Muchos escritores paganos de la élite cultural, como filósofos y retóricos, expresaron sus opiniones sobre los seguidores de Jesús y sobre el cristianismo como un movimiento objetable.
En sus escritos, se referían a los cristianos como disonantes y en tensión con la cultura más amplia de la época. Es probable que sus puntos de vista reflejaran las opiniones de las personas de su propio nivel social y que tuvieran la intención de influir en ellas.
A continuación mencionamos a seis de los escritores en cuestión:
El primero de esos intelectuales en hablar del cristianismo fue el escritor romano Tácito, quien mencionó cómo Nerón culpó a los cristianos por el gran incendio de Roma en el año 64 (Anales 15.44.2-5) y lanzó una cruel persecución contra ellos. En ese relato, el mismo Tácito se refirió a los cristianos como “odiados por sus abominaciones” y como promotores de “una superstición mortal/peligrosa”.
Tácito afirmó que bajo las órdenes de Nerón “una inmensa multitud” de cristianos fueron arrestados, condenados por “odio a la raza humana” y sometidos a varias formas horribles de muerte. Además de sufrir “burlas de todo tipo”, fueron destrozados por perros, clavados en cruces o convertidos en antorchas humanas, como un espectáculo nocturno de Nerón. Historiadores consideran el relato de Tácito como exacto.
Ya por el reinado de Nerón, en los años 60 del siglo I d.C., era posible identificar y distinguir adherentes al movimiento de Jesús en la población general, al menos en Roma.
De hecho, es interesante que Tácito pareció indicar que, ya para la época de la persecución de Nerón, “cristianos” (christiani en latín) era un término conocido y utilizado por la población en general para referirse a los seguidores del movimiento de Jesús.
Plinio el Joven fue enviado como legado imperial a Bitinia-Ponto (en la actual Turquía) alrededor del año 110 d.C., en donde investigó a aquellos denunciados como cristianos.
Aunque no estaba familiarizado con sus delitos, consideró que ser creyente en Cristo era razón suficiente para castigarlos, así que les daba tres oportunidades para renunciar a su fe, y aquellos que se negaban eran ejecutados o enviados a Roma para juicio.
Durante el tiempo que ocupó ese cargo, le escribió al emperador Trajano sobre su investigación de los denunciados como cristianos (Plinio, Epístolas 10.96). Él respaldó sus acciones y acordaron que debían castigarlos, a menos que adoraran a los dioses romanos.
Plinio los torturó con el fin de obtener información, exigió que los acusados apostataran y ejecutó o enjuició a quienes se negaran a cumplir con sus demandas. No encontró indicios de acciones criminales, pero los juzgó como poseedores de “una superstición perversa y extravagante”.
Sus afirmaciones apuntaban a que el crecimiento del cristianismo estaba teniendo un efecto negativo en las instituciones dedicadas a las deidades tradicionales y la economía.
Los templos antiguos representaban una importante esfera de actividad económica, por lo que cualquier abandono de su culto era una amenaza para muchos intereses, lo cual recuerda el disturbio de los artesanos de la diosa Artemisa, narrada en Hechos de los Apóstoles (19:21-40).
El famoso médico Galeno tuvo una opinión más positiva sobre los cristianos. Aunque criticaba su dependencia de la revelación divina en lugar del razonamiento filosófico, admiraba su coraje frente a la muerte; su autocontrol en cuestiones de sexo, comida y bebida; y “su aguda búsqueda de la justicia”.
Su oposición hacia ellos era, más bien, intelectual, pero no llegaba al punto de acusarles falsamente de permitir el canibalismo y las orgías, como se ve en algunos textos de la época. Además, las virtudes que Galeno elogiaba en los cristianos eran altamente valoradas en los círculos filosóficos de su época.
Marco Aurelio se refirió a la disposición de los cristianos a morir por su fe como una “mera obstinación” (Meditaciones 11.3) y ordenó la ejecución de algunos de ellos, como Justino Mártir. Además de ser emperador, fue un talentoso estudiante de filosofía; sus Meditaciones reflejaban un gran interés en la ética.
Sin embargo, su sofisticación cultural no lo detuvo de tomar acciones radicales contra los creyentes. Sus acciones marcaron un oscuro capítulo en la relación entre el cristianismo y el Imperio.
En el relato satírico La muerte de Peregrinus, Luciano de Samosata presentó a Peregrinus como un charlatán que finge su conversión al cristianismo para ganar prominencia en círculos cristianos.
Aunque algunos creyentes intentaron liberarlo cuando fue arrestado, finalmente el gobernador romano le dio salida para evitar convertirlo en mártir.
Sin embargo, Peregrinus fue excomulgado después de haber consumido alimentos prohibidos, lo que puso en duda su autenticidad como creyente. No obstante, no se sabe si este relato era ficción o realidad.
Luciano se burló de los cristianos, describiéndolos como pobres desgraciados convencidos de su inmortalidad y despreciadores de la muerte.
Los acusó de adorar al crucificado sofista Jesús y de vivir bajo sus leyes, en lugar de honrar a los dioses.
Para Luciano, la negativa de los seguidores de Jesús a seguir las creencias tradicionales era una gran transgresión que los hacía vulnerables a embaucadores que buscaran lucrarse a expensas de su sencillez.
Celso escribió una contundente crítica al cristianismo: Doctrina verdadera o La palabra verdadera. En su obra, contrastó las enseñanzas paganas con las del cristianismo, considerando estas últimas como una opción inadecuada y a los cristianos como personas intelectualmente inferiores.
También ridiculizó la encarnación de Jesús y su resurrección. Cabe resaltar que Celso hizo un esfuerzo por conocer el Antiguo Testamento y los Evangelios.
Durante el siglo I y II, la prominencia numérica y social del cristianismo, que abarcaba incluso a las clases altas, le condujo a una mayor visibilidad. Esta circunstancia ayuda a entender por qué escritores paganos cultos se dedicaron a crear críticas y parodias extensas acerca de los seguidores de Jesús. Podría haber sido, a la vez, un intento de detener el crecimiento del movimiento cristiano.
No sabemos nada más sobre Celso aparte de su autoría de esta obra literaria, a la que en su mayoría se tiene acceso porque varias décadas después de haberla producido, el escritor cristiano primitivo Orígenes la refutó y citó grandes porciones.
Dicho de otra forma, lo que hizo que su nombre no se perdiera en la historia fue el mismo movimiento religioso que intentó desacreditar.
Aquel fue un tiempo de enfrentamientos entre los defensores del paganismo y el cristianismo. Seguidores de Jesucristo como Ignacio, Clemente de Roma, Justino Mártir, Ireneo de Lyon, Tertuliano y Orígenes, se esforzaron por articular y defender su fe, lo que llevó a un aumento de atención y reacciones en su contra desde los niveles superiores.
Aunque en esa época el cristianismo aún no tenía un impacto tan masivo, tales controversias muestran la forma en que los cristianos sentaron las bases de su crecimiento.
VIDEO 1 – La aparición del Cristianismo como fenómeno social
(Santiago Casas, Universidad de Navarra)
VIDEO 2 – La primera oposición sistemática: el “Discurso verdadero”, de Celso
(Giulio Máspero, Universidad de la Santa Cruz)
VIDEO 3 – Réplicas cristianas a Celso: el “Contra Celsum” de Orígenes –
(Giulio Maspero, Universidad de la Santa Cruz)
fuente - biteproject.com