Al finalizar el rezo del Angelus Francisco obsequia a la multitud unas 50 mil copias de “Custodia la fe”, un texto que resume los principales contenidos de la religión católica.
“Lleven el librito… y a leerlo todos”. Fue la viva recomendación del Papa, al final de su Angelus dominical. Se refería a un texto que resume las enseñanzas básicas de la religión católica titulado “Custodia el corazón”, que regaló hoy a quienes asistieron a escucharlo en la Plaza de San Pedro. Entre los voluntarios que distribuyeron los 50 mil ejemplares a la multitud estaban unos 100 sin techo, llegados hasta el Vaticano en peregrinación.
Asomado a la ventana de su estudio, en el Palacio Apostólico, el pontífice recordó que la Cuaresma –el periodo litúrgico de 40 días antes de la celebración de la Pascua- es “un camino de conversión que tiene como centro el corazón”. De ahí su decisión de obsequiar los libros de bolsillo que recogen “las enseñanzas de Jesús y los contenidos esenciales de la fe”. Mientras mostró una copia, los fieles respondieron con un aplauso.
Explicó que cada ejemplar incluye los siete sacramentos, los dones del espíritu santo, los 10 mandamientos, las virtudes y las obras de misericordia. Al anunciar que entre los voluntarios que los distribuirían estaban los sin techo, exclamó improvisando: “Como siempre, también hoy aquí en la plaza, los que tienen más necesidad nos traen una gran riqueza: La riqueza de una gran doctrina para custodiar nuestro corazón”.
Entonces invitó a todos los presentes a tomar llevárselos, “como ayuda para la conversión y el crecimiento espiritual, que parte siempre del corazón: Ahí donde se juega el partido de las decisiones cotidianas entre el bien y el mal, entre mundanidad y evangelio, entre indiferencia y solidaridad”. Y apuntó: “La humanidad tiene urgencia de justicia, de paz, y podrá tenerlas sólo regresando con todo el corazón a Dios, que es la fuente”.
Antes de pronunciar el Angelus, en una breve reflexión, el Papa recordó que tras el Miércoles de Ceniza comenzó la Cuaresma y en este primer domingo de ese periodo litúrgico hace referencia a los 40 días que Jesús permaneció en el desierto: Un tiempo de soledad, donde enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y salió victorioso, preparado para anunciar el evangelio del reino de Dios.
Explicó que, como entonces, la Cuaresma es para los cristianos un “tiempo de combate espiritual contra el mal”, un “desierto” que es necesario atravesar con la mirada puesta en la Pascua, “que es la victoria definitiva de Jesús contra el maligno, el pecado y la muerte”.
“El desierto es el lugar donde se puede escuchar la voz de Dios y la voz del tentador. En el rumor, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. Al contrario, en el desierto podemos descender en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida y la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos es su palabra. Por esto es importante conocer las escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del maligno”, indicó.
Ahí retomó su consejo de otras veces: Leer el evangelio todos los días, meditarlo aunque sea unos minutos, tenerlo siempre con uno, siempre a mano. “El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conforme al evangelio y reforzar la solidaridad con los hermanos”, insistió.
Antes de terminar, el Papa pidió oraciones por la semana de ejercicios espirituales, que iniciará este domingo junto a sus principales colaboradores de la Curia Romana. Saliéndose nuevamente del discurso previsto, dijo: “Recen porque este ‘desierto’ que son los ejercicios, podamos escuchar la voz de Jesús y corregir tantos defectos que nosotros todos tenemos, y también hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan”.
A las 18:00 horas comenzará el retiro de Francisco en la Casa Divino Maestro de la localidad de Ariccia, a las afueras de Roma. Las meditaciones serán propuestas por el sacerdote Bruno Secondin, de la Orden de los Carmelitas, y tendrán como hilo conductor el tema: “Servidores y profetas del Dios viviente”. Concluirán la mañana del viernes 27 de febrero. Hasta entonces todas las actividades del Papa, públicas y privadas, quedarán suspendidas.