El pontífice se reunió con numerosos enfermos y con miembros de la Unión Nacional Italiana del transporte por enfermedad a Lourdes y a santuarios internacionales (Unitalsi, en sus siglas en italiano) en el aula Paolo VI del Vaticano, con ocasión del 110 aniversario del nacimiento de la asociación.
Ciudad del Vaticano, 10 de noviembre, 2013 (Religión en Libertad)
Tras su discurso, el Papa bajó del estrado y una gran avalancha de gente -en el aula se encontraban unos mil enfermos- se acercó a él poniendo a los servicios de seguridad vaticanos en aprietos.
Francisco, sin inmutarse, recorrió cada fila del Aula Paolo VI y saludó uno a uno a todos los enfermos, la mayoría de ellos en silla de ruedas, que lo abrazaron -algunos se aferraron a él con fuerza-, besaron y a los más graves les impuso las manos en su cabeza, realizando una breve oración de sanación.
Muchos le entregaron cartas, le enseñaron fotos, le regalaron libros y le hicieron confidencias. "Bendice a nuestros hijos", exclamaron algunos padres de niños enfermos.
Un menor de unos 8 años le entregó un solideo blanco que Jorge Mario Bergoglio se colocó enla cabeza y le regaló el suyo.
Ante el regocijo general y en un clima de emoción con muchas lágrimas, el Papa, de 76 años, tuvo para todos, una caricia, una palabra o un beso, que reconfortó a los enfermos, voluntarios, monjas y peregrinos asistentes a la inmensa aula vaticana.
En su discurso dijo a los enfermos que no se avergüencen de ser "un tesoro precioso para la Iglesia" y que no se consideren solo un objeto de solidaridad y de caridad, sino que deben sentirse parte de pleno derecho de la acción apostólica. "El contexto cultural y social se inclina más bien a esconder la fragilidad física, a considerarla solo como un problema", aseguró.
Para favorecer la real integración de los enfermos en la comunidad cristiana y suscitar en ellos un fuerte sentido de pertenencia, es necesaria una pastoral que les incluya en las parroquias y asociaciones, refirió.
Se trata de valorar la presencia y el testimonio de las personas frágiles y dolientes "no sólo como destinatarias de solidaridad y caridad, sino como seres integrados de pleno derecho en la vida y en la misión de la Iglesia", aseveró.
Vuestra presencia "silenciosa pero más elocuente que tantas palabras, vuestra oración, la oferta cotidiana de vuestro sufrimiento en unión a aquella de Jesús crucificado para la salvación de mundo, y la aceptación paciente y también alegre de la vuestra condición son una respuesta espiritual, un patrimonio de cada comunidad cristiana", concluyó el papa.
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“Queridos hermanos y hermanas, les saludo con afecto, especialmente a las personas enfermas y discapacitadas, acompañadas por los voluntarios, a los asistentes eclesiásticos, a los responsables de las sección y al presidente nacional, a quienes les agradezco por su palabras.
La presencia de cardenales, obispos y personalidades institucionales es un signo del aprecio que la Unitalsi encuentra en la Iglesia y en la sociedad civil.
Desde hace 110 años vuestra asociación se dedica a las personas enfermas o en condiciones de fragilidad, con un estilo típicamente evangélico. De hecho vuestra obra no es asistencialismo o filantropía, sino un genuino anuncio del evangelio de la caridad y del ministerio de consolación.
Pienso a los tantos socios de la Unitalsi esparcidos por toda Italia: son hombres y mujeres, mamás y papás, y tantos jóvenes que movidos por el amor de Cristo y su ejemplo de Buen Samaritano, delante del sufrimiento no voltean la cara para el otro lado. Al contrario buscan tener una mirada que acoge, una mano que levanta y acompaña, palabras de confort, abrazos de ternura. No se desanimen por las dificultades y el cansancio, sino por el contrario sigan donando su tiempo, sonrisa y amor a los hermanos y hermanas que tienen necesidades.
Que cada personas enferma y frágil pueda ver en los rostros de ustedes, el rostro de Jesús; y que también ustedes puedan reconocer en la persona que sufre la carne de Cristo. Los pobres, también los pobres de salud son una riqueza para la Iglesia; y ustedes de la Unitalsi, junto a tantas realidades eclesiales, han recibido el don y el empelo de recoger esta riqueza, para ayudar a valorizarla, no solamente para la misma Iglesia, sino para toda la sociedad.
En el contexto cultural y social de hoy es más bien tendiente a esconder la fragilidad física, a considerarla solamente un problema, que pide resignación o falsa piedad o a veces el descartar las personas.
La Unitalsi está llamada a ser signo profético y a ir contra esta lógica mundana, ayudando a quienes sufre a ser protagonistas de la sociedad, en la Iglesia y también en la misma asociación. Para favorecer la real inserción de los enfermos en la comunidad cristiana y suscitar en ellos un fuerte sentido de pertenencia es necesaria una pastoral inclusiva en las parroquias y en las asociaciones. Se trata de valorizar realmente la presencia y testimonio de las personas frágiles y que sufren, no solamente como destinatarias de la obra evangelizadora, pero como sujetos activos de esta misma acción apostólica.
Queridos hermanos y hermanas enfermos, no se consideren solamente como objeto de solidaridad y de caridad, pero siéntanse insertados a pleno título en la vida y en la misión de la Iglesia. Ustedes tienen un lugar propio, un rol específico en la parroquia y en cada ámbito eclesial.
La presencia silenciosa de ustedes es más elocuente que tantas palabras, la oración de ustedes, la oferta cotidiana de los sufrimientos en unión con las de Jesús crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y también gozosa de la condiciones, son un recurso espiritual, un patrimonio para cada comunidad cristiana. Nos se avergüencen de ser un tesor precioso de la Iglesia.
La experiencia más fuerte que la Unitalsi vive durante el año es la peregrinación a los santuarios marianos, especialmente al de Lourdes. También vuestro estilo apostólico y vuestra espiritualidad se refieren a la Virgen santa. ¡Descubran nuevamente las razones más profundas! En particular imiten la maternidad de María, la atención materna que ella nos dedica a cada uno de nosotros. En el milagro de las bodas de Caná, la Virgen se dirige a los siervos y les dice: “Todo lo que les diga, háganlo” y Jesús ordena a los siervos de llenar con agua las ánforas y el agua se vuelve vino, mejor del que habían servido hasta ese momento.
Esta intervención de María junto a su Hijo, muestra la cultura de esta Madre hacia los hombres. Es el cuidado atento a nuestras necesidades más reales: ¡María sabe qué necesitamos! Ella se ocupa de cuidarnos, intercediendo junto a Jesús y pidiendo para cada uno de nosotros el don del ´vino nuevo´, o sea el amor, la gracia que nos salva. Ella intercede siempre y reza por nosotros, especialmente en el momento de la dificultad y de la debilidad, en el momento de la angustia y del desorientamiento, especialmente en la hora del pecado. Por ello, en la oración del Ave María, le pedimos “ruega por nosotros pecadores”.
Queridos hermanos y hermanas, encomendémonos siempre a la protección de nuestra Madre celeste, que nos consuela e intercede por nosotros junto a su Hijo. Nos ayude Ella a ser ante quienes encontremos en nuestro camino, un reflejo de Aquel que es “Padre misericordioso y Dios de cada consolación”.