Es un fresco que representa la adoración de los Reyes Magos. Está
Un año de minuciosa restauración con láser ha desvelado lo que se escondía tras una densa capa de cal negra y suciedad. Son pinturas que hablan de la transición del mundo romano pagano al cristiano.
CARD. GIANFRANCO RAVASI. Presidente, Pontificia Comisión Arqueología Sacra
"Primero nos hablan de la importancia del diálogo entre el mundo clásico romano y el mundo cristiano que estaba naciendo. De hecho, Cristo está representado en las catacumbas con la imagen de Orfeo, que atrae a las almas, un modo de establecer un puente de diálogo entre culturas diferentes, tan importante en nuestro tiempo”.
Prueba de esta transición son frescos como este. Una mujer, Sabina, ofrece vino a sus invitados recostados en un triclinium. No hay ningún tipo de referencia religiosa. No es más que una escena de la vida cotidiana en la antigua Roma.
Unos metros más adelante está Orfeo, símbolo pagano reconvertido al cristianismo y que representa al propio Cristo.
La catacumba es una auténtica pinacoteca paleocristiana. Ha recuperado todo su esplendor, curiosamente, gracias a la contribución de Azerbayán, un país de mayoría musulmana chiíta.
CARD. GIANFRANCO RAVASI. Presidente, Pontificia Comisión Arqueología Sacra
"Es algo significativo en estos momentos en los que se ve al islam y al cristianismo enfrentados a causa del fundamentalismo. Y aquí lo que vemos es un ejemplo estupendo de colaboración”.
San Marcelino y Pedro es una de las catacumbas más antiguas de Roma y también de las más desconocidas. Data del siglo I después de Cristo y se usó hasta el siglo IX. Por eso, abarca una extensión de unas dos hectáreas y varios pisos. Sus pinturas y laberínticos pasillos y galerías son uno de los mejores testimonios de la antigua y rica presencia del cristianismo en la Ciudad Eterna.