En el siglo IV viajar por el mundo no era cosa de todos los días. Las dificultades del transporte y el tiempo que llevaba recorrer unos pocos kilómetros lo convertían en una actividad destinada únicamente a personas de espíritu viajero, o aquellas que viajaban por necesidad. Egeria no era una mujer común en su tiempo. Pero conozcamos sobre esta mujer.
En 1884, un investigador italiano, Gian Francesco Gamurrini, encontró un polvoriento manuscrito de la Biblioteca Della Confraternitá dei Laici, en Arezzo. En realidad son cartas escritas a unas “lejanas señoras y hermanas” describiendo su lejano viaje desde tierras lejanas hasta lugares bíblicos.
Se discutieron distintas hipótesis sobre la época e identidad de la mujer que había llevado a cabo este periplo. Fue en 1903 cuando el benedictino Don Mario Ferotín daba la clave final: la autora era una tal Etheria o Egeria, de la que no se conocía demasiado, pero que a partir de entonces se la conocerá, posiblemente, como la primera escritora española de nombre conocido y que quizás fuese monja (de edad ya madura) y su relato sería el primer libro español de viajes.
Es un diario redactado desde la piedad religiosa, en el mundo de finales del s. IV, cuando el Imperio Romano empezaba su decadencia, y que da parte de su valentía y curiosidad por ir a recorrer estos países casi cerrados, dando detallada descripción de lugares, personas, curiosidades y costumbres.
Sus cartas nos dan una buena idea de cómo se podía viajar en esa época, aparte de la forma imperial, desplazándose por las múltiples calzadas, lo que entonces se llamaba cursus publicus, es decir las vías que seguían las legiones; pernoctando en las ventas o mansiones, casa de postas que marcaban las etapas del viaje, ó acudiendo a la hospitalidad de los monasterios, y de cómo era el Oriente del siglo IV (El Sinaí, recuerdos bíblicos, Arabia, el monte Nebo, la ciudad de Melquisedec, Mesopotamia, Constantinopla...).
Esta viajera nació en lo que hoy es Galicia, España, durante la segunda mitad del siglo IV. Se desconocen lugar y circunstancias de su muerte.
"Allí por donde iba los monjes, sacerdotes y obispos la recibían, guiaban y acompañaban como si fuera una celebridad. No le faltaban facilidades para moverse libremente y cuando se adentraba por lugares que podían resultar peligrosos era escoltada por soldados. Los peregrinos cristianos como Egeria pudieron viajar a tan lejanas tierras gracias a la pax romana y a la red de calzadas del Imperio romano. Una red que cubría unos 80.000 kilómetros y atravesaba desde Escocia a Mesopotamia, del Atlántico al Mar Rojo, de los Alpes a los Balcanes, del Danubio al Sahara.
Este increíble trazado permitía llegar desde todos los rincones del Imperio hasta el corazón mismo de la metrópoli. Aunque eran viajes largos, costosos y muy duros, las personas de rango que como Egeria disponían de un salvoconducto o pasaporte -imprescindible en la época- tenían garantizada al menos su seguridad.
En una de sus cartas escrita en Arabia comenta a sus hermanas: « A partir de este punto despachamos a los soldados que nos habían brindado protección en nombre de la autoridad romana mientras nos estuvimos moviendo por parajes peligrosos. Pero ahora se trataba de la vía pública de Egipto, que atravesaba la ciudad de Arabia, y que va desde la Tebaida hasta Pelusio, por lo que no era necesario ya incomodar a los soldados.»"
Egeria es considerada la primera viajera y escritora de habla hispana. Era una mujer culta y muy rica de la región, que en aquellos días comprendía un territorio mucho más extenso que el que ocupa Galicia en la actualidad. Se le conocía como el extremo más occidental del mundo.
Sus datos personales todavía son cuestionados por los historiadores, pues ella habló poco de sí misma en sus escritos. No obstante, por las fechas y lugares que menciona, se infiere que perteneció a la familia del emperador Teodosio I. Se sabe también que fue abadesa de un convento, que tenía conocimientos de griego, literatura y geografía, y que fue querida y respetada por sus contemporáneos.
Su primer viaje fue a Jerusalén, motivado por su sed de conocimiento; prudentemente la cubrió con el paño de visita piadosa. La verdad es que quería conocer los llamados lugares santos pues deseaba comprobar los datos geográficos que se tenían sobre esa parte del mundo.
En su largo viaje (entre 381 y 384) fue escoltada y acompañada por personajes que encontraba en el camino, desde sacerdotes hasta altos militares, quienes consideraban un honor acompañarla. La chica no desperdició el tiempo y escribió un diario, Peregrinación o itinerario, en donde detalló los pormenores de su viaje, las cosas interesantes que encontraba y las costumbres de cada lugar.
En su viaje atravesó el sur de Galia (hoy Francia) y el norte de Italia; cruzó en barco el mar Adriático. Es seguro que llegó a Constantinopla en el año 381. De ahí partió a Jerusalén y visitó los alrededores: Jericó, Nazaret, Galilea, Cafarnaúm, describiendo meticulosamente templos y santuarios.
Egeria permaneció un tiempo en la zona, planeando otras expediciones. Su recia personalidad fue admirada por algunas personas y severamente criticada por otras, pues en aquella época ninguna mujer “de buena cuna” salía sola, ya no digamos de su país, ni siquiera de su pueblito. El viaje de Egeria fue un gesto de libertad soberana que retó a todo el mundo conocido.
Se sabe que la joven parte de Jerusalén hacia Egipto en 382, visita Alejandría y recorre Tebas por el río Nilo; regresa a Jerusalén y llega hasta el Mar Rojo, el Sinaí... Su pasión la lleva a establecer los lugares exactos de cada monasterio y santuario que encuentra en su camino.
En varios tramos de su recorrido tuvo que ser acompañada por soldados romanos pues eran parajes peligrosos, muy difíciles de transitar, con climas extremosos y habitados por bandas de ladrones.
Después de viajar durante más de tres años, Egeria emprende el regreso a su patria siguiendo otra ruta, para conocer distintos lugares. Va hacia Antioquia, pasa por Edesa y Mesopotamia, atraviesa el río Éufrates y el territorio de Siria. Quiso entrar a Persia pero se le impidió el ingreso, por lo que debió seguir hacia Constantinopla.
Aquí acaba el diario y el resto de su existencia es un misterio. Se cree que Egeria empezaba a sentirse enferma, pues en sus últimos escritos hace alusión a un gran cansancio y a su poca apetencia por alcanzar Galicia. Se desconoce si volvió a su patria. Algunos años más tarde se derrumbó el imperio romano y hubo gigantescas invasiones bárbaras, por lo que viajar se convirtió en un enorme peligro y las mujeres vivieron más encerradas que nunca.