Denuncia que «¡los campos de refugiados son campos de concentración!»
En una plegaria sobrecogedora, el Papa Francisco ha afirmado que los mártires de hoy «son la sangre viva de la Iglesia, son los testigos que sacan adelante a la Iglesia», y ha implorado «A ti, Señor, la gloria; a nosotros la vergüenza».
La visita al santuario de los mártires de los siglos XX y XXI -erigido por san Juan Pablo II en la basílica de San Bartolomé de la Isla Tiberina y confiado a la Comunidad de San Egidio-, tuvo momentos conmovedores como el testimonios de Roselyne, la hermana del sacerdotes francés Jacques Hamel, asesinado en 2016 cuando iba a celebrar la santa misa, o el de Karl, hijo del pastor evangélico Paul Schneider, asesinado en el campo de concentración de Buchenwald en 1939.
El Papa ha afirmado en su homilía que los mártires «sufren y dan su vida, y nosotros recibimos la bendición de Dios gracias a su testimonio». Según Francisco, «el poder del diablo» es fuerte, «nos odia y suscita la persecución que, desde los tiempos de Jesús y de la Iglesia naciente, se prolonga hasta nuestros días».
Visiblemente emocionado, el Santo Padre ha exclamado «¡cuántas comunidades cristianas sufren hoy persecución! ¿Por qué? Por el odio del mundo».
Al margen del texto escrito, el Papa ha relatado su encuentro en el campo de refugiados de la isla de Lesbos con un hombre de unos treinta años con tres hijos: «Me dijo “soy musulmán y mi mujer era cristiana. Los terroristas llegaron y nos preguntaron nuestra religión. Vieron el crucifijo de ella y le dijeron que lo tirase. Como no lo hizo, la degollaron delante de mí. ¡Nos queríamos tanto! Este es el icono de martirio que hoy traigo como ofrenda».
Visiblemente dolorido, Francisco ha continuado: «No sé si ese hombre sigue en Lesbos o ha conseguido llegar a otro lugar, salir del campo de concentración. ¡Los campos de refugiados son muchas veces campos de concentración! Parece que los acuerdos internacionales son más importantes que los derechos humanos».
El Papa ha mencionado también en su homilía el martirio del servicio cotidiano, pues «hay tantos mártires escondidos, esos hombres y mujeres fieles a la fuerza mansa del amor, a la voz del Espíritu Santo».
Según Francisco, «la herencia viva de los mártires nos da hoy a nosotros paz y unidad», y ha concluido pidiendo al Señor: «Derrama tu misericordia sobre la humanidad, protege a los cristianos perseguidos, concede la paz al mundo entero». En las plegarias se ha hecho memoria de mártires contemporáneos, como los 46 cristianos coptos egipcios asesinados por terroristas suicidas el pasado Domingo de Ramos en iglesias de Tanta y Alejandría.
El Papa ha visitado las capillas donde se muestran reliquias de mártires del siglo XX y XXI como, por ejemplo, una carta del pastor evangélico Paul Schneider (1939), un breviario de san Pedro Poveda (1936), un fragmento del rosario del primer beato gitano Ceferino Jiménez Malla «el Pelé» (1936), un cáliz del sacerdote italiano Andrea Santoro (2006), la biblia del ministro paquistaní Shabaaz Bhatti, o el breviario del padre Jacques Hamel (2016).
El Santo Padre rendirá de nuevo homenaje a los mártires de nuestro tiempo el próximo viernes en El Cairo cuando visite la iglesia de San Pedro, contigua a la catedral copta de San Marcos, donde el 11 de diciembre de 2016 un terrorista suicida causó la muerte a dos docenas de fieles que asistían a una ceremonia.