Formas “desconcertantes” de ataque del demonio
“La Iglesia ha tenido desde siempre que lidiar con divisiones y pecados, aunque hoy asistimos a formas desconcertantes, porque uno no se las esperaría. Cuando se hacen más evidentes las tentativas diabólicas para desgarrar el vestido de la Esposa de Cristo, hay que recurrir a la oración, que es fuente de comunión y de paz. Y el Rosario es una forma probada de oración, tanto personal como comunitaria”, afirma el sacerdote montfortano Corrado Maggioni. Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos –un nombramiento de Francisco–, es profesor en la Pontificia Facultad Teológica Marianum y en el Pontificio Instituto Litúrgico San Anselmo de Roma. Y ha dedicado a la Virgen numerosas publicaciones.
El religioso explica en Avvenire el sentido de la iniciativa lanzada por Bergoglio. “Que el Papa señale una intención especial de oración, en particular en octubre, mes del Rosario, es una práctica conocida. Este año Francisco recomendó acudir a la ayuda de la Madre de Dios y de San Miguel Arcángel con el fin de no quedar atrapados en los lazos del diablo ‘que busca siempre separarnos de Dios y separarnos entre nosotros’. Las divisiones en la Iglesia siempre hacen el juego al diablo, una palabra griega que significa ‘el que divide’. La misión el diablo, en efecto, es justo provocar confusión, distorsionar la visión de las cosas, desacreditar, insinuar la sombra allí donde resplandece la luz”.
La invitación del Pontífice se inserta en el corazón del mes del Rosario por excelencia, octubre. De hecho, el 7 de octubre se celebra la memoria litúrgica de la Santísima Virgen María del Rosario. “Este vínculo remonta al siglo pasado –aclara el padre Maggioni-. Tras las apariciones de Lourdes (1858), en las que María se apareció con el Rosario en las manos, se abrió camino la costumbre de rezarlo todos los días de octubre con motivo de coincidir en este mes la evocación de la Virgen del Rosario, que se celebra hoy el 7 de octubre.
Esta costumbre, alabada por el Beato Pío IX, quien le asoció indulgencias, se difundió en toda la Iglesia con León XIII, quien lo hizo obligatorio en los días de octubre en todas las iglesias, indicando el rezo del Rosario como la vía segura para implorar de Dios, con la potente intercesión de María, serenidad y paz para la Iglesia y para la sociedad. Ése fue el periodo en el que el rezo del Rosario, a partir del mes de octubre, se difundió habitualmente en las familias más fervientes como cotidiana oración vespertina”.
Y en este escenario de 2018 la oración, en particular el Rosario, es propuesta por el Papa Francisco como fuerza par vencer al “gran acusador”.
“Es verdad”, subraya el mariólogo de la Compañía de María, la congregación más comúnmente conocida como los montfortianos, “la oración es fuerza porque permite recibir la fuerza del Espíritu de Cristo, vencedor del Maligno. Según las palabras de Jesús, el Espíritu Santo es nuestro abogado, el defensor seguro, quien impide al acusador, que es precisamente el diablo, dar vueltas por el mundo cobrándose víctimas”.
Y el padre Maggioni insiste en que se sepa: “Hoy las noticias diabólicas, es decir, que buscan la división, dan la vuelta al mundo en pocos minutos, envenenando los corazones. La oración es el modo del que disponemos para conectarnos con el Espíritu de Dios que trabaja para unir, suscitar concordia, crear armonía. Sin duda es sobre todo la misa dominical la que nos permite nutrirnos del Espíritu de Cristo. A su luz, también el Rosario, con las repeticiones de Padrenuestros, Avemarías y Glorias, meditando los misterios de la vida de Cristo, nos ayuda a custodiar la unión con Él y a huir de las garras del ‘gran acusador’”.
La más antigua oración mariana
Del Papa llega también una sugerencia más. Bergoglio pide que al final del rezo del Rosario, nos volvamos a la Virgen con la invocación Sub tuum praesidium.
“Es la más antigua oración mariana, difundida por Oriente y Occidente, encontrada en 1927 sobre un papiro egipcio de finales del siglo III, que dice: ‘Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios’ –observa el subsecretario de la Congregación para el Culto Divino-. Su valor doctrinal es relevante porque aparece el título Theotokos, es decir, Madre de Dios, antes de su reconocimiento en el Concilio de Éfeso en 431. También es evidente su valor como culto, porque es una súplica dirigida directamente a María. Aunque ignoramos qué prueba la habrá inspirado, está claro que era un recurso común de los fieles a la Madre de Dios, seguros de que ella los ayudaría a causa de su maternidad divina. Buscar la protección de María no contradice el refugiarse en Dios, es más, lo facilita. ¿Dónde encontrar a Dios sino en aquella que nos lo ofreció como salvador y liberador del maligno? María es la casa en la que Dios mismo ha hecho morada. Buscamos refugio en ella para no engañarnos, arriesgándonos a buscar al liberador allí donde no se encuentra. Desde aquí se eleva la conmovedora invocación: ‘No desoigas nuestras súplicas en las necesidades que te presentamos y líbranos de todos los peligros’. Se suplica a la ‘Virgen gloriosa y bendita’ seguros de que, en lo que de ella dependa nuestra liberación del mal, no puede no concederlo y socorrer a quien la invoca. El Papa nos llama pues a pedir a María que ponga la Iglesia bajo su manto ‘para defenderla de los ataques del maligno, el gran acusador, y hacerla, al mismo tiempo, cada vez más consciente de las culpas, de los errores, de los abusos cometidos en el presente y en el pasado y comprometida a luchar sin ninguna vacilación para que el mal no prevalezca’”.
avvenire