Pero no es la aventura lo que a Newman le interesa tratar, sino el fenómeno de la conversión, el cual había desarrollado ya en su primera novela Perder y Ganar (Loss and Gain) de forma autobiográfica. La conversión aparece como un proceso lento y sinuoso, catártico, que exige un compromiso irremediablemente personal.
Al describir este desarrollo interior, el cardenal inglés prefigura con viveza su concepción de la conciencia humana, aportando para ello una visión novedosa del misterio de la Iglesia, dos de sus más destacadas aportaciones al pensamiento cristiano moderno.
El cardenal Newman destaca como importante figura de las letras inglesas además de ser una de las más grandes personalidades religiosas del siglo XIX, con gran influencia en la actualidad.
Ya en su adolescencia, después de la crisis de fe provocada por la lectura de algunos autores del siglo XVIII, descubrió al Dios revelado en el Nuevo Testamento. Fue ordenado para el ministerio sagrado anglicano, que ejerció primero en un humilde barrio de Oxford, ciudad en la que estudiaba, y también atendió la parroquia de Santa María.
La conciencia de su responsabilidad espiritual sobre sus alumnos y feligreses influyó notablemente en su evolución interior, así como el estudio de los Padres de la Iglesia, que despertó en él la inquietud de revitalizar la Iglesia anglicana con el espíritu de los primeros cristianos.
La Iglesia anglicana se benefició de este impulso, que llevó a Newman a entrar en comunión con la Iglesia católica, después de unos años de silencio, estudio, oración y penitencia. Así hizo en 1845, para el escándalo de algunos compatriotas.
Tampoco faltaron algunos católicos que criticaron la escasez de frutos de su acción apostólica en Inglaterra, cosa que desmintió el tiempo: el valor de su aportación a la Iglesia católica se reconoce cada vez más: once años después de haber sido nombrado cardenal por León XIII, murió rodeado de un profundo respeto de la sociedad británica, y fue proclamado venerable por sus virtudes heroicas. El reconocimiento definitivo como modelo ejemplar de vida cristiana tuvo lugar en su beatificación, el 19 de septiembre de 2010.
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