La homilía de Francisco en Santa Marta. Es necesario ser capaces de decir: “Estos son mis pecados –no son de aquel, de aquel otro, son los míos–. Tómalos tu y así yo estaré a salvo”
ANDREA TORNIELLI
Dios salva el “corazón arrepentido”, pero quien no se confía a Él, no confía en Él, atrae así mismo la condena. Lo ha dicho esta mañana Francisco en la homilía de la misa de Santa Marta, según recoge Radio Vaticano.
El Papa ha vuelto a hablar delcomportamiento humilde, que permite al hombre reconocerse pecador y necesitado de misericordia y salvación. Y del comportamiento opuesto, el del orgullo, que es arrogante, cerrado, no conoce la vergüenza, y es impermeable a la voz de Dios. Bergoglio ha comentado las Lecturas del día tratadas por el profeta Sofonías y del Evangelio donde está descrito el distinto comportamiento de los dos hijos enviados por el padre a trabajar en la viña.
Ambos textos, observa Francisco, hablan de un “juicio” del cual dependen salvación y condena. La situación descrita por el profeta Sofonías es la de una ciudad rebelde en la cual sin embargo hay un grupo que se arrepiente de los propios pecados: esto, subraya el Papa, es el “pueblo de Dios” que tiene en sí mismo las “tres características” de “humildad, pobreza, confianza en el Señor”.
Pero en la ciudad existen también los que, explica el Pontífice, “no han aceptado la corrección, no han confiado en el Señor”. “Estos no pueden recibir la salvación. Ellos están cerrados a la salvación. “Dejaré en medio de tí un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor”, para toda la vida. Y esto hasta hoy, ¿no? Cuando vemos el santo pueblo de Dios que es humilde, que tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor –el pueblo humilde, pobre que confía en el Señor”.
Francisco se ha detenido sobre la escena del Evangelio, con los dos hijos enviados por el padre a trabajar en la viña. El primero se niega pero después se arrepiente y va, el segundo dice sí al padre pero en realidad lo engaña. Jesús cuenta esta parábola a los jefes del pueblo afirmando que son ellos los que no han querido escuchar la voz de Dios a través de Juan y que por esto en el Reino de los cielos serán superados por publicanos y prostitutas, que sin embargo han creído en Juan. El escándalo suscitado por esta última afirmación, hace notar el Papa, es idéntido al de tantos cristianos que se sienten “puros” solo porque van a misa y hacen la comunión.
“Si tu corazón no es un corazón arrepentido –ha añadido-- si tu no escuchas al Señor, no aceptas la corrección y no confías en Él, tu tienes un corazón no arrepentido. Pero estos hipócritas que se escandalizan de esto que dice Jesús sobre los publicanos y las prostitutas, pero después a escondidas van a ellos o para manifestar sus pasiones o para hacer negocios –pero todo a escondidas--, ¡eran puros! Y a estos el Señor no les quiere”.
Este juicio, ha asegurado Francisco, “nos da esperanza”, siempre que se tenga la valentía de abrir el corazón a Dios sin reservas, donándole también la “lista” de los propios pecados. Para explicarlo, el Papa ha recordado la historia de aquel santo que pensaba que había dado todo al Señor, con extrema generosidad. “Escuchaba al Señor, actuaba siempre según su voluntad, daba al Señor, y el Señor: “Pero tu no me has dado todavía una cosa”. Y el pobre era tan bueno que dice: “Pero, Señor, ¿qué es lo que no te he dado? Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, para la catequesis, trabajo aquí, allá...”.
“Pero hay algo que tu no me has dado todavía”. “¿El qué, Señor?”. “Tus pecados”. Cuando nosotros seamos capaces de decir al señor: “Señor, estos son mis pecados --no son de aquel, de aquel otro, son los míos... son los míos. Tómalos tu y así yo estaré a salvo”--, cuando seamos capaces de hacer esto, nosotros seremos ese gran pueblo, un “pueblo humilde y pobre”, que confía en el nombre del Señor. Que el Señor nos conceda esta gracia”.