Él vino a liberar a todos los hombres y mujeres de las tiranías que lleva consigo el pecado. Ofreció su vida también por sus perseguidores y por quienes lo odiaban, para que también ellos pudieran alcanzar la salvación. Para que pudieran tener una vida feliz y perdurable.
El niño débil e indefenso de Belén, es Dios. No nació para buscar conflictos con el poder romano ni con la tiranía de quienes se creían intérpretes infalibles de la Ley, pero no se achantó ante el error, la fuerza del mal ni la injusticia. Traía la verdad, el bien, la luz y la paz que el mundo necesita.
Él vino a liberar a todos los hombres y mujeres de las tiranías que lleva consigo el pecado. Ofreció su vida también por sus perseguidores y por quienes lo odiaban, para que también ellos pudieran alcanzar la salvación. Para que pudieran tener una vida feliz y perdurable.
Por eso hoy la Navidad es fiesta de amor y libertad, de hablar con soltura y confianza de las cosas buenas que bullen en el corazón, sin acobardarse ante ambientes adversos. Un buen momento para reconocer qué buena y qué gozosa es la realidad del matrimonio y de la familia, qué hermosa la sonrisa de un niño, qué tierna la mirada afectuosa del abuelo enfermo que apenas balbucea.
Una oportunidad para contemplar a la sociedad en que vivimos con realismo y alegría: aunque no falten dificultades es mucho lo que se puede hacer para construir, con el esfuerzo de todos, un mundo en el que valga la pena vivir.
La Navidad trae una invitación a todos los hombres de buena voluntad para que recapacitemos, para que, respetando las diferencias, opiniones y modos de ser de cada uno, busquemos decididamente lo importante: el auténtico bien de todo ser humano, por encima de egoísmos personales. Es fiesta de optimismo, de luz, de reconciliación, de alegría y de paz.
Y ese optimismo, alegría y paz serán reales si dejamos que Jesús nazca en nuestros corazones, que los ilumine. Algunos consejos:
Poner el nacimiento y explicarlo a los niños, y rezar allí reviviendo la escena
Ir a la Misa del Gallo, o cuidar especialmente la Misa de ese día. Preparándose bien con una buena confesión
Dar algo de lo nuestro a los necesitados, especialmente de nuestro tiempo y afecto a la familia y a quienes tenemos cerca.
Así lo afirmó monseñor Joseph Tobji, arzobispo maronita de Alepo, en una entrevista para Vatican Media:
La presencia cristiana en Oriente, incluso en Alepo, es milenaria, desde los tiempos de los apóstoles, por lo que es muy importante que esta presencia continúe y esto también beneficia a la Iglesia universal, no sólo para Oriente, sino que ésta es también un trozo del cuerpo, un trozo del cuerpo místico de Jesús, por lo que la continuidad del cristianismo aquí en Alepo, en Siria, en Oriente, es esencial para toda la Iglesia universal.
En segundo lugar, la presencia cristiana en Alepo, en Siria, es importante para el país y también para los musulmanes, porque sigue siendo un amortiguador entre Oriente y Occidente. Es decir, hablamos árabe, somos árabes por cultura, por lo que nos entendemos muy bien con nuestros compatriotas, nos une una hermandad y también una amistad verdaderamente fuerte. Así que nos entendemos bien. Y esto también beneficia a los musulmanes y al cristianismo en Occidente. Somos un puente, un amortiguador, digamos, y somos vínculos de la cultura humana también para la gente de aquí.
¿Está diciendo que si los cristianos y los musulmanes, aquí, en este país, en esta región, pueden hablar entre ellos, entonces pueden hablarse y dialogar en todo el mundo?
Sí, claro, porque lo de aquí también puede ser un ejemplo para todo el mundo. A veces rezamos juntos, cristianos y musulmanes, y el pueblo, la gente sencilla, tiene vecinos musulmanes, es decir, con los cristianos trabajan juntos. Esto da una idea muy real de nuestra fe y de nuestros valores humanos, que también provienen de Dios, y así esto beneficia a la apertura de la mentalidad musulmana aquí en Siria.
Aquí, por ejemplo, es diferente de Arabia Saudí; el islam de aquí es diferente del de otras partes del mundo, en Turquía o Afganistán. Porque aquí coexisten ambas religiones y entonces hay otro ambiente, otro clima de humanidad.
Para mantener este diálogo entre cristianos y musulmanes, los cristianos deben permanecer. El problema actual es que los jóvenes huyen, se van. Los jóvenes, con mucha dignidad, visible y palpable, sonríen, hablan de sus estudios, y cuando hablan de su futuro, la respuesta es la misma para todos: quieren ir al extranjero. En su propio país dicen no encontrar ninguna fuente de esperanza...
Ciertamente no encuentran esperanza, no encuentran un futuro, y son exprimidos como una naranja. Un joven "optimista", digamos así, no puede vivir en este ambiente nuestro sirio, de depresión y presión, pero no de presión política, de presión de la vida, de presión de lo cotidiano.
Luego estudian cinco años en la universidad y no encuentran trabajo, o si lo encuentran, el salario no es suficiente ni para comprar cigarrillos. Y por eso siempre miran al Occidente, quieren vivir como el occidental, pensando en una vida romántica, la buena vida en el buen sentido, un futuro de trabajo, libertad y bienestar.
Esto es lo que siempre les viene a la mente a los jóvenes, sobre todo cuando ven a sus compañeros que están afuera, trabajando, tomando fotos frente a los edificios y jardines. Aquí no tenemos nada de eso, así que este sueño siempre se fortalece en la mente de nuestros jóvenes.
No tienen esperanza, no encuentran trabajo y hay dificultades económicas, también relacionadas con las sanciones internacionales. En su opinión, ¿existen hoy en día condiciones para levantar las sanciones internacionales?
Verdaderamente, soy pesimista sobre este frente porque, humanamente hablando, no hay ninguna razón por parte de los políticos occidentales, estadounidenses y europeos, para levantar las sanciones porque las impusieron para obtener algo a cambio. Y todavía no hay tal cosa a cambio.
Viendo el pasado y recordando el camino recorrido, siempre encontramos «momentos de gran fidelidad al Señor y algún momento feo de infidelidad, de pecado, que te hace sentir la necesidad de la salvación.
Esta también es nuestra seguridad. Necesitamos salvación, hagamos una confesión de fe: “Yo soy pecador, pero Tú puedes salvarme”». Papa Francisco celebra la misa en el día de sus ochenta años con algunos cardenales presentes en Roma, reunidos en la Capilla Paulina.
El Papa Francisco saluda desde su balcón
El cardenal Angelo Sodano, decano del colegio cardenalicio, saludó al comenzar a Francisco: «Hemos querido concelebrar con usted esta santa misa para dar gracias al Señor por el amor con el que está llevando a cabo su misión. Estamos cerca de usted, mucho más en este día tan hermoso de su vida…».
El Evangelio del día presenta la genealogía de Jesús que escribió Mateo, la de la familia de José, con la que el Nazareno se sitúa en la estirpe de David. Un texto compuesto por un largo elenco de generaciones, en donde aparecen personajes muy diferentes entre sí.
Papa Francisco, que en la homilía no hizo ninguna referencia a su cumpleaños, comentó el pasaje haciendo ver que el camino del Adviento hace una pausa. «La liturgia nos hace detenernos un poco. La Iglesia nos pide que hagamos memoria, mira hacia atrás, mira a la familia. La memoria da mucha fuerza al alma».
Citando la Carta a los Hebreos, el Papa recuerda que hacer memoria, ver hacia atrás, sirve «para ir mejor hacia adelante. Este es el significado».
Hay que pedir «la gracia de la memoria», porque «es propio del amor siempre tener bajo la mirada los dones tan bellos que hemos recibido, mirar la historia, de dónde venimos, a nuestros antepasados, el camino de la fe. Y esta memoria nos hace bien, porque hace más intensa esta vigilante espera hacia la Navidad».
Mediante la genealogía de Jesús vemos «que hemos sido elegidos». Elección y alianza «son los pilares de la memoria cristiana, este mirar hacia atrás para seguir adelante. Cuando nosotros escuchamos este pasaje del Evangelio, hay una historia de gracia muy grande, pero también una historia de pecado. Siempre encontramos por el camino gracia y pecado. En la lista hay pecadores grandes y hay santos».
«Todos nosotros, en nuestra vida —añadió el Papa— encontraremos lo mismo, momentos de gran fidelidad al Señor, de alegría en el servicio. Y algún momento feo de infidelidad, de pecado, que te hace sentir la necesidad de la salvación, y esta es también nuestra seguridad: necesitamos la salvación. Confesemos, hagamos una confesión de fe: “¡Yo soy pecador, pero Tú puedes salvarme!”. Así se va hacia adelante en la alegría de la esperanza».
«Hoy nos detenemos, miramos hacia atrás —dijo Francisco—, y vemos que el camino ha sido bello, que el Señor es fiel. También vemos que tanto en la historia como en nuestra vida ha habido muchos momentos bellísimos de fidelidad y momentos feos de pecado. Pero el Señor está allí, con la mano tendida para volver a levantarte: “¡Sigue adelante!”».
Bergoglio deseó que nunca falte «la gracia de la memoria, de mirar hacia atrás a lo que el Señor ha hecho por nosotros, por la Iglesia, la historia de salvación. Y así entenderemos por qué la Iglesia nos hace leer este pasaje, que puede parecer un poco aburrido, la historia de un Dios que quiso caminar con su pueblo y hacerse hombre, uno de nosotros».
Y si mantener viva esta memoria resulta «difícil, aburrido», hay una «frase bellísima para nuestras quejas» en la Carta a los Hebreos: «Tranquilízate, todavía no has llegado a dar la sangre… un poco de humorismo, inspirado, para seguir adelante». El Papa se refería al versículo 4 del capítulo 12, en donde San Pablo escribió: «Aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado».
Al final de la Misa, Francisco volvió a tomar el micrófono y agradeció a los cardenales por las felicitaciones y por la cercanía.
«Desde hace algunos días me viene a la mente una palabra que me parece fea: ¡vejez! Espanta… Hasta ayer, para darme un regalo, un monseñor me dio el “De senectute” de Cicerón, ¡una gota más! Me acuerdo de lo que les dije en nuestro primer encuentro, el 15 de marzo de 2013: la vejez es sede de sabiduría; esperemos que también sea así para mí. Cómo ha venido tan rápido, con el paso tan silencioso».
Pero el Papa añadió también que hay que considerar a la vejez como una etapa «de la vida para dar alegría, sabiduría, esperanza». La vejez «es tranquila y religiosa, recen por que la mía sea así: tranquila, religiosa y fecunda, y también alegre».
https://www.primeroscristianos.com/eleccion-de-francisco-papa-13-marzo/
También recordaban sus milagros, sus parábolas y muchos detalles de su predicación. Era lo que habían oído contar a aquellos que habían seguido al Maestro durante su vida pública, quehabían sido testigos directos de todos aquellos acontecimientos.
Acerca de su infancia sólo conocían algunos detalles que tal vez narrara el propio Jesús o su Madre, aunque la mayor parte de ellos María los conservaba en su corazón.
Cuando se escriben los evangelios sólo se deja constancia en ellos de lo más significativo acerca del nacimiento de Jesús. Desde perspectivas diferentes, Mateoy Lucas recuerdan los mismos hechos esenciales: que Jesús nació en Belén de Judá, de la Virgen María, desposada con José, pero sin que Ella hubiese conocido varón. Además, hacia el final de los relatos sobre la infancia de Jesús, ambos señalan que después fueron a vivir a Nazaret.
Mateo subraya que Jesús es el Mesías descendiente de David, el Salvador en el que se han cumplido las promesas de Dios al antiguo pueblo de Israel. Por eso, como la pertenencia de Jesús al linaje de David viene dada por ser hijo legal de José, Mateo narra los hechos fijándose especialmente en el cometido del Santo Patriarca.
Por su parte, Lucas, centrándose en la Virgen —que representa también a la humanidad fiel a Dios—, enseña que el Niño que nace en Belén es el Salvador prometido, el Mesías y Señor, que ha venido al mundo para salvar a todos los hombres.
En el siglo II el deseo de saber más sobre el nacimiento de Jesús y su infancia hizo que algunas personas piadosas, pero sin una información histórica precisa, inventaran relatos fantásticos y llenos de imaginación. Se conocen algunos a través de los evangelios apócrifos. Uno de los relatos más desarrollados sobre el nacimiento de Jesús contenido en los apócrifos es el que se presenta en el llamado Protoevangelio de Santiago o, según otros manuscritos, Natividad de María, escrito a mediados del siglo II.
En las primeras generaciones de cristianos la fiesta por excelencia era la Pascua, conmemoración de la Resurrección del Señor. Todos sabían bien en qué fechas había sido crucificado Jesús y cuándo había resucitado: en los días centrales de la celebración de la fiesta judía de la Pascua, en torno al día 15 de Nisán, es decir, el día de luna llena del primer mes de primavera.
Sin embargo, posiblemente no conocían con la misma certeza el momento de su nacimiento. No formaba parte de las costumbres de los primeros cristianos la celebración del cumpleaños, y no se había instituido una fiesta particular para conmemorar el cumpleaños de Jesús.
Hasta el siglo III no tenemos noticias sobre el día del nacimiento de Jesús. Los primeros testimonios de Padres y escritores eclesiásticos señalan diversas fechas. El primer testimonio indirecto de que la natividad de Cristo fuese el 25 de diciembre lo ofrece Sexto Julio Africano el año 221.
La primera referencia directa de su celebración es la del calendario litúrgico filocaliano del año 354 (MGH, IX,I, 13-196): VIII kal. Ian. natus Christus in Betleem Iudeae (“el 25 de diciembre nació Cristo en Belén de Judea”). A partir del siglo IV los testimonios de este día como fecha del nacimiento de Cristo son comunes en la tradición occidental, mientras que en la oriental prevalece la fecha del 6 de enero.
Una explicación bastante difundida es que los cristianos optaron por día porque, a partir del año 274, el 25 de diciembre se celebraba en Roma el dies natalis Solis invicti, el día del nacimiento del Sol invicto, la victoria de la luz sobre la noche más larga del año. Esta explicación se apoya en que la liturgia de Navidad y los Padres de la época establecen un paralelismo entre el nacimiento de Jesucristo y expresiones bíblicas como «sol de justicia» (Ma 4,2) y «luz del mundo» (Jn 1,4ss.).
Sin embargo, no hay pruebas de que esto fuera así y parece difícil imaginarse que los cristianos de aquel entonces quisieranadaptar fiestas paganas al calendario litúrgico, especialmente cuando acababan de experimentar la persecución.
Otra explicación más plausible hace depender la fecha del nacimiento de Jesús de la fecha de su encarnación, que a su vez se relacionaba con la fecha de su muerte.
En un tratado anónimo sobre solsticios y equinoccios se afirma que “nuestro Señor fue concebido el 8 de las kalendas de Abril en el mes de marzo (25 de marzo), que es el día de la pasión del Señor y de su concepción, pues fue concebido el mismo día que murió” (B. Botte, Les Origenes de la Noël et de l’Epiphanie, Louvain 1932, l. 230-33).
En la tradición oriental, apoyándose en otro calendario, la pasión y la encarnación del Señor se celebraban el 6 de abril, fecha que concuerda con la celebración de la Navidad el 6 de enero.
La relación entre pasión y encarnación es una idea que está en consonancia con la mentalidad antigua y medieval, que admiraba la perfección del universo como un todo, donde las grandes intervenciones de Dios estaban vinculadas entre sí. Se trata de una concepción que también encuentra sus raíces en el judaísmo, donde creación y salvación se relacionaban con el mes de Nisán.
El arte cristiano ha reflejado esta misma idea a lo largo de la historia al pintar en la Anunciación de la Virgen al niño Jesús descendiendo del cielo con una cruz. Así pues, es posible que los cristianos vincularan la redención obrada por Cristo con su concepción, y ésta determinara la fecha del nacimiento.
“Lo más decisivo fue la relación existente entre la creación y la cruz, entre la creación y la concepción de Cristo” (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia, 131).
La difusión de la celebración litúrgica de la Navidad fue rápida. En la segunda mitad del siglo IV se va extendiendo por todo el mundo cristiano: por el norte de Africa (año 360), por Constantinopla (año 380), por España (año 384) o por Antioquía (año 386). En el siglo V la Navidad es una fiesta casi universal.
CIUDAD DEL VATICANO, martes, 18 diciembre 2007
Benedicto XVI ha propuesto redescubrir el sentido de la Navidad, Dios que se hace Niño, pues de lo contrario esta fiesta pierde su sentido.
«Que la Navidad sea para todos la fiesta de la paz y de la alegría: alegría por el nacimiento del Salvador, Príncipe de la paz», deseó al concluir la última audiencia general del año 2007.
Según explicó el Santo Padre a los miles de peregrinos congregados en el Aula Pablo VI, «en Belén se manifestó al mundo la Luz que ilumina nuestra vida; se nos reveló el Camino que nos lleva a la plenitud de nuestra humanidad».
«Si no se reconoce que Dios se hizo hombre, ¿qué sentido tiene celebrar la Navidad? La celebración se vacía», reconoció.
«Ante todo --subrayó--, nosotros, los cristianos, tenemos que reafirmar con convicción profunda y sentida la verdad de la Navidad de Cristo para testimoniar ante todo la conciencia de un don gratuito que es riqueza no sólo para nosotros, sino para todos».
Al acercarse la Navidad, el Papa pidió rezar «para que se realicen las esperanzas de paz, de salvación, de justicia, de las que el mundo tiene necesidad urgente».
«Pidamos a Dios que la violencia se venza con la fuerza del amor, que los malos entendidos cedan el paso a la reconciliación, que la prepotencia se transforme en deseo de perdón, de justicia y de paz», exhortó.
El Papa deseó que «el augurio de bondad y de amor que nos intercambiamos en estos días llegue a todos los ambientes de nuestra vida cotidiana».
«Que la paz more en las familias y puedan pasar la Navidad unidas ante el Nacimiento y el árbol adornado iluminado», siguió deseando.
«Que el mensaje de solidaridad y de acogida que procede de la Navidad contribuya a crear una profunda sensibilidad hacia las antiguas y nuevas formas de pobreza, hacia el bien común, en el que todos estamos llamados a participar», añadió.
«Que todos los miembros de la comunidad familiar, en especial los niños y los ancianos, las personas más débiles, puedan sentir el calor de esta fiesta, y que se dilate después durante todos los días del año», añadió.
El anuncio de este mensaje, concluyó, es la esencia de la evangelización, que ha sido presentada por la «Nota doctrina sobre algunos aspectos de la Evangelización», recién publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
El obispo de Roma la quiso presentar como motivo de «profundización personal y comunitaria».
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Basar todo en el Espíritu Santo: esta fue la invitación que resonó durante la segunda predicación de Adviento pronunciada por el cardenal Raniero Cantalamessa -sobre el tema "Dios envió el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones"- el viernes 10 de diciembre por la mañana, en el Aula Pablo VI del Vaticano, en presencia del Papa Francisco. Basar todo en el Paráclito, insistió el predicador de la Casa Pontificia, es aún más necesario "en el momento en que la Iglesia se lanza a la aventura sinodal".
Para el cardenal capuchino, no basta "con rezar un Pater, un Ave y un Gloria al comienzo de nuestros encuentros pastorales", y pasar luego apresuradamente al orden del día. Cuando las circunstancias lo permiten, "hay que permanecer un tiempo expuestos al Espíritu Santo, para darle tiempo a que se manifieste". En definitiva, es necesario "sintonizar con él".
Sin estas premisas, subrayó, "las resoluciones y los documentos siguen siendo palabras añadidas". Es como el sacrificio de Elías en el Monte Carmelo, cuando "recogió la leña, la mojó siete veces, hizo todo lo que pudo, y luego rogó al Señor que enviara fuego del cielo y consumiera el sacrificio". Sin ese fuego de lo alto, "todo habría quedado sólo en madera húmeda (cf. 1 Reyes 18:20 ss)".
Por otra parte, señaló el predicador, no hay que "esperar respuestas inmediatas y espectaculares", porque "la nuestra no es una danza del fuego, como la de los sacerdotes de Baal en el Carmelo". De hecho, los tiempos y los modos son conocidos por Dios. Lo importante es "pedir y recibir la fuerza de lo alto; la forma de manifestarse se deja a Dios".
El capuchino se pregunta si "al menos en las asambleas plenarias de cada circunscripción, ya sea local o universal, no sería posible nombrar un animador espiritual que organice momentos de oración y de escucha de la Palabra, al margen de las reuniones". Esto se debe a que "el espíritu de profecía se manifiesta preferentemente en un contexto de oración comunitaria".
Hay un ejemplo "maravilloso" de esto durante la primera crisis que la Iglesia tuvo que afrontar en su misión de anunciar el Evangelio. Sucedió cuando Pedro y Juan fueron detenidos y encarcelados por haber "anunciado en Jesús la resurrección de los muertos". Son liberados por el Sanedrín con la orden de "no hablar de ninguna manera, ni enseñar en el nombre de Jesús". Los apóstoles se enfrentan a una situación que "se repetirá muchas veces en el curso de la historia: callar, incumpliendo el mandato de Jesús, o hablar con el riesgo de una intervención brutal de las autoridades que acabe con todo".
En esta situación, los apóstoles se dirigen a la comunidad orante. Es entonces cuando se proclama el versículo del salmo: "Los reyes de la tierra se levantaron y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Cristo" (Sal 2,2). Algunos lo aplican a lo que ocurrió en la alianza entre Herodes y Poncio Pilato con respecto a Jesús.
Cuando terminaron de orar", leemos, "el lugar donde estaban reunidos temblaba, y todos estaban llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios con denuedo (parresía)". (cf. Hechos 4:1-31). Pablo muestra que esta práctica no permanece aislada en la Iglesia: "Cuando os reunís -escribe a los corintios-, uno tiene un salmo, otro una enseñanza; uno tiene una revelación, otro tiene el don de lenguas, otro tiene el don de interpretación" (1 Cor 14,26).
Lo ideal para toda resolución sinodal, subrayó el predicador, "sería poder anunciarla -al menos idealmente- a la Iglesia con las palabras de su primer concilio: "Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros..." (Hechos 15,28)". (Hechos 15:28)".
El Espíritu Santo es "el único que abre nuevos caminos, sin contradecir nunca los antiguos. No hace las cosas nuevas, sino que las hace nuevas": es decir, no crea "nuevas doctrinas y nuevas instituciones, sino que renueva y vivifica las establecidas por Jesús". Sin él, señaló Cantalamessa, "siempre estaremos atrasados en la historia". En efecto, el Espíritu Santo es "maestro de ese aggiornamento que San Juan XXIII fijó como finalidad del Concilio": esa asamblea histórica "debía realizar un nuevo Pentecostés y el nuevo Pentecostés debe realizar ahora el Concilio".
Finalmente, el predicador recordó que la Iglesia latina posee "un tesoro para este fin: el himno Veni Creator Spiritus".
Desde su composición en el siglo IX, "ha resonado sin cesar en toda la cristiandad, como una prolongada epíclesis sobre toda la creación y la Iglesia". Desde los primeros años del segundo milenio, "cada año nuevo, cada siglo, cada cónclave, cada concilio ecuménico, cada sínodo, cada ordenación sacerdotal o episcopal, cada reunión importante en la vida de la Iglesia se abre con el canto de este himno".
Se ha cargado con "toda la fe, la devoción y el anhelo ardiente del Espíritu de las generaciones que la han cantado antes que nosotros". Y ahora, cuando se canta, incluso por el más modesto coro de fieles, Dios lo escucha así, con esta inmensa "orquestación" que es la comunión de los santos.
Su inauguración es todo un hito en la construcción de la basílica de Gaudí. Es la primera torre completa de la basílica de la Sagrada Familia.
La estrella es de una pieza, pesa 5,5 toneladas y tiene 7,5 metros de diámetro.
Su montaje en los tres brazos que la sujetan ha sido un trabajo de altura y cuidado. Está hecha de vidrio texturizado.
A partir de la noche del 8 de diciembre, se iluminará desde dentro y dará aún más brillo al cielo de esta ciudad mediterránea.
Gaudí daba mucha importancia a la luz, que durante el día iluminará los cristales de la cruz.
La inauguración será retransmitida en directo y será una oportunidad única para ver realizarse el sueño de Antonio Gaudí, que comenzó a construir esta basílica en 1882.
"Chipre siempre ha sido de gran importancia porque era muy rica en cobre. Como existía esta riqueza natural, todos los pueblos la querían, empezando por Siria, luego Egipto, Persia... todos los pueblos. Una historia muy larga, pero para nosotros lo que importa es la historia del inicio de la evangelización. Los hechos de los Apóstoles narran que en Antioquía del Orontes había una gran comunidad de profetas y doctores. El más importante fue Bernabé, que era un levita, originario de Chipre." Fr. FRÉDÉRIC MANNS, ofm Studium Biblicum Franciscanum
Los primeros hechos de Bernabé están vinculados a Pablo, a quien acreditó ante los apóstoles, que en un principio le temían, precisamente por parte del levita de Chipre, que llevó consigo al apóstol de los gentiles y lo presentó a la comunidad de Jerusalén, contando cómo durante el viaje que habían hecho juntos, el Señor le había hablado, como había sucedido en el camino a Damasco (Hch 9, 26-27).
"En Chipre está la tumba de Bernabé, todavía venerada. Aunque la isla esté dividida, por el momento, se puede pasar por la parte donde está Salamina y donde está la tumba de Bernabé."
En la isla también están presentes los signos del paso de Santa Elena.
"Cuando Santa Elena encontró la cruz, quiso traer una gran parte a Roma. Tomó el barco y se detuvo en Chipre. Lo sabemos por muchos historiadores: por Sozomeno, por Cirilo de Jerusalén y por Teodoro de Cirene que dicen que se detuvo en Chipre. Por eso Elena es recordada en toda la isla con la gran fiesta de Santa Elena de Constantino. El monasterio de Stavrovouni todavía se puede visitar hoy."
Una de las historias más curiosas de la isla de Chipre es sin duda la historia de Lázaro.
"Sabemos que Lázaro murió en Betania y su tumba está allí. Después de la resurrección, los judíos querían matarlo. El Evangelio de Juan lo dice claramente, por eso Lázaro tuvo que dejar esta tierra, tomó el barco y se fue a Chipre. Allí habría conocido a Bernabé, quien lo ordenó obispo de Citio, una ciudad antigua, ahora ubicada junto a Larnaca. Y ahí está su tumba. El emperador León VI, en el 900, construyó una hermosa iglesia, sacando las reliquias de Lázaro de Constantinopla."
"San Epifanio narra que San Lázaro estuvo aquí durante 30 años. Sus reliquias fueron enterradas en la tumba debajo de la iglesia porque, como sabemos en Chipre y más allá, muchas iglesias ortodoxas se construyeron sobre las tumbas de los santos. En el 890 se encontraron las reliquias en la tumba ubicada debajo de la iglesia. El emperador León VI el sabio pidió que las reliquias fueran trasladadas a Constantinopla, y solo quedó una parte aquí y podemos verlas en el relicario aquí detrás de mí. El emperador León construyó esta iglesia como la vemos hoy alrededor del año 890, siguiendo la arquitectura constantinopolitana de ese período."
"Por supuesto que es una gran bendición para nosotros aquí en la Metrópolis de Citio porque tenemos a San Lázaro como nuestro guardián. También es el santo patrón de Lárnaca y hay mucha devoción: mucha gente viene aquí todos los días a rezar. Durante el período de Cuaresma, el domingo de Lázaro, hay una gran fiesta en esta iglesia." NECTARIOS Metropolitano de Citio y Lárnaca
En el próximo episodio hablaremos de la isla de Chipre hoy: sus iglesias, el diálogo ecuménico, la presencia de refugiados y sus desafíos.
Nació en la ciudad de Toledo, de padres nobles y cristianos. Dotada de todas las brillantes prendas en que fundan su principal mérito las de su sexo, ninguna cosa tenía atractivo para ella sino el retiro.
Era mirada como un prodigio de talento y de virtud y su modestia inspiraba veneración y respeto. No pudiendo Daciano reducirla a la adoración de los ídolos, la hizo moler a palos del modo más inhumano.
Mandó después encerrarla en un horrible calabozo, donde pasaba en oración los días y las noches, prefiriendo aquella mazmorra a los mas deliciosos y magníficos palacios del mundo. Allí expiró esta insigne heroína el día 9 de Diciembre año 303.
Una leyenda del siglo VIII, dice que en su fiesta, Leocadia se le apareció a san Ildefonso. Celebrando San Ildefonso la fiesta de Santa Leocadia con el rey Recesvinto y toda su corte en la basílica donde estaba sepultada, salió del sepulcro la santa mártir diciendo al santo prelado: «¡Oh Ildefonso, por ti vive la gloria de mi Señora la Virgen María!"
En la invasión sarracena fué llevado su santo cuerpo a Flandes, de donde se trasladó a Toledo en tiempo de Felipe II, año 1587.
Ver em Wikipedia
En la Sagrada Escritura encontramos algunas referencias (aunque no directas) a la Virgen. El primer pasaje escriturístico que contiene la promesa de la redención menciona también a la Madre del Redentor: “Yo pondré enemistad entre ti y la mujer y su estirpe; ella aplastará tu cabeza cuando tú aceches para morderle su talón” (Génesis 3:15).
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Por otra parte en el evangelio de San Lucas, el saludo del ángel Gabriel (Cfr. Lucas 1:28) “Dios te salve, llena de gracia” , “chaire kecharitomene”, indica una alabanza a la abundancia de gracia, un sobrenatural estado del alma agradable a Dios, que encuentra explicación sólo en la Inmaculada Concepción de María.
También se han visto referencias a la Virgen María en el libro de los Proverbios, el Eclesiático y el Cantar de los Cantares (Cfr. Cant. 4:7).
2. LOS PADRES DE LA IGLESIA
Respecto de la impecabilidad de María, los antiguos Padres son muy cautelosos, aunque insisten en dos puntos sobre todo: la absoluta pureza de María y su posición como segunda Eva (Cfr. 1 Cor 15:22). Esta celebrada comparación entre Eva, por algún tiempo inmaculada e incorrupta -no sujeta al pecado original- y la Santísima Virgen es desarrollado por varios Padres de la Iglesia: San Justino, San Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cirilo de Jerusalén y Sedulio entre otros.
Los escritos patrísticos sobre la absoluta pureza de María son muy abundantes: Orígenes la llama «digna de Dios, inmaculada del inmaculado, la más completa santidad, perfecta justicia, ni engañada por la persuasión de la serpiente, ni infectada con su venenoso aliento». San Ambrosio dice que «es incorrupta, una virgen inmune por la gracia de toda mancha de pecado». San Agustín declara que todos los justos han conocido verdaderamente el pecado «excepto la Santa Virgen María, de quien, por el honor del Señor, yo no pondría en cuestión nada en lo que concierne al pecado».
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Los Padres sirios nunca se cansaron de ensalzar la impecabilidad de María. San Efrén describe la excelencia de la gracia y santidad de María: «La Santísima Señora, Madre de Dios, la única pura en alma y cuerpo, la única que excede toda perfección de pureza, única morada de todas las gracias del más Santo Espíritu [..], mi Señora santísima, purísima, sin corrupción, la solamente inmaculada».
3. EL ORIGEN DE LA FIESTA
La antigua fiesta de la Concepción de María (Concepción de Santa Ana), que tuvo su origen en los monasterios de Palestina a final del siglo VII, y la moderna fiesta de la Inmaculada Concepción no son idénticas en su origen, aunque la fiesta de la Concepción de Santa Ana se convirtió con el paso del tiempo en la de la Inmaculada Concepción.
Para determinar el origen de esta fiesta debemos tener en cuenta los documentos genuinos que poseemos. El más antiguo es el canon de la fiesta, compuesto por San Andrés de Creta, quien escribió su himno litúrgico en la segunda mitad del siglo VII. En la Iglesia Oriental la solemnidad emergió de comunidades monásticas, entró en las catedrales, fue glorificada por los predicadores y poetas, y eventualmente fue fijada fiesta en el calendario de Basilio II, con la aprobación de la Iglesia y del Estado.
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En la Iglesia Occidental la fiesta aparece cuando en el Oriente su desarrollo se había detenido. El tímido comienzo de la nueva fiesta en algunos monasterios anglosajones en el siglo XI, en parte ahogada por la conquista de los normandos, vino seguido de su recepción en algunos cabildos y diócesis del clero anglo-normando.
El definitivo y fiable conocimiento de la fiesta en Occidente vino desde Inglaterra; se encuentra en el calendario de Old Minster, Winchester, datado hacia el año 1030, y en otro calendario de New Minster, Winchester, escrito entre 1035 y 1056. Esto demuestra que la fiesta era reconocida por la autoridad y observada por los monjes sajones con considerable solemnidad.
Después de la invasión normanda en 1066, el recién llegado clero normando abolió la fiesta en algunos monasterios de Inglaterra donde había sido establecida por los monjes anglosajones. Pero hacia fines del siglo XI, a través de los esfuerzos de Anselmo el Joven, fue retomada en numerosos establecimientos anglo-normandos.
Durante la Edad Media la Fiesta de la Concepción de María fue comúnmente llamada la «Fiesta de la nación normanda», lo cual manifiesta que era celebrada en Normandía con gran esplendor y que se extendió por toda la Europa Occidental.
Por un Decreto de 28 de Febrero de 1476, Sixto IV adoptó por fin la fiesta para toda la Iglesia Latina y otorgó una indulgencia a todos cuantos asistieran a los Oficios Divinos de la solemnidad. Para poner fin a toda ulterior cavilación, Alejandro VII promulgó el 8 de Diciembre de 1661 la famosa constitución «Sollicitudo omnium Ecclesiarum» en la que declaró que la inmunidad de María del pecado original en el primer momento de la creación de su alma y su infusión en el cuerpo eran objeto de fe.
Desde el tiempo de Alejandro VII hasta antes de la definición final, no hubo dudas por parte de los teólogos de que el privilegio estaba entre las verdades reveladas por Dios. Finalmente Pío IX, rodeado por una espléndida multitud de cardenales y obispos, promulgó el dogma el 8 de Diciembre de 1854.
Fuente: FREDERICK G. HOLWECK
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