Según el evangelio de Juan, Jesús, invitado a un banquete de boda, transformó el agua en vino, respondiendo a una petición de su madre María (Jn 2, 1-11). Con este primer milagro reveló su naturaleza divina y desde ese momento realizó otros signos y prodigios.
La Custodia de Tierra Santa recuerda cada año este episodio evangélico con una misa solemne en el santuario que actualmente se encuentra en la aldea árabe de Kafr Kana en Galilea.
El evangelista Juan sitúa este fragmento evangélico de las bodas de Caná al comienzo del ministerio de Jesús precisamente para hacernos entender, según el Custodio, que el matrimonio entre Dios y su pueblo se realiza en la vida, en el ministerio y en la Pascua de Jesús.
“Estamos hechos para un amor infinito. Estamos hechos para recibir el amor de Dios y devolverlo en una relación tan intensa y personal que solo puede encontrar similitudes en la imagen del matrimonio”.
En la actualidad en el convento de Caná prestan servicio tres franciscanos de la Custodia de Tierra Santa que llevan a cabo las actividades de la parroquia y animan el santuario, en este momento cerrado por el confinamiento impuesto por las autoridades israelíes para combatir la pandemia.