de Roma. Al bajar por la escalera puso escuchar y ver los movimientos de una danza tradicional cingalesa, con hombres y mujeres vestidos de blanco y con escudos variopintos. Después un coro entonó un canto de bienvenida en italiano, inglés y cingalés. Había decenas de elefantes con adornos colorados.
Comienza de esta manera el segundo viaje del Pontífice a Asia (en seis meses), signo de la enorme atención del Papa argentino por un continente en el que viven más de dos terceras partes de la población del mundo, y en el que solamente viven el 3% de los católicos del mundo, pero en donde el año pasado se celebraron más bautismos que en toda Europa.
Recibió a Francisco el nuevo presidente Maithripala Sirisena, de 63 años, elegido el pasado 8 de enero después de la derrota del su adversario el anterior presidente Maithripala Rajapaksa, que había cambiado la Constitución para poder reelegirse por segunda vez consecutivamente y que había llamado a las elecciones anticipadas a pesar de que todavía tuviera que completar su mandato de gobierno (faltaban dos años). En Sri Lanka, los budistas representan el 70% de la población, los hinduistas el 12,6%, los musulmanes el 9,7 % y los cristianos (sobre todo católicos), el 7,4 %.
«Mi tarea es favorecer la paz y la coexistencia en el país», dijo el presidente en su discurso de saludo. Papa Francisco recordó que había emprendido su viaje para reunirse con los católicos, pero también para expresar «el amor y la preocupación de la Iglesia por todos los cingaleses, y confirmar el deseo de la comunidad católica de ser activamente partícipe en la vida de esta sociedad».
«Es una constante tragedia de nuestro mundo que muchas comunidades estén en guerra entre ellas. La incapacidad de reconciliar las diferencias y las discordias, antiguas o nuevas, ha hecho surgir tensiones étnicas y religiosas, acompañadas frecuentemente de explosiones de violencia. Durante muchos años, Sri Lanka conoció los horrores del enfrentamiento civil, y ahoraestá tratando de consolidar la paz y de curar las heridas de esos años».
Para dejar atrás «la amarga herencia de injusticias, hostilidades y difidencias», es necesario superar «el mal con el bien» y cultivar la «reconciliación, la solidaridad y la paz». Pero Francisco añadió que «el proceso de curación exige incluir el perseguir la verdad», no para abrir «viejas heridas, sino más bien como medio necesario para promover su cura, la justicia y la unidad».
«Estoy convencido -dijo el Papa- de que los seguidores de las diferentes tradiciones religiosas tienen un papel esencial que desempeñar en el delicado proceso de reconciliación y de reconstrucción que está en curso en este país. Para que esto suceda, es necesario que todos los miembros de la sociedad trabajen juntos, que todos tengan voz. Todos deben ser libres de expresar las propias preocupaciones, las propias necesidades, las propias aspiraciones y los propios temores. Pero, sobre todo, deben estar listos para aceptarse los unos a los otros, respetando las legítimas diferencias y aprendiendo a vivir como una única familia».
«La gran obra de reconstrucción -explicó- debe incluir la mejora de las infraestructuras y ocuparse de las necesidades materiales, pero también, y sobre todo, debe promover la dignidad humana, el respeto de los derechos del hombre y la plena inclusión de cada uno». Francisco dijo que espera que los dirigentes políticos, religiosos y culturales del país, «midiendo cada palabra y cada acción sobre el bien y sobre la curación que vendrá, ofrezcan un aporte duradero al progreso material y espiritual del pueblo».