No sé si fue Groucho Marx o mi querida Mafalda quien dijo aquello de “¡¡¡Paren el mundo que me quiero bajar!!!”. Y es que , a quien no le ha ocurrido alguna vez, la locura de la vida, las prisas, los problemas cotidianos, el ir y venir sin pausa y atención, nos invita a unos días de paz, silencio y serenidad para poner un poco en orden nuestras ideas.
En realidad, como bien señalaba Benedicto XVI, “el silencio tiene la capacidad de abrir en la profundidad de nuestro ser un espacio interior, para que Dios habite, para que permanezca su mensaje, y nuestro amor por Él penetre la mente, el corazón, y aliente toda la existencia".
Esos días en los que el santo Padre Francisco se encuentró en sus Ejercicios Espirituales, en el que “casualmente” celebró el primer aniversario de su pontificado (13 de marzo), recordaba sus palabras recogidas en el libro “El papa Francisco. Conversaciones con Jorge Bergoglio”:
Dios “Primerea” siempre. Juan dice: “Dios nos amó primero, en esto consiste el amor, en que Dios nos amó primero”. Para mí, toda experiencia religiosa, si no tiene esa dosis de estupor, de sorpresa, de que nosganan de mano en el amor, en la misericordia, es fría, no nos involucra toralmente; es una experiencia distante que no nos lleva al plano trascendente. Aunque, convengamos, vivir hoy esa trascendencia es difícil por el ritmo vertiginoso de la vida, la rapidez de los cambios y la falta de una mirada de largo plazo. No obstante, en la experiencia religiosa, son importantes los remansos. (…) Los retiros espirituales son remansos armados artificialmente, donde el ritmo diario se frena y se da lugar a la oración. ¡Ojo!: es artificial la apertura del espacio, no el retiro (…) El encuentro con Dios tiene que ir surgiendo desde adentro. Debo ponerme en la presencia de Dios y, ayudado por su Palabra, ir progresando en lo que Él quiera. Lo que está en el fondo de todo esto es la cuestión de la oración “.1
Y de eso se trata. Días de formación, de recogimiento, de examen y de oración tranquila que parten del deslumbramiento agradecido de que “Dios siempre “primerea”. Pues “quien vive los ejercicios espirituales de modo auténtico experimenta la atracción, el encanto de Dios, y vuelve renovado, transfigurado a la vida ordinaria, al ministerio, a las relaciones cotidianas, trayendo consigo el perfume de Dios… Un buen curso de Ejercicios Espirituales contribuye a renovar en quien participa la adhesión incondicional a Cristo y ayuda a entender que la oración es el medio insustituible de unión al Crucificado”.2
1.Sergio Rubin y Francesca Am brogetti,El Papa Francisco. Conversaciones con Jorge Bergoglio, EDICIONES B
2.Francisco, audiencia con la Federación Italiana de Ejercicios Espirituales.Marzo 2014