Fundada en el siglo X a.C., esta joya de Turquía fue cuna de civilizaciones, nodo de rutas comerciales y conjunto de culturas que la convirtieron en una de las ciudades más influyentes de la antigüedad.
Al pisar su suelo, aún hoy, se respira el espíritu de lo que fue una metrópolis vibrante. Los visitantes, al adentrarse en sus callejuelas y monumentos, emprenden un viaje en el tiempo donde cada piedra y cada columna narran historias muy diferentes. Así, esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en una parada ineludible para los amantes de la arqueología y la historia.
Éfeso, en su máximo esplendor durante la época romana, llegó a albergar más de 250. 00 habitantes, situándola entre las grandes ciudades del mundo antiguo. En aquel entonces, destacaba por su avanzado sistema urbano, sus majestuosos templos y su imponente teatro, así como por un puerto que la convertía en un centro neurálgico del comercio marítimo.
Corazón de este magnífico espacio fue el Templo de Artemisa, un tesoro histórico que asombraba a viajeros y peregrinos, y cuya sola mención evocaba imágenes de grandeza. Aunque hoy tan solo quedan vestigios, el templo sigue despertando admiración y curiosidad entre los visitantes, pudiendo aún vislumbrar la majestuosidad que le valió un puesto entre las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
Pero esto no se queda aquí, pues el Ágora de Éfeso, testigo silencioso de los debates y la vida cotidiana de sus antiguos habitantes, transporta al viajero a una época en que la ciudad bullía con el comercio y la conversación ciudadana. Los restos conservados del teatro, que en su momento albergó a más 25.000 espectadores, nos hablan de una sociedad que valoraba el arte y el entretenimiento.
Igualmente, uno de los íconos más emblemáticos de la ciudad es la Biblioteca de Celso, con su fachada restaurada que refleja la importancia que tuvo el conocimiento y la cultura en esta antigua metrópolis. Las columnas y las esculturas que decoran su exterior se erigen como un homenaje a la sabiduría del mundo antiguo. Todo este conjunto arqueológico se puede conocer a través de sus calles, de las cuales destaca el camino de Mármol, que conectaba el teatro con la Biblioteca de Celso.
Éfeso trasciende también al ámbito religioso, pues la ciudad fue un importante centro del cristianismo primitivo. En el año 431, acogió el Concilio de Éfeso, donde se proclamó la naturaleza divina de María como Madre de Dios.
A poca distancia de las ruinas, se encuentra la Casa de la Virgen María, un sitio de peregrinación y reflexión, envuelto en la mística de ser el lugar donde, según la tradición, María pasó sus últimos días.Por otro lado, los trabajos arqueológicos han dado a conocer innumerables tesoros: desde artefactos cotidianos hasta extraordinarios frescos y mosaicos que adornaban las casas de las familias aristócratas, reflejando el estilo de vida y la estética de aquella época.