“El testimonio: un cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esa luz en el candelabro de su vida”
El corazón del cristiano es magnánimo porque es hijo de un Padre de alma grande y abre los brazos para acoger a todos con generosidad. Así lo ha indicado el papa Francisco esta mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, en el día en el que la Iglesia celebra la memoria litúrgica de santo Tomás de Aquino. Han participado en la eucaristía algunos sacerdotes que han celebrado con el Papa el 50º aniversario de su ordenación.
“El misterio de Dios es luz”, ha asegurado el Santo Padre comentado el Evangelio del día en el que Jesús nos dice que la luz no llega “para ponerse bajo el celemín o bajo la cama, sino para ponerse en el candelabro, para iluminar”.
El Pontífice ha explicado que esta es una de las características del cristiano, que ha recibido la luz en el Bautismo y debe darla. “Un cristianismo que lleva esta luz, debe hacerla ver porque él es un testigo”. Cuando un cristiano –ha asegurado– prefiere no mostrar la luz de Dios sino que prefiere las propias tinieblas, estas le entran en su corazón porque tiene miedo de la luz. Y de los ídolos, que son tinieblas, le gustan más, entonces le falta algo y no es un verdadero cristiano. El Santo Padre ha subrayado “el testimonio: un cristiano es un testigo. De Jesucristo, Luz de Dios. Y debe poner esa luz en el candelabro de su vida”.
Otra característica del cristiano –ha añadido– es la magnanimidad, porque es hijo de un padre magnánimo, de alma grande. “El corazón cristiano es magnánimo. Es abierto, siempre. No es un corazón que se cierre en el propio egoísmo. O al menos cuenta: hasta aquí, hasta acá. Cuando tú entras en esta luz de Jesús, cuando tú entras en la amistad de Jesús, cuando te dejas guiar por el Espíritu Santo, el corazón se hace abierto, magnánimo…”
Y ha proseguido: “El cristiano, a ese punto, no gana: pierde. Pero pierde para ganar otra cosa, y con esta ‘derrota’ de intereses, gana a Jesús, gana haciéndose testigo de Jesús”.
Por otro lado, el papa Francisco se ha dirigido a los que, entre los presentes, celebran el 50 aniversario de sacerdocio. “Para mí es una alegría celebrar hoy entre vosotros, que cumplís el 50º aniversario de vuestro sacerdocio: 50 años enel camino de la luz y del testimonio, 50 años buscando ser mejores, buscando llevar la luz en el candelabro: a veces se cae, pero vamos una vez más, siempre con esa voluntad de dar luz, generosamente, es decir con el corazón magnánimo”. Solamente Dios y vuestra memoria –ha indicado– saben cuánta gente habéis recibido con magnanimidad, con bondad de padres, de hermanos… A cuánta gente que tenía el corazón un poco oscuro habéis dado luz, la luz de Jesús. De este modo, el Santo Padre les ha dado las gracias, “gracias por lo que habéis hecho en la Iglesia, por la Iglesia y por Jesús”.
Para finalizar su homilía, Francisco ha pedido que “el Señor os dé la alegría, esta alegría grande de haber sembrado bien, de haber iluminado bien y de haber abierto los brazos para recibir a todos con magnanimidad”.