A los sacerdotes que lo invitaban a que se tomara unas vacaciones, el cardenal de Milán Alfredo Ildefonso Schuster les decía, sonriendo, que habría tenido todo el tiempo necesario para descansar en el más allá. Francisco, el Papa jesuita con una agenda que dejaría exhausto a cualquier cuarentón, parece inspirarse en este modelo, aunque sus 77 años a veces lo obliguen a cancelar algunas citas, como sucedió el viernes pasado con la visita al hospital romano Gemelli.
«Él es quien decide su agenda», explicó a “La Stampa”-Vatican Insider el padre Federico Lombardi, «y tiene un ritmo de vida muy intenso porque se siente llamado al servicio del Señor con todas sus fuerzas. Ni siquiera cuando era arzobispo de Buenos Aires se iba de vacaciones». Bergoglio no se detiene ni siquiera el día de la semana dedicado tradicionalmente al descanso de los Papas, el martes (durante el cual sus predecesores no tenían audiencias ni compromisos particulares). En lugar de descansar los martes por la mañana, aprovecha para los encuentros pendientes. «Francisco sigue el estilo de vida activo de San Ignacio, que en las constituciones de la orden definió a los jesuitas “obreros en la viña del Señor”; por ello –observó Lombardi– se dedica con tal fuerza a su misión, incluso más allá de las propias fuerzas».
Durante los últimos cien años, las agendas de los Papas se han llenado exponencialmente de compromisos, citas públicas y discursos. Una ojeada a las estadísticas puede ayudar a comprenderlo mejor. La cita más significativa del Pontificado de Francisco, la misa cotidiana, con todo y homilía, celebrada por las mañanas en Santa Marta, ante unos sesenta fieles, representa una novedad absoluta. Sus predecesores también decían misa todos los días en la capilla privada del apartamento pontificio, pero no predicaban y ni lo hacían frente a una cámara de televisión ni a los micrófonos de la Radio Vaticana. Si se sentían mal o estaban indispuestos, si llegaban un poco tarde, nadie, o casi nadie, se habría dado cuenta. Desde marzo de 2013 hasta hoy, Francisco ha celebrado en la capilla de Santa Marta 229 misas, con igual número de homilías, y se ha detenido a saludar personalmente a cada uno de los fieles presentes; se estima (siendo poco generosos) que Francisco ha saludado solamente en estas citas matutinas a alrededor de 12 mil personas. Las grandes celebraciones litúrgicas que el Papa ha presisido en Roma o en sus viajes han sido 95. Las homilías que ha pronunciado durante estas ocasiones han sido 73.
Desde marzo de 2013, Francisco ha escrito una encíclica (“Lumen fidei”) y una exhortación apostólica (“Evangelii gaudium”), tres cartas apostólicas y cuatro “Motu proprio”, 45 cartas oficiales. Ha pronunciado o enviado 55 mensajes (entre ellos, varios vídeo-mensajes). Desde que fue elegido, Bergoglio ha pronunciado 231 discursos, sin contar sus palabras durante los Ángelus, que han sido 73. Aunque, como se sabe, el Pontífice cuenta con la colaboración de algunas personas para escribir sus textos, es él quien predispone sus indicaciones.
Otra innovación tiene que ver con las audiencias de los miércoles. Francisco, hasta el día de hoy, ha sostenido 54. Los cálculos de la Prefectura de la Casa Pontificia hablan de más de 6 millones de presencias, entre los Ángelus y las Audiencias generales. El Papa dedica mucho tiempo al encuentro con los fieles que asisten a la Plaza San Pedro. Da vuelta en su vehículo descubierto para saludar a todos y acercarse a los que están más lejos, incluso durante el invierno. Estos encuentros, debido a la gran participación de los fieles, siempre se han llevado a cabo en la Plaza. Las horas que ha pasado al aire libre solamente en estas ocasiones (llueva, truene o relampaguee) han sido por lo menos 150. Y, a veces, el Papa se ha presentado, a pesar de estar indispuesto.
En cambio, el cálculo de las personas que ha recibido personalmente en audiencia es imposible, así como el de los enfermos con los que Bergoglio se ha reunido. Y se toma muchísimo tiempo respondiendo a la correspondencia privada. Francisco lee personalmente unas cincuenta cartas al día, de entre las 4.000 que le llegan cada semana, además de dar indicaciones para las respuestas de muchas otras. En algunos casos responde personalmente el teléfono.
Y luego están los viajes. Ha hecho dos al extranjero (a Brasil y a Tierra Santa) y cuatro en Italia. Pero no hay que olvidar las cinco visitas a las parroquias romanas, con las que Francisco también ha inaugurado un nuevo estilo, pues aprovecha los domingos por la tarde para llevarlas a cabo y permanece varias horas a disposición de los fieles.
Cuando se encuentra en el Vaticano, el Papa se despierta a las 4,45 y se viste solo. Después lee los «cifrados» de todas las nunciaturas del mundo y, al concluir, reza más de una hora y media y medita sobre las Escrituras del día para preparar la homilía de Santa Marta. Luego, alrededor de las 7, baja a celebrar la misa. Después de la celebración y de saludar a cada uno de los participantes, desayuna. Y, entonces sí, comienza su mañana de trabajo con las audiencias y los encuentros. A las 13 almuerza y después se echa una siestecita de media hora. Por la tarde, después de un tiempo de oración, vuelven a comenzar los encuentros, se ocupa de la correspondencia y de las llamadas telefónicas. Para concluir la jornada, antes de la cena de las 20, normalmente dedica una hora de adoración en la capilla.