Ojalá también nosotros seamos consecuentes con la elevada dignidad de nuestro bautismo y sepamos comportarnos como verdaderos hijos de Dios en todos los ambientes y circunstancias en las que nos movamos. Que hagamos presente, con nuestras vidas, el verdadero ejemplo de un cristiano comprometido, que se entrega y lucha por la santidad, como lo hicieron los primeros.
Vuestro bautismo ha de ser para vosotros como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad como una lanza. (SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a Policarpo, 5, 1-8)
Al renovarnos por la remisión de los pecados, nos ha dado un nuevo ser, hasta el punto de tener un alma como de niños, según corresponde a quienes han sido creados de nuevo. (EPÍSTOLA DE BERNABÉ, 6,1)
Vamos a exponer de qué manera, renovados por Cristo nos hemos consagrado a Dios.
A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas que enseñamos y exponemos y prometen vivir de acuerdo con estas enseñanzas, les instruimos para que oren a Dios con ayunos, y pidan perdón de sus pecados pasados, mientras nosotros, por nuestra parte, oramos y ayunamos también juntamente con ellos.
Luego los conducimos a un lugar donde hay agua, para que sean regenerados del mismo modo que fuimos regenerados nosotros. Entonces reciben el baño del bautismo el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo. (SAN JUSTINO, Apología en defensa de los cristianos I, 61)
Este Bautismo es el sello de lavida eterna y el nuevo nacimiento en Dios, de suerte que ya no somos de hombres mortales, sino del Dios eterno. (SAN IRENEO DE LYÓN, Demostración de la predicación apostólica, 3)
El que se sumerge con fe en este baño de regeneración renuncia al diablo y se adhiere a Cristo, niega al enemigo del género humano y profesa su fe en la divinidad de Cristo, se despoja de su condición de siervo y se reviste de la de hijo adoptivo, sale del bautismo resplandeciente como el sol, emitiendo rayos de justicia, y, lo que es más importante, vuelve de allí convertido en hijo de Dios y coheredero de Cristo. (SAN HIPÓLITO, Sermón sobre la Teofanía, 2, 6-8)
Ya que nosotros somos como una vasija de barro, por eso necesitamos en primer lugar ser purificados por el agua (Bautismo), después ser fortalecidos y perfeccionados por el fuego espiritual -Dios, en efecto, es un fuego devorador-; y, así, necesitamos del Espíritu Santo para nuestra perfección y renovación. (DÍDIMO DE ALEJANDRIA, Tratado sobre la Santísima Trinidad, 2,12)
A nosotros, los renacidos por el sacramento del bautismo, se nos concede un gran gozo, ya que experimentamos en nuestro interior las primicias del Espíritu Santo, cuando penetra en nosotros la inteligencia de los misterios, el conocimiento de la profecía, la palabra de sabiduría, la firmeza de la esperanza, los carismas medicinales y el dominio sobre los demonios sometidos. Estos dones nos penetran como llovizna y, recibidos, proliferan en multiplicidad de frutos.(SAN HILARIO DE POITIERS, Tratado sobre los salmos, Salmo 64, 14-15)
En el bautismo se proponen como dos fines, a saber, la abolición del cuerpo de pecado, a fin de que no fructifique para la muerte; y la vida del Espíritu, para que abunden los frutos de santificación; el agua representa la muerte, haciendo como si acogiera al cuerpo en el sepulcro; mientras que el Espíritu es el que da la fuerza vivificante, haciendo pasar nuestras almas renovadas de la muerte del pecado a la vida primera. Esto es, pues, lo que significa nacer de nuevo del agua y del Espíritu: puesto que en el agua se lleva a cabo la muerte, y el Espíritu crea la nueva vida nuestra. (SAN BASILIO MAGNO, Libro sobre el Espíritu Santo, 15, 35-36)
Consiste principalmente la fuerza y virtud del bautismo en el pacto que en él hacemos con Dios, de vivir con una segunda vida más pura y perfecta que la primera; por los cual, cada uno de nosotros debe vivir con grande temor, y guardar su corazón con exactísimo cuidado, para no faltar a un pacto tan divino. Porque si los hombres toman a Dios por testigo para asegurar la alianza que contraen con otros hombres, ¿cuánto más peligroso será violar la que hemos hecho con el mismo Dios, y ser no solamente reos de nuestros pecados, sino también de la culpa de haber faltado a la palabra que tan solemnemente hemos jurado ante el tribunal de la suprema Verdad? (SAN GREGORIO NACIANCENO, Discurso 40, 48)
10. Nacido en Cartago en el seno de una rica familia pagana, después de una juventud disipada, San Cipriano se convierte al cristianismo a la edad de 35 años. Él mismo narra su itinerario espiritual: «Cuando todavía yacía como en una noche oscura», escribe meses después de su bautismo, «me parecía sumamente difícil y fatigoso realizar lo que me proponía la misericordia de Dios… Estaba ligado a muchísimos errores de mi vida pasada, y no creía que pudiera liberarme, hasta el punto de que seguía los vicios y favorecía mis malos deseos… Pero después, con la ayuda del agua regeneradora, quedó lavada la miseria de mi vida precedente; una luz soberana se difundió en mi corazón; un segundo nacimiento me regeneró en un ser totalmente nuevo. De manera maravillosa comenzó a disiparse toda duda… Comprendía claramente que era terrenal lo que antes vivía en mí, en la esclavitud de los vicios de la carne, y por el contrario era divino y celestial lo que el Espíritu Santo ya había generado en mí» («A Donato», 3-4). (BENEDICTO XVI presenta a San Cipriano de Cartago, 6 junio 2007)
11. Los fieles laicos con el Bautismo asumen el oficio sacerdotal, real y profético. Al fiel laico él dice: «También a ti el Bautismo te hace rey, sacerdote y profeta» (Homilía 3,5 sobre la Segunda Carta a los Corintios). Surge de aquí el deber fundamental de la misión, porque cada uno en alguna medida es responsable de la salvación de los demás: «Éste es el principio de nuestra vida social... ¡no interesarnos sólo en nosotros!» (Homilía 9,2 sobre el Génesis). Todo se desenvuelve entre dos polos: la gran Iglesia y la «pequeña Iglesia», la familia, en recíproca relación. (BENEDICTO XVI presenta a San Juan Crisóstomo, 19 septiembre 2007)
12. Las homilías de San Cirilo constituyen una catequesis sistemática sobre el renacimiento a través del Bautismo. Al catecúmeno, le dice: «Caíste en las redes de la Iglesia (Cf. Mateo 13,47): con vida serás cogido; no huyas; es Jesús quien te ha echado el anzuelo, y no para destinarte a la muerte, sino para, entregándote a ella, recobrarte vivo: pues es necesario que tú mueras y resucites (Cf. Romanos 6, 11.14)… Muere a los pecados y vive para la justicia; hazlo desde hoy» («Procatequesis» 5). (BENEDICTO XVI, presenta a San Cirilo de Jerusalén, 20 junio 2007)
13. La fidelidad a Dios es un don de su gracia. Por ello, san Hilario pide al final de sutratado sobre la Trinidad poderse mantener siempre fiel a la fe del bautismo. Esuna característica de este libro: la reflexión se transforma en oración y la oración sehace reflexión. Todo el libro es un diálogo con Dios. Quisiera concluir la catequesisde hoy con una de estas oraciones, que se convierte también en oración nuestra:
«Haz, Señor -reza Hilario movido por la inspiración- que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en el símbolo de mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Que te adore, Padre nuestro, y junto a ti a tu Hijo; que sea merecedor de tu Espíritu Santo, que procede de ti a través de tu Unigénito… Amén» («De Trinitate» 12, 57). (BENEDICTO XVI presenta a San Hilario de Poitiers, 10 octubre 2007