Como recuerdan los belenistas, algunas de estas figuras han estado desde el principio (como la mula y el buey), pese a que nunca han sido mencionadas en los relatos de Lucas y Mateo, como recordaba Benedicto XVI en aquella publicación –la última obra de una trilogía dedicada a la vida de Jesús de Nazaret–.
«El pesebre es el cumplimiento del Antiguo Testamento», explica Íñigo Bastida, presidente dela Federación Española de Belenistas. Por eso muchos de los detalles y figuras que no aparecen en los evangelios se han ido incorporando durante el paso de los años por las interpretaciones que la tradición cristiana ha ido haciendo del Antiguo Testamento y algunos evangelios apócrifos, indica Bastida, quien además recuerda que el belenismo cuenta con una tradición «de ocho siglos de historia» y es «el arte popular por excelencia».
Benedicto XVI señala que, según relata el Evangelio de Lucas, Jesús nació en un pesebre porque no había sitio para él en la posada. «Esto debe hacernos pensar -reflexiona el Papa emérito- y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento él no pertenece a ese ambiente que según el mundo es importante y poderoso. Y, sin embargo, precisamente este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso, como aquel de quien a fin de cuentas todo depende».
El Papa emérito recuerda en su libro que fue un ángel el que anunció a los pastores que había nacido Jesús. Según el relato de Lucas «en torno al ángel apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres en quien él se complace”».
Benedicto XVI señala que el evangelista dice que los ángeles «hablan», sin embargo, él puntualiza que «para los cristianos estuvo claro desde el principio que el habla de los ángeles es un cantar, en el que se hace presente de modo palpable todo el esplendor de la gran alegría que ellos anuncian».
Benedicto XVI recuerda en su libro que «el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen» pero en el relato de los evangelios de Lucas y Mateo sobre el nacimiento de Jesús «no habla en este caso de animales». «La Iglesia -explica- ha leído con toda naturalidad el relato de la Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3 y de este modo llegaron al pesebre el buey y el asno». En el Antiguo Testamento, el profeta Isaías dice: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo».
La tradición belenista recuerda además que fue San Francisco de Asís quien recuperó la mula y el buey en aquel primer Belén que montó en la Nochebuena de 1223 como símbolo del amor del nuevo pueblo de Israel (la Iglesia) que sí reconoce al Señor. Según los belenistas, «la presencia de la mula y el buey nos ayuda a entender que las expectativas de los profetas en el Antiguo Testamento se cumplen en Belén».
Sobre los pastores, el Papa emérito señala en su libro que el relato de Lucas recuerda que «los primeros testigos del gran acontecimiento son pastores que velan». «Jesús nació fuera de la ciudad, en un ambiente en que por todas partes en sus alrededores había pastos a los que los pastores llevaban sus rebaños -explica-. Era normal por tanto que ellos, al estar más cerca del acontecimiento, fueran los primeros llamados al pesebre». Para Benedicto XVI los pastores «representaban a las almas sencillas, los pobres, los predilectos del amor de Dios».
Benedicto XVI explica que entre los años 7 y 6 antes de Cristo, que hoy se considera el momento verosímil del nacimiento de Jesús, se produjo una conjunción de los planetas Júpiter, Saturno y Marte en el signo zodiacal de Piscis. Según el astrónomo Johannes Kepler, a ese fenómeno, reflejado también en «tablas cronológicas chinas» se añadió la aparición de una supernova creando un acontecimiento astronómico muy singular.
El Papa emérito también señala que la paradoja de que Jesús haya nacido seis años antes de la «era cristiana» se debe a un error de cálculo del monje Dionisio el Pequeño, quien hizo en el siglo VI la conversión del calendario basado en la coronación del emperador Diocleciano a uno nuevo centrado en el nacimiento de Jesucristo.
En el caso de los Reyes Magos, Benedicto XVI recuerda una vez más que, como en el caso de la mula y el buey, la tradición ha ido enriqueciendo la figura de los Reyes Magos. En un principio, y según relata el Evangelio de Mateo, las personas que iban a adorar a Jesús eran Magos de Oriente.
Sin embargo, en el Salmo 72 y en el Libro del profeta Isaías en el Antiguo Testamento se menciona «a unos reyes que venían de Oriente y le traían regalos». «El pesebre es el cumplimiento del Antiguo Testamento y por eso se ha quedado como los Reyes Magos de Oriente», explica el profesor de Nuevo Testamento de la Universidad San Dámaso, Andrés García Serrano.
El Papa además señala que «los hombres de los que habla Mateo no eran únicamente astrónomos». Eran «sabios»; representaban «el dinamismo inherente a las religiones de ir más allá de sí mismas; un dinamismo que es la búsqueda del verdadero Dios». Para Benedicto XVI estos hombres son «precursores de los buscadores de la verdad propios de todos los tiempos».
También precisa que aunque «no pertenecían exactamente a la clase sacerdotal persa, tenían sin embargo un conocimiento religioso y filosófico que se había desarrollado y aún persistía en aquellos ambientes».
El Papa emérito explica que «ante el niño regio, los Magos adoptan la proskýnesis, es decir, se postran ante él». De ahí se explican los dones que ofrecen los Magos. «No son dones prácticos, que en aquel momento tal vez hubieran sido útiles para la Sagrada Familia», dice Benedicto XVI en su libro.
Los dones son «un reconocimiento de la dignidad regia de aquel a quien se ofrecen». El oro (hacía referencia a la realeza de Jesús), el incienso (al Hijo de Dios) y la mirra (al misterio de su Pasión).