En las paredes de toba de este intrincado sistema de galerías se excavaron filas de nichos rectangulares, llamados lóculos, de diferentes dimensiones, capaces de albergar un solo cadáver, aunque no era raro que contuviesen dos o más.
La sepultura de los primeros cristianos era muy sencilla y pobre. Siguiendo el ejemplo de la de Cristo, se envolvían los cadáveres en una sábana o lienzo, sin ataúd. Los lóculos se cerraban después con lápidas de mármol o, en la mayor parte de los casos, con piezas de barro cocido y se fijaban con argamasa.
Sobre la tapa se grababa a veces el nombre del difunto, con un símbolo cristiano o el deseo de paz en el cielo. Con frecuencia se ponían junto a las tumbas lámparas de aceite o redomas con perfumes.
Por su colocación en filas superpuestas, las tumbas daban la idea de un gran dormitorio, llamado cementerio, término de origen griego que significa "lugar de descanso". De este modo, los cristianos querían afirmar su fe en la resurrección de los cuerpos.
El arcosolio, una tumba típica de los siglos tercero y cuarto, es un nicho mucho más grande con un arco encima. La lápida de mármol se ponía horizontalmente. Generalmente el arcosolio servía de tumba a toda una familia.
El sarcófago es un sepulcro de piedra o de mármol, ordinariamente adornado con esculturas en relieve o con inscripciones.
La forma es una tumba excavada en el suelo de las criptas, de los cubículos o de las galerías. Numerosas formas se encuentran junto a las tumbas de los mártires.
Los cubículos (el término significa "cuartos de dormir") eran pequeñas piezas, verdaderas tumbas de familia, con capacidad para varios lóculos. El uso de una tumba de familia no era un privilegio reservado a los ricos. Los cubículos y los arcosolios estaban con frecuencia decorados con frescos que tomaban escenas bíblicas y reproducían los temas del Bautismo, la Eucaristía y la Resurrección, simbolizada con el ciclo de Jonás.
La cripta es una pieza más grande. En tiempos del papa San Dámaso, muchas tumbas de mártires se transformaron en criptas, es decir, en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas con pinturas, mosaicos y otros tipos de decoración.
Las catacumbas eran tarea exclusiva de una asociación especializada de trabajadores llamados "fossores" (excavadores).
Excavaban una galería tras otra a la débil luz de sus lámparas y para llevar la tierra a la superficie se servían de cestos o sacos que hacían pasar a través de los lucernarios, que se habían abierto en la bóveda del techo de las criptas, de los cubículos o a lo largo de las galerías.
Los lucernarios eran grandes pozos que llegaban hasta la superficie. Cuando concluía el trabajo de excavación, los lucernarios quedaban abiertos al aire y la luz como conductos de ventilación e iluminación.
Los antiguos cristianos no usaban el término de "catacumba". La palabra es de origen griego y significa "cavidad", "cuenca". Los Romanos llamaban así a una localidad de la Vía Appia, en la que se encontraban canteras para la extracción de los bloques de toba.
Allí cerca se excavaron las catacumbas de San Sebastián. En el siglo IX el término se extendió a todos los cementerios con el significado específico de cementerios subterráneos.
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