“El abuso que se produce con esta ley viene dado por unos celos o envidia social y económica hacia las minorías religiosas. Las minorías religiosas son las primeras que sufren esta ley que permite este abuso”.
Porque no hay garantías legales de ningún tipo. No hace falta ni una prueba real para llevar a alguien a los tribunales. Es más, a veces el acusado es asesinado antes de poder ser sometido a juicio. Según el profesor Mobeen, los cristianos pueden defenderse de esta ley si están informados de sus derechos.
“A nivel gubernamental no se está haciendo nada para cambiar la aplicación de esta ley pero las minorías religiosas de Pakistán pueden evitar los efectos negativos de esta ley primero enviando a los niños a la escuela. Porque la educación ofrece la posibilidad de evitar los efectos negativos de esta ley porque con la educación pueden entender cuándo son víctimas de este abuso”.
Sin embargo, la educación es un lujo que pueden permitirse muy pocos paquistaníes. Se estima que solo hay un 40 por ciento de niños escolarizados. La ignoracia vuelve a ser el caldo de cultivo perfecto para los radicales. Pese a todo, Mobeen dice que los cristianos jamás han respondido de la misma forma y eso que son ciudadanos de segunda y muchas veces el objetivo de atroces ataques, como el del día de Pascua de 2016 en Lahore.
“En la realidad de la Iglesia perseguida, la fe es algo importante y vale la pena conservarla y defenderla aún a costa de la propia vida”.
Aunque una buena parte de los musulmanes del país aceptan de buen grado la ley Antiblasfemia y sus perversiones, hay muchos otros que entienden el valor de la convivencia. Un ejemplo es el gobernador del Punjab, Salman Taseer un musulmán que defendió Asia Bibi y que lo pagó con su vida. Fue asesinado de 26 disparos por su propio guardaespaldas al que la multitud aclamó como un héroe.