Monseñor Carlos OsoroSierra (Castañeda, 1945) fue ordenado sacerdote en 1973. Tras pasar por varias diócesis de España, el Papa Francisco lo nombró arzobispo de Madrid en agosto de 2014.
Yo creo que tenemos que aprender, fundamentalmente, que eran hombres que habían tenido tal encuentro con Nuestro Señor, que habían asumido de tal manera la vida que Cristo les había regalado y metido en su existencia, que fueron protagonistas reales de una presencia viva de Cristo.
No vivían de ideas, vivían de realidades concretas y eso es lo que atraía a tanta gente. Tenemos que aprender que a la fe se llama por atracción. Como hace Cristo con nosotros, que nos atrae y nos encontramos con él. Los hombres y mujeres cristianos de los primeros siglos atraían con su vida a la gente cercana a ellos, por eso nos dice el Libro de los Hechos que había mucha gente que se agregaba a lacomunidad. Los cristianos de hoy tenemos que ser iguales.
Debe ser una actitud de adhesión absoluta y total, de una oración constante, de estar muy al lado de ellos, de hacer todo lo posible para que esas situaciones cambien. Los que tienen responsabilidades y tienen posibilidades deben acercarse a los lugares de persecución, hacer intervenciones reales, porque una persecución simple y llanamente por seguir a Jesucristo es, cuando menos, un robo a la dignidad del ser humano. No se puede robar la dignidad del ser humano, porque es imagen de Dios. Y no sólo a cristianos, sino cualquiera que mate a cualquiera está robando en el sentido más pleno de la dignidad.
Yo creo que hay que hacer mucho caso a lo que nos ha dicho el Papa Francisco hace muy pocos días en un vídeo sobre la persecución de los cristianos.
Un cristiano de sofá y canapé es el que habla, dice, tiene ideas bonitas… pero lo importante es que seamos cristianos de calle. Que mostremos con obras que lo que hacemos, lo hacemos en nombre de Alguien y porque tenemos a alguien tan dentro de nosotros que, como dice el Apóstol Pablo “no soy yo, es Cristo que vive en mí”. Alguien al que tenemos tan dentro de nosotros que nos impulsa a dar la mano al que está tirado, a acercarnos a todos los miembros de mi religión, a descubrir que todos, todos, todos los hombres son mis hermanos, aunque no piensen y crean lo mismo que yo. Eso no es fácil, y eso solamente nos lo puede regalar Nuestro Señor y solo Él nos capacita para ello.
Yo creo que hay que salir del salón y dejar de tomar canapés para pisar el asfalto. Tenemos que juntarnos con todos los hombres, en las situaciones reales enlas que están, dándoles la mano. Y al mismo tiempo, compartir con ellos todo lo que somos.
Entrevista realizada por Álvaro Gómez e Ignacio Laguía