El encuentro de Juan Pablo II con los primeros cristianos
Quo vadis: el encuentro de Juan Pablo II con la Roma cristiana
Esta novela, del escritor polaco Henryk Sienkiewicz, acercó a Karol Wojtyla al mundo de los primeros cristianos
En la homilía de inauguración de su pontificado, el 22 de octubre de 1978, Juan Pablo II se refirió a un conocido nexo entre Polonia y Roma, que forma parte de la cultura popular cristiana en todo el mundo: la novela Quo vadis, del Premio Nobel Henryk Sienkiewicz, quien acercó a Wojtyla al mundo de los primeros cristianos.
Juan Pablo II venía de un mundo, el comunista, en el que no se amaba realmente la cultura, sino que ésta estaba al servicio de la manipulación política, lo que no era extraño, porque el comunismo reducía la cultura a una superestructura más. Sólo le importaban las relaciones materiales de producción. La consecuencia fue un empobrecimiento del pensamiento y que historiadores, poetas o filósofos vivieran siempre bajo sospecha en aquel régimen.
Sin embargo, Karol Wojtyla, desde los años de la ocupación nazi de Polonia, tenía muy claro que el hombre vive una vida verdaderamente humana gracias a la cultura. Fue la cultura la que hizo que Polonia sobreviviera cuando desapareció como Estado, durante más de un siglo, y también la que la hizo resistir a los totalitarismos del siglo XX que pretendían injertarle raíces tan ajenas como deshumanizadoras.
El catolicismo, que impregna la cultura polaca, tiene su referente universal en Roma; no la de los Césares, que un polaco podría asociar a las tiranías que conoció a lo largo de la Historia, sino la Roma cristiana, en la que los primeros creyentes encuentran la libertad en Cristo con la fuerza del amor. Por eso, en la homilía de inauguración de su pontificado, el 22 de octubre de 1978, Juan Pablo II se refirió a un conocido nexo entre Polonia y Roma, que forma parte de la cultura popular cristiana en todo el mundo.
Me refiero a la novela Quo vadis, del Premio Nobel Henryk Sienkiewicz, basada en una antigua tradición presente en una capilla de la Vía Apia, junto a la puerta de San Sebastián, y que el Pontífice recordaba en estos términos: «Según una tradición (que ha encontrado también una magnífica expresión literaria en una novela de Henryk Sienkiewicz), durante la persecución de Nerón, Pedro quería abandonar Roma. Pero el Señor ha intervenido: le ha salido al encuentro. Pedro se dirige a Él diciendo: Quo vadis, Domine? -¿Dónde vas, Señor?-. Y el Señor le responde enseguida: Voy a Roma para ser crucificado por segunda vez. Pedro volvió a Roma y permaneció aquí hasta su crucifixión».
Tres décadas antes, Karol Wojtyla, recién ordenado sacerdote, había alcanzado una de sus ilusiones: ir a Roma, un ideal vislumbrado desde las lecturas de su infancia. Esta confidencia la hizo a un grupo de jóvenes, durante la celebración del Miércoles de Ceniza, de 1984, en las catacumbas de San Calixto.
Su primer encuentro con la Ciudad Eterna, en noviembre de 1946, fue el culmen de una preparación: «Me preparé sobre todo con la lectura de un libro que, aunque fue escrito por un autor polaco, está enteramente dedicado a la Roma de los primeros cristianos: Quo vadis. Nos encontramos muy cerca de aquel lugar en el que Cristo ha salido al encuentro de Pedro y le ha pedido volver a Roma, precisamente en el período de persecución». La novela representó, sin duda, un gran acercamiento de Wojtyla al mundo de los primeros cristianos. Fueron precisamente las catacumbas y las primeras basílicas cristianas las que le hicieron reconocer la Roma que vivía en su alma, tal y como reconociera en la citada alocución cuaresmal.
En lo alto, la Cruz
También conviene recordar que la basílica de San Pedro está construida en el área del circo de Nerón, donde muchos cristianos sufrieron el martirio, como el propio Apóstol. El obelisco, en el centro de la plaza desde el siglo XVI, fue testigo de aquellos acontecimientos, pero hoy simboliza algo que supera el devenir de los siglos.
Bastó con colocar una cruz en lo alto del monumento, según recordaba Juan Pablo II, con motivo del estreno de una versión cinematográfica de Quo vadis, dirigida por el polaco Jerzy Kawalerowicz, en 2001: «En la cima del obelisco destaca la cruz, como para recordarnos que el cielo y la tierra pasarán, con los imperios y los reinos humanos, pero Cristo permanece: Él es el mismo ayer, hoy y siempre».
Por otra parte, Quo vadis es una novela que puede ser percibida como una expresión de fe, escrita por un autor que había participado del positivismo a la moda y que creía en el resurgir paralelo del cristianismo y de una Polonia subyugada. Mas sería erróneo considerar el libro como un ejemplo de una fe sentimental, pues subraya una realidad ineludible: el cristianismo no es una religión entre tantas del Panteón romano, sino que exige acomodar la conducta a la fe profesada. Plantea al hombre cuestiones trascendentales. De ahí que Juan Pablo II hiciera otra lectura de la conocida pregunta: ¿Quo vadis, homo? ¿Vas al encuentro de Cristo, o sigues otros caminos que te llevan lejos de Él y de ti mismo?