El hecho fundamental de su acercamiento al cristianismo es el fenómeno “extraordinario” (portentum) que describe Eusebio de Cesárea en sus obras panegíricas Historia ecclesiastica y Vita constantini, en vísperas de la batalla del Puente Milvio contra su rival Majencio en la guerra civil por hacerse con el poder.
Ese hecho portentoso (In hoc signo vinces) y la posterior victoria, atribuida a esa intervención divina, acabaron de decantar a Constantino por la promoción y protección de los cristianos. Constantino contaba, además, entre su círculo curial con un mentor cristiano, Lactancio, que jugó un papel importante en la progresiva cristianización del emperador.
Constantino apostó por apoyarse en la naciente fuerza cristiana aun teniendo en cuenta que en occidente el cristianismo no era hegemónico, y la administración y las magistraturas del estado estaban en manos de paganos. Parece ser que Constantino quedó muy impresionado por la resistencia y la fuerza moral de los cristianos frente a la persecución de Diocleciano y de su sucesor en oriente, Galerio.
Este último, Diocleciano, incapaz de acabar con los cristianos y presa de una cruel enfermedad, publicó para oriente un edicto de tolerancia hacia los cristianos (año 311) en el cual les acusaba de haber abandonado la religión de sus ancestros, a la vez que reconocía su impotencia para encauzar la situación, y acababa pidiendo a los cristianos que rezaran por su persona y por el bien del Imperio.
Para los autores paganos, sin embargo, Constantino se acercó a los cristianos buscando el perdón para sus crímenes.
Se discute si el Emperador, al sancionar el Edicto de Milán actuó por cálculo político o por convicción religiosa.
Por un lado, Constantino siguió ostentando el título de Pontifex Maximus de la religión pagana y, lógicamente, no la persiguió, aunque no dejó de favorecer a los cristianos facilitándoles la construcción de sus templos y dictando leyes que estabilizaban su estatuto dentro del Imperio como luego veremos.
También dejó que siguieran adelante los espectáculos públicos tan reprobados por los escritores eclesiásticos. Además, su vida personal y sus acciones de gobierno no reflejaban el ideal cristiano.
De hecho, mandó ejecutar a uno de sus hijos y a su esposa. Incluso se discute el momento de su bautismo, decantándose la crítica por un bautismo in articulo mortis, pero sin llegar a dilucidar si lo fue en la fe católica o en la arriana.
Por contra, cuando Licinio, emperador de oriente, se levanté en armas contra él, lo primero que hará será iniciar una crudelísima persecución contra los cristianos de oriente con el fin de golpear a lo más querido del emperador.
La legislación constantiniana respecto al cristianismo es fruto de una mentalidad romana clásica. Como emperador, Constantino debía organizar la religión y mediar con la divinidad, ser el que tiende el puente entre sus súbditos y la divinidad. Pero, la religión cristiana se presentaba, a sí misma, como la mediadora por excelencia entre Dios y los hombres y, además, con una mediación salvadora.
¿Cómo resolver esta aporía? Constantino reconoció a la Iglesia una competencia en las cosas internas (fe, moral, disciplina eclesiástica, medios de salvación) y se arrogó la potestad, el derecho-deber, de actuar sobre las cosas externas. Entendiendo por estas, cuanto se derivaba de las primeras en su aplicación práctica.
Es decir, haciendo respetar las decisiones de la Iglesia en las cuestiones internas que la propia Iglesia no tenía fuerza para imponer, o facilitando los medios para reprimir las desviaciones o convocar un Concilio, como hizo en Nicea. Evidentemente, el límite es muy lábil y en esta decisión se encuentra el germen de las posteriores disputas medievales entre el sacerdocio y el imperio.
Pasando al detalle, podemos decir que su actividad legislativa respecto al cristianismo fue eminentemente práctica. En primer lugar, después de derrotar a Licinio, recomendó la fe en la “sola verdadera Divinidad”. Aunque se trató de una declaración genérica supuso una manifestación pública muy relevante. A esta declaración le acompaño la representación de la cruz en monedas y medallas.
En segundo lugar, subsanó situaciones trágicas. Absolviendo a todos los cristianos que habían sido condenados a cárcel, exilio, trabajos forzados o habían perdido sus cargos en la milicia, con restitución de bienes para los expropiados. Se liberó a los funcionarios cristianos del sacrificar a los dioses y se declaró festivo el domingo para facilitar el culto. Se empezó un programa de construcción de iglesias y se dispuso una renta para su mantenimiento y el sustento del clero.
Además, impuso la moralización de las costumbres. Se dictaron leyes para abolir los espectáculos de gladiadores, se penalizó la prostitución sagrada, el rapto, la fornicación entre tutores y tuteladas/os, el adulterio con los esclavos y el concubinato. Se apoyó la vida consagrada quitando las penas para los que no se casaban o no querían tener hijos (que eran fruto de una legislación antigua impuesta para fomentar la natalidad).
Se concedieron privilegios al clero dispensándole del pago de impuestos y de la obligación (munera) de realizar trabajos públicos. Se instituyeron las episcopalis audientiae, por las cuales los obispos podían actuar como jueces en los juicios civiles. Gran parte del epistolario de san Agustín, por ejemplo, hace referencia a esta función. Se aceptó la manumissio in ecclesia de los esclavos que podían ser liberados ante la presencia del obispo adquiriendo todos los derechos de la ciudadanía romana. Se suprimió el suplicio de la cruz.
En definitiva, todas estas medidas adoptadas por Constantino, supusieron una clara decantación a favor del cristianismo que, aunque encontraron reticencias en su aplicación por parte de los funcionarios paganos, colocaron a los cristianos en una posición de privilegio en vistas a la desaparición definitiva del imperio romano de occidente y el paso a la época medieval.
by Santiago Casas primeroscristianos.com
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