— El Evangelio de la Misa del domingo nos pone por delante la espontaneidad con la que los Apóstoles hablan con Jesús, lo inmaduros que eran algunos y lo despistados que estaban a veces: Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: -Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. Él les dijo: -¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: -Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria (Mc 10,35-37). ¡Qué torpes! Van caminando hacia Jerusalén, donde Jesús morirá en la Cruz, y ellos sólo piensan en sí mismos, en hacerse con los primeros puestos de la gloria.
— Así nos puede suceder también a nosotros: que estamos tan pendientes de lo nuestro, que vamos atolondrados por la vida. Somos egoístas, aunque sin querer, pero si ponemos nuestro “yo” siempre por delante, podemos hacer cosas tan ridículas y antipáticas como lo que hacen estos Apóstoles. San Josemaría, en uno de sus libros, Surco, recuerda la anécdota de un personaje que se regaló un libro y escribió en él una dedicatoria: A mí mismo, con la admiración que me debo (Surco, 719). ¿No estaremos poniendo, con los hechos, esta dedicatoria en la mayor parte de los días de nuestra vida? ¿No seremos así de insensatos?
— Jesús tiene paciencia, y responde con paz, entablando un diálogo que los ayude a pensar: Jesús les dijo: -No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? (Mc 10,38). En efecto, Cuando Jesús había recibido el bautismo de Juan, una voz del cielo se oyó: éste es mi hijo, el amado. Es la misma expresión usada en el relato del sacrificio de Isaac. Jesús, como Isaac, va voluntariamente a entregar su vida para salvarnos. Así se entiende por qué en las palabras de Jesús el término bautismo designa su muerte. Lo mismo con el cáliz, donde anticipa misteriosamente lo que hará en la Eucaristía, sacrificio del cuerpo y sangre de Cristo. En resumen, Jesús les pregunta si estarían dispuestos a entregar su vida, si fuera necesario, por los demás como él la entregó.
— Frente al egoísmo que refleja la pregunta, la respuesta de Jesús les hace caer en la cuenta de que para compartir su gloria, es necesario tener una generosidad grande, como aquella de la que él ha dado testimonio.
— Ellos siguen atolondrados y no se acaban de enterar: -Podemos -le dijeron ellos (Mc 10,39a). Están tentando a Dios, afirmando que harán algo que está por encima de sus fuerzas, sin contar con Él. ¿No habremos pecado nosotros mismos, muchas veces, de atolondramiento, en casos semejantes? ¿No habremos prometido cosas, que luego no íbamos a cumplir? ¿No seremos demasiado “bocazas” que se lanzan a decir cosas por presumir, sin reflexión?Madurez. Sensatez.
— Jesús, que se da cuenta de que están atolondrados, no insiste, pero no les garantiza nada: Jesús les dijo: -Beberéis el cáliz que yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo, sino que es para quienes está dispuesto (Mc 10,39b-40).
— Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan (Mc 10,41). Santiago y Juan con su atolondramiento, han estado a punto de causar el desorden y la discordia en el grupito de estos primeros seguidores de Cristo. Ante su petición insensata podemos imaginar el gesto de disgusto contenido del antiguo publicano Leví, ahora Mateo, que dejó sus riquezas por seguir al Maestro; o las protestas abiertas de Pedro, que era un hombre impulsivo. En fin, este atolondramiento de Santiago y Juan está a punto de provocar un barullo de consecuencias desagradables ¡y cuántas veces descuidos semejantes alborotan un ambiente, rompen la armonía y la unión que deben reinar entre todos!
— Entonces Jesús les llamó y les dijo: -Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las oprimen, y los poderosos las avasallan. No tiene que ser así entre vosotros; al contrario: quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos: porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos (Mc 10, 42-45). La madurez lleva a pensar en los demás, a olvidarse de si mismo ya dedicar todas las energías a construir un mundo mejor.
— La lógica de Dios no es como la lógica humana: el mayor honor está en servir. Así actuó Jesús, dando su vida por muchos. Llama la atención que no diga “por todos”, para que no seamos demasiado tranquilos pensando que hagamos bien o mal siempre nos salvaremos como todos los demás. Jesús da a entender que aunque muchos se podrán beneficiar de su redención, no serán “todos”. Habrá algunos torpes que, por atolondrado, no se beneficiarán. Es una llamada a serpersonas sensatas y maduras para no descuidarse: ¿no seré tan torpe de quedarme fuera de esos muchos por no haber reaccionado a tiempo para encaminar mi vida al camino que lleva a la felicidad para siempre del cielo?
—Pedimos a la Santísima Virgen que ella nos despierte para que no estemos metidos en nuestras pequeñeces, sino para que nos abra el corazón a las necesidades del mundo, al amor de Dios, y que nos haga generosos para decirle a Jesús que cuente con nosotros para su tarea.
Fuente artículo original: Diálogos para comprender