El eco de la masacre de Garissa, con los asesinos que seleccionan a sus víctimas según el credo, se escucha fuera de Kenya, en una guerra de baja intensidad con los fundamentalistas somalíes y, sin perder intensidad, llega hasta la República Centroafricana, Nigeria, Sudán, y sigue subiendo hasta alcanzar Libia, el Sinaí egipcio, Siria, Irak, esa inquieta media luna alargada en la que los cristianos viven hoy el peor de los mundos posibles.
Independientemente de su orientación política, los indicadores internacionales concuerdan sobre el marco general: los cristianos están bajo ataque y el fenómeno está aumentando. Según la organización Open Doors International, en el último año la presión sobre las Iglesias disminuyó en 11 países pero permaneció estable en 7 y aumentó en otros 29. Los observadores del World Watch Monitor concuerdan en que 2104 fue un año trágico, con por lo menos 4334 personas asesinadas por seguir a Jesús y con más de mil lugares de culto destruidos por la misma razón.
La ofensiva es global, si entre los primeros 5 países enemigos de los cristianos aparecen Corea del Norte, alejada geográfica e ideológicamente del epicentro de la neo-yihad. Sin embargo, los otros cuatro son Nigeria, Siria, República Centroafricana y Kenya, es decir, estados en los que los que han tomado como blanco a los cristianos y sus comunidades son grupos como Boko Haram o el EI, que, guste o no entre lamayoría de las mezquitas, reivindican su identidad de musulmanes modelo.
El miedo roe el alma y el de los cristianos del Medio Oriente y alrededores parece particularmente voraz. ¿Estamos frente a una nueva edición del enfrentamiento entre el islam y el cristianismo? A poco tiempo del atentado contra la revista francesa “Charlie Hebdo”, muchos imanes, como el parisino Hassen Chalghoumi, negaron una nueva guerra santa subrayando que el 95% de los caídos del terrorismo eran musulmanes. El dato deriva de un estudio que en 2011 hizo el National Counter-Terrorism Center, según el cual, cuando es posible identificar la fe de las víctimas de los atentados de los últimos 5 años, el porcentaje de musulmanes asesinados se sitúaentre el 82% y el 94%. Pero el problema es justamente saber en qué creían los muertos, recuerdan los que, como el centro Pew, estiman que entre persecuciones físicas y marginalización política y cultural los cristianos representan por lo menos el 70% de los casos de la discriminación religiosa.
«Nosotros los cristianos de Aleppo tenemos miedo», escribió en el último número de la revista “Tempi” el médico Nabil Antaki, preguntando al mundo (y a sí mismo) si permanecer en la Siria destrozada entre la ireducibilidad del régimen de Damasco y los carniceros del Estado Islámico es un gesto de héroes o de estúpidos (el buen documental de Elisabetta Valgiusti, “Syria’s Christians Exodus”, narra el éxodo de una comunidad que hace tiempo representaba el 10% de la población y que hoy llena una de cada dos tiendas de los campos para refugiados).
En El Cairo, el católico Francis M., de la minoría copta, explica el apoyo de sus correligionarios al presidente Sisi con el pánico experimentado en primera persona entre 2012 y 2013, durante el gobierno de Mursi y de la Hermandad Musulmana: «Incluso los amigos, bromeando, empezaron a decir que teníamos que estar listos porque antes o después nos habrían despojado de todos nuestros bienes».
En Irak, en donde el éxodo que comenzó en 2003 ha reducido la presencia cristiana a menos del 1,5%, hace algunas semanas nació Dwekh Nawasha, la milicia cristiana de la Llanura de Nínive que, al haberse quedado sin mejillas que poner, se armó hasta los dientes para combatir al lado de los peshmerga kurdos para detener el avance del Estado Islámico. La perspectiva es bastante plúmbea, sobre todo teniendo en cuenta el precedente de la República Centroafricana, en donde en 2013 la reacción de los cristianos “anti-balaka” en la guerra civil produjo la que las Naciones Unidas llamaron «limpieza étnica» de alrededor de 6 mil musulmanes.
Los cristianos viven con temor en muchas partes del mundo, pero muchísimos, demasiados, viven en el mundo musulmán. Hay un elemento anti-occidental en los ataques contra las Iglesias que son percibidas como símbolo eterno del poder blanco, pero hoy por hoy por lo menos uno de cada cuatro cristianos no es occidental.
FRANCESCA PACI