San Esteban: "Meditar sobre la Escritura para entender el presente"
Presentamos una catequesis de Benedicto XVI, de 2012, en la que habla del martirio de San Esteban. Invitó a tratar a Dios con la confianza de los hijos que acuden a un Padre.
La oración de San Esteban, el primer mártir cristiano, fue el tema elegido por el Santo Padre para la catequesis de la audiencia general de hoy miércoles.
Ante más de 20.000 fieles que llenaban la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que, según narran los Hechos de los Apóstoles, Esteban fue llevado a juicio ante el Sanedrín, acusado de haber declarado que Jesús destruiría el templo y subvertiría las costumbres legadas por Moisés. Ahora bien, en su discurso ante el tribunal, el santo afirma que Jesús se refería a su cuerpo, que es el nuevo templo. De esta forma, Cristo “inaugura el nuevo culto, y con la ofrenda de sí mismo en la Cruz, reemplaza los sacrificios antiguos”.
Esteban quiere demostrar que la acusación de subvertir la ley de Moisés es infundada y para ello ilustra su visión de la historia de la salvación, de la alianza entre Dios y el hombre. “Relee así -dijo Benedicto XVI- toda la narración bíblica, el itinerario de la Sagrada Escritura, para demostrar que conduce al lugar de la presencia definitiva de Dios, que es Jesucristo, especialmente en su Pasión, Muerte y Resurrección. En esta perspectiva (...) también lee su condición de discípulo de Jesús, siguiéndolo hasta el martirio. La meditación sobre la Sagrada Escritura le permite entender (...) el presente”.
El protomártir, “en su reflexión sobre la acción de Dios en la historia de la salvación, pone de relieve la perenne tentación de rechazar a Dios y su acción, y afirma queJesús es el Justo anunciado por los profetas; en Él, Dios mismo se ha hecho presente de manera única y definitiva: Jesús es el 'lugar' del culto verdadero”.
La vida y el discurso de Esteban se interrumpen repentinamente con la lapidación, pero “precisamente el martirio es el cumplimiento de su vida y de su mensaje: se hace uno con Cristo. Así, su reflexión sobre la acción de Dios en la historia, sobre la Palabra divina que en Jesús ha llegado a su plenitud, se convierte en participación en la misma oración de la Cruz”.
En el momento del martirio del santo, afirmó el Papa, “se manifiesta una vez más la fecunda relación entre la Palabra de Dios y la oración”. Pero: “¿De dónde sacó el primer mártir cristiano la fuerza para hacer frente a sus perseguidores y llegar hasta la entrega de sí mismo? La respuesta es simple: desu relación con Dios, de su comunión con Cristo, de la meditación sobre la historia de la salvación, de ver la acción de Dios, que alcanza su cumbre en Jesucristo”.
San Esteban cree que Jesús “es el templo 'no construido por mano de hombre' en que la presencia de Dios Padre se ha hecho tan cercana como para entrar en nuestra carne humana para llevarnos a Dios, para abrir las puertas del Cielo. Nuestra oración, entonces, debe consistir en la contemplación de Jesús a la diestra de Dios, de Jesús como Señor de nuestra vida cotidiana. En Él, bajo la guía del Espíritu Santo, también nosotros podemos dirigirnos a Dios (...) con la confianza y el abandono de los hijos que acuden a un Padre que los ama infinitamente”, concluyó el Santo Padre.
Viaje de María y José: debieron afrontar unas duras pruebas
Para poder traer al mundo a Jesús en Belén y cumplir las profecías del Antiguo Testamento
“Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial”, escribe el profeta Miqueas (Miqueas 5,1).
Sin embargo, aunque José, descendiente del rey David, era originario de la pequeña aldea de Judea, él y María vivían en Nazaret, al norte de Galilea, cuando María quedó encinta de Jesús, según narra el evangelio de Lucas.
Un periplo de más de 150 km
Sin embargo, cuando María llegaba casi al término de su embarazo, el emperador Augusto ordenó un gran censo que obligaba a todo el mundo a dirigirse a su pueblo de origen. Así, “José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David” (Lucas 2,4).
Un periplo 156 kilómetros que representó una auténtica prueba para la pareja en una época en la que los caminos no estaban pavimentados –aunque sí lo estuvieran en buena parte del Imperio romano– y cuando el único medio de transporte disponible era el asno o el camello. A esto habría que sumarle el hecho de que José, según algunas tradiciones, quizás no fuese demasiado joven, y que María estaba casi en el noveno mes de embarazo.
Belén, llamada Efratá en la antigüedad, está situada a 7 kilómetros al sur de Jerusalén, pero a una altitud de 750 metros. Aunque se trataba de la ciudad del rey David y la matriarca Raquel, segunda esposa de Jacob, estaba enterrada allí, la ciudad era considerada secundaria en aquella época. No obstante, el camino, muy montañoso, lo transitaban muchas caravanas que iban de Jerusalén a Egipto.
Los evangelios canónicos no dicen nada sobre el medio de transporte que empleó la pareja, pero podemos suponer que tenían a su disposición un asno que cargara con los alimentos. Probablemente también durmieron tres o cuatro noches bajo las estrellas o en posadas.
Un viaje agotador al final del cual los cónyuges no encontraron más que un establo para dormir. La celebración de la Navidad debería, por tanto, recordarnos el valor y la entrega de esta pareja ejemplar.
Renovamos la conciencia de un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia
Para los cristianos la Navidad es un tiempo muy especial. No es simplemente un recuerdo, ni un mero símbolo; ni menos aún una especie de cuento o de juego para gente menuda. Ni simplemente un modo de que los adultos puedan sentirse niños de nuevo, al menos por unos días.
Un Bing Bang redentor
La Navidad es un tiempo litúrgico en el que renovamos la conciencia de un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia: la segunda Persona de la Trinidad, la Palabra de Dios, ha nacido en un pesebre de Belén. Dios se ha hecho hombre, se ha hecho Niño, entrando así en la historia humana y su lógica. Por tanto, según unas coordenadas concretas: en un momento dado, en un lugar determinado, a través de una cultura que Él quiso asumir con todas las consecuencias.
A partir de entonces, no se ha retirado ni se ha retractado de ese acontecimiento definitivo, que ha cambiado la vida del mundo y sigue, como un “Bing Bang” redentor, expandiendo su energía salvadora en el tiempo y en el espacio de cada uno y de todos, a la vez que pide nuestra colaboración para que su amor llegue hasta los confines del universo.
Dios sigue viviendo como hombre en Jesús resucitado. Esa Humanidad Santísima está en el seno de la Trinidad. El vencedor de la Cruz sigue intercediendo por nosotros ante Dios Padre. Sigue presente, también, en esta tierra especialmente en la Iglesia y en su misión, actuando por medio del Espíritu Santo en los corazones y en las culturas que le acogen.
Sigue naciendo cada vez que alguien se abre al Amor con mayúsculas (el de Dios) o al amor hacia los demás, que es, según San Juan, camino y manifestación, al menos incipiente y siempre necesario, del amor a Dios.
La Navidad sólo sucedió históricamente “de una vez por todas”. Pero, al ser Dios su protagonista principal, no es algo que simplemente pasó; sino que sigue siendo plenamente actual. No sólo en el “Hoy” eterno de Dios, sino también en nuestras vidas, que se abren mediante la fe a la vida de Dios, permitiéndonos vivir y comprender los valores eternos, mientras tratamos de reproducirlos en nuestra existencia ordinaria.
Lo hacemos, ciertamente, en la medida de nuestras modestas posibilidades; pero a la vez, y esto es lo fascinante, estamos llamados a realizarlo con la vida misma de Dios (el cristiano pertenece al Cuerpo místico de Cristo); con su fuerza redentora y salvadora, siempre amable; consu luz reveladora y maravillosa.
La Navidad celebra este nacimiento y esta vida de Dios entre los hombres y de los hombres con Dios. Un nacimiento y una vida que, según la fe cristiana, tienen una referencia al pasado, y, a la vez, son plenamente actuales y condición para la vida plena en el futuro de los hombres.
¿Cómo vivir la Navidad en cristiano?
De todo ello cabe deducir cómo se puede hoy “vivir la Navidad en cristiano”.
Quizá, apurados por la crisis económica, no podamos contemplar tantas luces en las calles y en los comercios; pero eso nos puede descubrir que la luz que más espera el Niño es la de nuestra vida.
Puede que hayan disminuido los símbolos cristianos de ese acontecimiento, el nacimiento de Dios en el tiempo, que celebramos; pero es el cristiano el que debe ser, en su propio ambiente, signo vivo de Cristo.
Tal vez los “Nacimientos” o los “Belenes” serán en algunos lugares más discretos o menos vistosos; pero los que se ponen (con sus figuritas ingenuas, el musgo y las casas de corcho) seguirán representando el Amor, y la respuesta que espera de cada uno, como realidad que llena de sentido la historia.
Quizá se reduzca la calidad y variedad de una ideal “mesa navideña”; en todo caso el altar sobre el que se pone pan y vino significa el corazón de los cristianos, que elevan hacia Dios la ofrenda de su existencia cotidiana en acción de gracias por hacernos participar de su vida, unidos al corazón de Cristo. Y es que Belén y el Calvario son inseparables.
Incluso aunque volviéramos a “tiempos mejores” en el espejismo de un engañoso espíritu navideño, nuestro vivir la Navidad no sería auténtico si no existiera una preocupación “real” por acercarnos de nuevo o más intensamente a Dios, a través de la oración y de los sacramentos (especialmente la Confesión y la Eucaristía) y de las obras del amor.
Es decir, con un desvelo “real” por los que están a nuestro lado en la familia, en el trabajo y en la calle; especialmente por los que no tienen hogar o compañía, o carecen de ropa o de comida, o por los que están enfermos, en estos días.
Así Dios ha de nacer de nuevo en el corazón de cada cristiano, como condición para que pueda nacer en otros corazones. Pero hay que dejarle nacer en la mirada y en los hechos. Así la Navidad permitirá dejar que se hagan realidad los sueños.
Navidad en y desde la familia
La Navidad es la fiesta de la alegría porque es la fiesta de la fe que se hace vida. Sobre la base de la Encarnación de Dios, la Navidad es igualmente la fiesta de la familia y de la amistad. Por eso decía Guardini: “Todo regalo debe ser en el fondo un símbolo del único gran regalo, en que Dios entregó a su Hijo por la salvación del mundo (1 Jn 4, 9s)”.
Dentro de la familia, vivir la Navidad en cristiano significa, por ejemplo, el “volcarse” de unos con otros en costumbres que vale la pena mantener o recuperar: el belén, el árbol, los villancicos; alguna comida más especial, conversaciones y paseos familiares, atención particular a los más pequeños, a los ancianos y a los enfermos; gestos concretos de desprendimiento personal, por parte de todos los miembros de la familia, a favor de quienes, ahí afuera, no tienen nada o casi nada. Eso para empezar, pero aún hay más.
Imaginaba Guardini que María le habría contado a San Juan acerca de su anhelo por esperar al Mesías, muchos años atrás. Paraella esa venida era muy diferente de la liberación terrena yglorificación humana que esperaban muchos. “Quizá en ella había también un presentimiento, que no habría podido explicar ella misma; una sensación de que la misteriosa figura del que ‘había de venir’ la afectaba muy personalmente a ella...”
Esto sucede de alguna manera con cada cristiano. La venida de Jesús y la Navidad nos afecta siempre de manera irrepetible, porque “cristiano” quiere decir continuador, como signo e instrumento, de la misión de Cristo, ungido por su Espíritu. Y por eso, la Navidad es a la vez la fiesta de la fe que se comunica, también en y por las familias (los padres y madres son los primeros apóstoles de sus hijos).
De ahí la importancia, en estos días, de cuidar las oraciones especialmente de los niños, bendecir la comida al menos en las fiestas, participar en la Misa, que es siempre el centro de la fiesta cristiana, manifestar la vida cristiana en el amor al prójimo. Y todo ello desde el seno de esta familia de Dios (la Iglesia), que nace con Jesús.
“Esta nueva familia de Dios comienza en el momento en el que María envuelve en pañales al ‘primogénito’ y lo acuesta en el pesebre. Pidámosle: Señor Jesús, tú que has querido nacer como el primero de muchos hermanos, danos la verdadera fraternidad. Ayúdanos para que nos parezcamos a ti. Ayúdanos a reconocer tu rostro en el otro que me necesita, en los que sufren o están desamparados, en todos los hombres, y a vivir junto a ti como hermanos y hermanas, para convertirnos en una familia, tu familia” (Benedicto XVI, Homilía en la Misa de Nochebuena, 25-XII-2010).
Se trata de un “Evangelio vivo” –inspirado en los relatos evangélicos– que nos conduce a la contemplación de la Navidad. Y a la vez, “nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre”. Así, “descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él”.
Muchos de nosotros recordamos, en efecto, cuando preparábamos con nuestros padres “el nacimiento”, o “el belén”. Los niños lo preferíamos grande y, como a veces no había una mesa grande, estábamos dispuestos incluso a utilizar una puerta sobre unas banquetas. Era realmente, como dice el Papa, “un ejercicio de fantasía creativa”, lleno de belleza:
“Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular”. “Espero –continúa Francisco– que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”.
Ternura de Dios e implicación nuestra
Aquel pesebre, que acogía y alimentaba a los animales, acogió entonces a “el pan bajado del cielo” (Jn 6, 41) para alimentarnos a nosotros, según san Agustín (cf. Serm 189,4). Fue San Francisco de Asís en el s. XIII quien por primera vez representó el nacimiento de Jesús en Greccio antes de celebrar la Eucaristía, en un ambiente de gran alegría.
¿Porqué –se pregunta Francisco– el belén sigue suscitando tanto asombro y nos conmueve? Primero, porque manifiesta la ternura de Dios. Jesús se presenta como un hermano, como un amigo, como el Hijo de Dios que se hace Niño para perdonarnos y salvarnos del pecado.
En segundo lugar, porque nos ayuda a revivir la historia que aconteció en Belén, a “sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales”.
¿En qué sentido podemos implicarnos? En la imitación y seguimiento de la humildad, de la pobreza, del desprendimiento que escogió Jesús desde Belén hasta la Cruz. “Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).
La revolución del amor
El Papa repasa los “signos” del belén que nos ayudan a comprender su significado. El cielo estrellado en la oscuridad y silencio de la nochenos invita a preguntarnos sobre el sentido de nuestra existencia: “¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré?”. Y responde: “Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79)”.
Las casas –a veces en ruinas– que suelen colocarse son símbolo de la humanidad caída, de la corrupción que conlleva el pecado en el mundo, al que “Jesús ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original”.
Las montañas, los riachuelos, las ovejas, etc., nos hablan de que todos los seres creados participan de la fiesta de la venida del Mesías. “Los ángeles y la estrella –añade el Papa– son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor”.
En cuanto a los pastores, pobres y humildes, son los primeros que reciben el anuncio de la Navidad y corren, junto con otros mendigos y gente sencilla, para contemplarlo, llenos de asombro y sencillez: “Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre”.
Especialmente ellos nos recuerdan el mensaje de la Navidad: “Dios se hace hombre para aquellos que más sienten la necesidad de su amor y piden su cercanía”. Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), se ha hecho pobre y sencillo para enseñarnos dónde y cómo se encuentra la felicidad.
Frente a Herodes –su palacio suele ponerse al fondo, cerrado y sordo al anuncio de la alegría–, Jesús, que es Dios mismo hecho carne y hecho Niño, “inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura”. Por eso el belén es una llamada a la fraternidad humana y un brote de esperanza.
El belén y la santidad en la vida cotidiana
Tanto a los niños como a los adultos les encanta añadir otras figuras (un herrero, un panadero, mujeres que llevan jarras de agua, niños que juegan, etc.) que en principio no tienen que ver con los relatos evangélicos. De este modo se expresa que “en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura”.
El belén representa así también la santidad para todos en la vida ordinaria: “Todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina”.
Y por ese “camino” llegamos al centro del belén, la gruta donde están María, José y el Niño. En María vemos “a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica (cf. Jn 2,5)”.
En José, “el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia”, aquél que “llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.
Y sobre todo, contemplamos el Niño Jesús: “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma”.
Dice San Juan, resumiendo el misterio de la encarnación, que «La Vida se hizo visible» (1Jn 1,2). De modo sorprendente, señala Francisco, “Dios asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños”. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas”.
En suma, “el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida”.
En una última escena aparecen las tres figuras de los Reyes Magos, que siguiendo una estrella han ido viniendo de lejos por el camino, y que, al llegar la fiesta de la Epifanía aparecen ante Jesús, ofreciéndoles oro (como rey), incienso (como Dios) y mirra (como hombre, pues la mirra se usaba para la sepultura). Con humildad adoran al Dios hecho Niño y vuelven contando lo que han contemplado.
Ahí –apunta el Papa– podemos descubrir la responsabilidad que tenemos, como cristianos, de ser evangelizadores: “Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor”.
La "pedagogía del belén"
Y en conexión con esto último, Francisco emplea un último argumento sobre lo que podríamos llamar “la pedagogía del belén” (que tiene su reflejo en los iconos orientales de la Navidad). Nos recuerda a los cristianos que “el belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe”. Gracias a nuestros padres y abuelos –a los que se pueden añadir los catequistas, los sacerdotes y en general los educadores de la fe– podemos aprovechar todas esas enseñanzas de esta entrañable costumbre cristiana que es poner el belén:
“Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad”. Así se facilita vivir la Navidad en cristiano.
Un buen regalo de Navidad nos ha hecho el Papa y podemos aprovecharlo también para manifestar el espíritu cristiano de la Navidad. Los Padres de la Iglesia –insignes escritores cristianos de los primeros siglos– solían explicar que, en realidad, lo que Dios quiere es que le dejemos nacer continuamente en nosotros, y en eso consiste la santidad cristiana.
El tiempo de Adviento y de Navidad es una estupenda ocasión para recomenzar ese camino, y construir el belén es una buena escuela para aprenderlo y transmitirlo. Volver a ser niños en la perspectiva de la fe. Y aprender un poco más a no dejar de reiniciar siempre ese camino.
Turistas se quedan asombrados tras el hermoso Belén del Vaticano
Cientos de turistas se han aglomerado estos días en la plaza de San Pedro. El motivo: contemplar el Belén y el árbol que ha puesto el Vaticano para celebrar la Navidad.
De España, Italia, Inglaterra o Brasil.
TURISTA
Fue un regalo para nosotros, que vinimos de Brasil, encontrarnos con esta belleza aquí.
TURISTA Hombre, desde luego, estar aquí en Navidad esa mí me parece una maravilla. Esta ciudad es preciosa. Es que da igual en la calle en la que estés, que todo es precioso.
TURISTA Sí, sí, hermoso. He venido desde Sicilia para verlo.
TURISTA Es la primera vez que vengo a Italia, así que estoy disfrutando mucho de la Navidad. Es muy bonito ver todas las luces de la ciudad y todos los adornos navideños.
Justo debajo del Obelisco, se encuentra el Belén, procedente de los Alpes italianos. La particularidad de que esté tallado en su totalidad a mano ha llamado mucho la atención de los visitantes.
Lo mismo ha pasado con el árbol, del que destacan el espectáculo de luces y el origen de sus adornos.
TURISTA Pues me parece precioso porque he visto que es de madera y por lo que me han contado, además, está tallado a mano, o sea, que me parece increíble, y es que tiene unos detalles increíbles. Es precioso.
TURISTA Y el árbol, precioso. Además que, por lo que nos hemos ido enterando, es natural aunque lo han colocado aquí, y que lo adornos los hayan hecho personas de un centro psiquiátrico y personas mayores, pues eso también te llama la atención.
TURISTA Sí, es realmente muy bonito. Me encantan todas las luces y todos los colores que tiene. Es realmente bonito el espíritu navideño aquí en la Ciudad del Vaticano.
Tras dos años marcados por el coronavirus, todos ellos agradecen la vuelta a la normalidad. Alguno incluso ha venido al Vaticano a dar gracias por ello.
TURISTA Por eso vinimos a Italia, porque Brasil tuvo una época muy mala y vinimos aquí al Vaticano para dar las gracias.
TURISTA Es un bien precioso que hemos redescubierto. Es precisamente un bien precioso que habíamos perdido, del que quizá no nos habíamos dado cuenta antes, pero ahora tenemos la importancia de respirar libres.
TURISTA Se está muy bien. Mejor que nacer de nuevo; vivir de nuevo. ¿Verdad María? Sí. Díselo; díselo tú mismo. Sí, me siento bien; mi tía también vino de Sicilia.
Muchos dicen que la pandemia les ha hecho redescubrir la belleza de hacer cosas sencillas como salir a la calle a contemplar los adornos navideños de sus barrios en familia.
CA
Nueva carta apostólica sobre el significado y el valor del Belén
«El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración». Así da comienzo la carta apostólica Admirabile signum sobre el significado y el valor del pesebre, que el Papa Francisco firmó este domingo durante su visita al santuario franciscano de Greccio.
«La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús –se lee en el texto– equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría».
«La contemplación de la escena de la Navidad –escribe el Papa– nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él.
Con esta carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas... Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza.
Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada».
San Francisco y el pesebre viviente en Greccio
El Papa, recordando los orígenes de la representación del nacimiento de Jesús, subraya la etimología latina de la palabra praesepium, es decir, pesebre, y cita a san Agustín que observa como Jesús, «puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros». Y recuerda el belén viviente querido por san Francisco en Greccio en la Navidad de 1223, que llenó de alegría a todos los presentes:
«San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe».
Asombro y emoción por el Dios que se hace pequeño
El pesebre –escribe el Papa– «despierta tanto asombro y nos conmueve» porque «manifiesta la ternura de Dios» que «se abaja a nuestra pequeñez», se hace pobre, invitándonos a seguirle por el camino de la humildad para «encontrarle y servirle con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados».
Los signos del pesebre: el cielo estrellado en el silencio de la noche
La carta revisa los diversos signos del pesebre. En primer lugar, el cielo estrellado, en la oscuridad y el silencio de la noche: es la noche que a veces rodea nuestra vida. «Pues bien, incluso en esos momentos –escribe el Papa– Dios no nos deja solos, sino que se hace presente» y «lleva la luz allí donde hay tinieblas e ilumina a los que pasan por las tinieblas del sufrimiento».
Los paisajes, los ángeles, la estrella cometa, los pobres
Luego, a menudo, hay paisajes hechos de ruinas de casas y palacios antiguos, «signo visible de la humanidad caída» que Jesús vino «a sanar y reconstruir». Hay montañas, arroyos, ovejas, para representar a toda la creación que participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella cometa son el signo de que «nosotros también estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la cueva y adorar al Señor».
Los pastores nos dicen que son «los más humildes y los más pobres que saben acoger el acontecimiento de la Encarnación», como lo son las estatuas de los mendigos. «Los pobres, en efecto, son los privilegiados de este misterio y, a menudo, los más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros», mientras que el palacio de Herodes «está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de la alegría».
Nacido en el pesebre –afirma Francisco– Dios mismo inicia la única verdadera revolución que da esperanza y dignidad a los desposeídos, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura».
Los otros personajes: del herrero al panadero
En el pesebre se colocan a menudo figuras que parecen no tener relación con las narraciones evangélicas, para decirnos –observa el Papa– que «en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay lugar para todo lo humano y para toda criatura».
Del pastor al herrero, del panadero al músico, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan, para representar «la santidad cotidiana, la alegría de hacer las cosas cotidianas de una manera extraordinaria, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina».
María y José: el abandono a Dios
En la cueva están María y José. María es «el testimonio de cómo abandonarse en la fe a la voluntad de Dios», así como José, «el custodio que no se cansa de proteger a su familia».
El Niño Jesús: el amor que cambia la historia
En el pesebre está el pequeño Jesús: Dios «es imprevisible» –afirma el Papa– «fuera de nuestros esquemas» y «así se presenta, en un niño, para ser acogido en nuestros brazos. En la debilidad y la fragilidad esconde su poder que crea y transforma todo» con amor. «El pesebre nos hace ver, nos hace tocar este acontecimiento único y extraordinario que ha cambiado el curso de la historia».
Los Reyes Magos: los lejanos y la fe
Finalmente, el último signo. Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el pesebre las tres estatuas de los Reyes Magos, que «enseñan que se puede partir desde lejos para llegar a Cristo».
Para la felicidad del hombre
«El pesebre –concluye el Papa Francisco– forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe»: no importa cómo se construye, «lo que importa es que hable a nuestras vidas», diciéndonos el amor de Dios por nosotros, «el Dios que se hizo Niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, en cualquier condición en que se encuentre», y para decirnos que «aquí es donde está la felicidad».
Los hallazgos encontrados han supuesto algún quebradero de cabeza para los arqueólogos que los investigan.
Sorprendentemente, las iglesias tempranas aksumitas son raras y ha sido difícil para los arqueólogos fecharlas con seguridad. Hasta ahora, estudios recientes realizados en dos templos del puerto de Adulis, en la actual Eritrea, han servido para determinar que son dos de las primeras parroquias construidas en esta antigua potencia.
El Reino de Aksum fue una gran potencia antigua que gobernó la mayor parte del norte del Cuerno de África desde el siglo I hasta el IX después de Cristo. Partes de las actuales Etiopía, Eritrea, Sudán y le península arábiga formaban parte de este imperio que propició grandes intercambios comerciales entre India y el mundo mediterráneo.
Los gobernantes de Aksum decidieron convertirse al cristianismo en pleno siglo IV, cuando ya eran aliados del Imperio romano. Fue el rey Ezana quien decidió convertirse al cristianismo a la par que el emperador Teodosio optaba por que ésta fuera la religión exclusiva de Roma.
Las raras iglesias tempranas aksumitas
Una elaborada catedral, completada con los restos de un baptisterio, se encuentra cerca del centro de la ciudad y fue excavada por primera vez en 1868. La otra, hallada en 1907, está en el este y presenta un anillo de columnas que muestran que una vez tuvo una cúpula, según explican los investigadores en un artículo publicado en la revista Antiquity.
Más de cien años después de que fueran excavadas, el equipo del doctor Gabriele Castiglia, del Pontificio Istituto di Archeologia Cristiana, ha reexaminado estos edificios con técnicas modernas. Para ello, los ha desenterrado y ha llevado a cabo la datación por radiocarbono del sitio.
“Este estudio revela uno de los primeros ejemplos de iglesias aksumitas excavadas con métodos modernos y datos cronológicos provenientes de métodos de datación modernos”, explica el doctor Castiglia. Su trabajo reveló que la construcción de la catedral comenzó entre el 400 y el 535 después de Cristo, mientras que la iglesia con cúpula se construyó entre el 480 y el 625 d.C.
Esto las convierte en unas de las iglesias fechadas con seguridad más antiguas del Reino Aksumita, y las más antiguas conocidas fuera del corazón de la capital. Esto muestra una expansión relativamente rápida del cristianismo a través de esta potencia comercial de la antigüedad.
“Tener una cronología precisa para estas iglesias es clave para comprender cómo el proceso de conversión al cristianismo dio forma al área geográfica y cultural”, añade Gabriele Castiglia. Los edificios muestran que la expansión del cristianismo no fue el resultado de un solo factor, a partir del mandato del rey Ezana, si no que las iglesias tienen elementos de muchas tradiciones, reflejando las diversas influencias en la conversión del reino.
El templo abovedado, por ejemplo, es único en el Reino Aksumita y parece estar inspirado en las iglesias bizantinas. Mientras tanto, la catedral está construida sobre una gran plataforma en la tradición aksumita. Las iglesias también pueden arrojar luz sobre la llegada posterior del Islam. Con la caída de Roma, Adulis experimentó un período de declive gradual y las iglesias finalmente cayeron en desuso.
El doctor Castiglia descubrió que este no fue, sin embargo, el final de sus vidas útiles: la catedral fue reutilizada como cementerio musulmán. El uso continuo de los espacios sagrados existentes podría indicar que la conversión de la región al Islam también fue un fenómeno multicultural, con las costumbres locales mezcladas con la nueva religión.
“Esta es una de las primeras veces que tenemos evidencia material de la reapropiación de un espacio sagrado cristiano por parte de la comunidad islámica”, apunta el investigador. Juntos, estos edificios muestran que la historia religiosa del Cuerno de África fue cosmopolita, con diversos grupos que influyeron en la difusión de las distintas creencias.
“Corazón mariano de la cristiandad”. Así Juan Pablo II definió el Santuario de la Virgen de Loreto, patrona de los aviadores, recordada el 10 de diciembre. Millones a través de los siglos han visitado a la “Virgen Negra” en el lugar en el que los ángeles transportaron la Santa Casa de la Virgen.
Una casa con sólo tres paredes y, por lo tanto, abierta al mundo y a todos los hombres. Se presenta así, por debajo del precioso revestimiento marmóreo renacentista, la Santa Casa de Nazaret, según la tradición transportada “por ministerio angélico” por una calle pública a Loreto: morada terrena de la Virgen María, lugar en el cual recibió el anuncio del Ángel Gabriel y vivió junto a José y a Jesús, es testimonio del hecho más importante de la historia, la Encarnación.
Casa de María, de la Sagrada Familia y de todo hombre
Las investigaciones históricas, arqueológicas y científicas parecen confirmar la autenticidad, sancionada por primera vez en el 1310 por una bula papal de Clemente V. Un reciente estudio ha demostrado que las piedras de la construcción fueron trabajadas según el uso de los nabateos, difundido en Galilea en tiempos de Jesús.
En ellas se encuentran grabados graffiti, juzgados por expertos de claro origen judeo-cristiano y el mortero de construcción utilizado sería ajeno a los usos constructivos de las Marcas.
Además, cinco cruces de tela que probablemente pertenecieron a los Cruzados y algunos restos de un huevo de avestruz, símbolo del misterio de la Encarnación, fueron encontrados entre los ladrillos de la Santa Casa, cuyo perímetro coincidiría perfectamente con el tamaño de los cimientos dejados en Nazaret.
¿Pero por qué tres paredes? Con toda probabilidad constituían una parte de la casa de la Virgen, la antecámara de mampostería que conducía a la cueva excavada en la roca del fondo, aun hoy venerada en la Basílica de la Anunciación de Nazaret.
Trasportada en manos de los Ángeles
Muchos siguen preguntándose cómo pudo haber tenido lugar el transporte de esta reliquia-resto, que a simple vista no parece haber sido reconstruida y que también sobrevivió al desastroso incendio de 1921 en el que fue destruida parte de la decoración pictórica del santuario y el ejemplar original de madera de la Virgen Negra.
Según la tradición, en 1291, tras la expulsión de los Cruzados de Palestina, los muros fueron transportados primero a Iliria, la actual Croacia, y luego a la ciudad de Italia central. Refiere una crónica de 1465, redactada por Pier Giorgio di Tolomei, llamado el Teramano: "....después de que aquel pueblo de Galilea y de Nazaret abandonó su fe en Cristo y aceptó la fe de Mahoma, los ángeles levantaron la mencionada iglesia de su lugar y la transportaron a Schiavonia.
Pero allí no fue honrada en absoluto como se le debía a la Virgen.... Por lo tanto, los ángeles la volvieron a sacar de ese lugar y la llevaron a través del mar, al territorio de Recanati". Muchos hoy en día tienden a sostener la hipótesis, apoyada por el antiguo código Chartularium culisanense, según la cual los ángeles de la tradición a la que se atribuye el traslado, sean nada menos que los nobles de la familia Ángeles, bizantina de Epiro, que en el siglo XIII salvaron por mar de la furia sarracena el venerado santuario.
Sin embargo, el perfecto estado de montaje y conservación de las piedras ha mantenido viva una interpretación del transporte, abierta a lo sobrenatural.
Una casa en la calle de cada hombre
Impacta además la extraña ubicación en una "calle pública". "En realidad, precisamente este aspecto singular de la casa, conserva un mensaje particular”, dijo Benedicto XVI visitando Loreto en el 2012:
“No es una casa privada, sino que es una morada abierta a todos, está en el camino de todos nosotros. Estamos todos en camino hacia otra morada: la Ciudad Eterna”.
Consideramos el papado en el cristianismo primitivo fue un período de la historia de la Iglesia entre el año 30 d.C., en el que San Pedro asumió efectivamente su papel pastoral como cabeza visible de la Iglesia, hasta el pontificado del Papa San Melquíades en 313, cuando terminó la persecución del Imperio Romano.
Los Papas de la segunda mitad del siglo II
Cuando murió San Esteban I, en 257, le sucedió San Sixto II. Gobernó la Iglesia durante un año (257-258) y, en ese tiempo, sembró la paz y la unidad dentro de la Iglesia de Cristo.
Eusebio en "Historia Eclesiástica" VII, 9 nos entrega una carta de San Dionisio, Obispo de la Iglesia de Alejandría, a San Sixto II de Roma sobre el caso de un hombre que, al parecer, había sido bautizado inválidamente por herejes, pero que durante muchos años asistió a los sacramentos de la Iglesia. En él dice que necesita el consejo de San Sixto II y ruega su decisión (gnomen), para que no caiga en el error (dedios me hara sphallomai).
Sixto II fue decapitado por la milicia durante una ceremonia clandestina que celebró en un cementerio de la Vía Apia. Al mismo tiempo, seis de los siete diáconos que lo rodeaban fueron ejecutados.
Solo el diácono san Lorenzo, su tesorero, se salvó algún tiempo, al que dejaron cuatro días para entregar los bienes de la Iglesia.
A partir de ahí el emperador Valeriano estableció la pena de muerte "sin juicio, solo con verificación de identidad" contra obispos, sacerdotes y diáconos de religión cristiana.
El Papa San Dionisio también extendió su cuidado a los fieles de tierras lejanas. Cuando los cristianos de Capadocia estaban en gran angustia por los saqueos de los godos, el Papa envió una carta de consuelo a la Iglesia de Cesarea y envió una gran suma de dinero por mensajeros para la redención de los cristianos esclavizados.
Después de la muerte de San Dionísio, San Félix I fue elegido su sucesor y también ejerció el cargo de Primado. En Antioquía, Pablo de Samosata, obispo de la Iglesia de Antioquía, había negado la personalidad del Logos, diciendo que sólo la Sabiduría divina se encarnó. En 264, los obispos de Siria, Palestina y Asia Menor se reunieron en sínodo y condenaron la herejía de Pablo. Debido a que persistió en sus errores, en un segundo y luego en un tercer sínodo se reunieron y, finalmente, fue depuesto y excomulgado. Domnus fue designado como reemplazo, pero Pablo se negó a desalojar la residencia episcopal. Los obispos apelaron al emperador Aureliano, que estaba en Antioquía en ese momento.
Habría sido sencillo para el emperador resolver el asunto en ese momento y ordenar que Domnus fuera instalado como patriarca de Antioquía. En vez de eso,le pidió a Roma que decidiera quién debería ser el patriarca. San Félix eligió a Domnus.
El incidente prueba que incluso los propios paganos sabían bien que la comunión con la sede romana era el sello distintivo de todas las iglesias cristianas.
¿Por qué Aureliano se dirigió a Roma para tomar una decisión? ¿Por qué resolvió la controversia de una manera que sería una afrenta impresionante para los obispos orientales y su autoridad? A menos que reconocieran la jurisdicción universal del Papa. Eso fue lo que hicieron. Ninguno objetó. El asunto quedó resuelto. “Roma locuta est” (Roma ha hablado).
San Félix I murió, y san Eutiquiano le sucedió, y durante su pontificado, tras la muerte del emperador Aureliano en 275, la Iglesia disfrutó de una larga tregua de las persecuciones del Imperio Romano pagano.
Cuando San Eutiquiano murió en 283, San Cayo fue nombrado su sucesor, y tras su muerte en 296, San Marcelino le sucedió, y durante su pontificado, ese largo período de tranquilidad en la Iglesia terminó con una nueva y sangrienta persecución de Imperio Romano contra los cristianos por el emperador romano Diocleciano.
En 303, el emperador Diocleciano y sus colegas Maximiano, Galério (293-311) y Constancio Cloro (293-306) emitieron una serie de edictos en los que revocaron los derechos legales de los cristianos y exigieron que cumplieran con las prácticas religiosas tradicionales.
Los soldados cristianos tuvieron que dejar el ejército, se confiscaron las propiedades de la Iglesia, se destruyeron los libros sagrados y se prohibieron las funciones religiosas. Además, los cristianos se vieron obligados a renunciar a su fe, bajo pena de ser condenados a muerte. La propia esposa de Diocleciano, Prisca, y su hija Valeria, ambas cristianas, se vieron obligadas a adorar a las deidades paganas. Marcelino murió en el segundo año de la persecución, en 304.
La persecución de Diocleciano continuó con una severidad inquebrantable. Después de la abdicación de Diocleciano en 305 y la ascensión de Majencio al trono de César en Roma en octubre del año siguiente, los cristianos de la capital volvieron a disfrutar de una paz relativa.
Sin embargo, se causó un grave desorden en la Iglesia de Roma, y pasaron casi dos años antes de que se eligiera un nuevo Obispo de Roma, hasta que finalmente, en 308, San Marcelo I fue elegidopara el cargo. En Roma, Marcelo encontró a la Iglesia en la mayor confusión.
Se confiscaron lugares de reunión y algunos lugares de enterramiento de los fieles y se interrumpió la vida normal y las actividades de la Iglesia, debido al gran número de miembros más débiles que habían caído durante el largo período de persecución activa. Murió en 309, después de 7 meses de pontificado, y luego fue sucedido por San Eusebio,que murió en el mismo año (309), después de 6 meses de pontificado.
Luego llegó al episcopado san Melquíades. Durante su gobierno, Melquíades sufrió la persecución de los cristianos por parte del emperador Majencio.
Una nueva etapa: Constantino
El emperador Constantino, también conocido como Constantino el Grande(el Grande) o Constantino I, nació en 274 y murió en 337, fue emperador durante 31 años: del 306 al 337. Era hijo de Constancio Cloro y Helena, una cristiana que se convirtió en santa Elena.
Se casó con Faustina, hija de Maximiliano Hércules. A principios del siglo IV, el cristianismo ya estaba extendido por casi todo el mundo, penetrando incluso en la clase noble y muy perseguido por los emperadores que intentaron a toda costa, con el poder de las armas, destruir el poder de la fe, pero no pudieron.
Después de la muerte del emperador Galerio, el poder se dividió entre Magencio, que se hacía llamar emperador, y Constantino, aclamado como emperador por los soldados. Los dos ambicionaban por el poder absoluto, y su lucha terminó el 28 de octubre de 312, en la batalla del Puente de Milvi0.
Según los cronistas del siglo IV Eusébio de Cesarea y Lactâncio, la batalla marcó el comienzo de la conversión de Constantino al cristianismo.
Eusebio de Cesarea informa que Constantino y sus soldados tuvieron una visión del Dios cristiano prometiéndoles la victoria si mostraban el signo de Chi-Rho (☧), las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego, en sus escudos. El Arco de Constantino, erigido para celebrar esta victoria, atribuye en sus relieves e inscripciones a la intervención divina.
Este había sido un hito para su conversión, que no sucedió de la noche a la mañana, porque no se bautizó hasta 337, al final de su vida. Para bien o para mal, su renuencia a abrazar a Cristo públicamente en el bautismo probablemente se basó en su deferencia a la agenda política romana. Fue bautizado poco antes de su muerte inminente. Sin embargo, si juzgamos a Constantino por sus acciones, parece haber sido un gran defensor del cristianismo.
Después de su victoria contra Magencio, en 313 dio libertad de culto a los cristianos con el llamado Edicto de Milán:
“Debemos anular completamente todas las retractaciones contenidas en decretos anteriores, concernientes a los cristianos (restricciones odiosas e indignas de nuestra clemencia) y dar total libertad a quienes quieran practicar la religión cristiana ”.
Era el Sumo Pontífice en ese momento, San Melquíades, Obispo de toda la Iglesia Universal, el 32 ° Papa, teniendo a Pedro como el 1 °. Entonces, no hace falta decir que Constantino es el fundador de la Iglesia de Cristo, solo dio libertad a los cristianos, poniendo fin a dos siglos y medio de persecución y martirio. Así, San Melquíades pasó de Papa de la persecución a Papa de la libertad cristiana. Cuando San Melquiades murió en 314, San Silvestre I fue elegido su sucesor apostólico.
Con la ayuda de su madre, también encargó a la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén que albergara la tumba de Cristo. Parece que la profecía de Daniel se estaba cumpliendo. Mediante el sacrificio de Cristo y el sufrimiento de la Iglesia, la majestad de Roma se transformó en instrumento del Evangelio.
Constantino sabiamente se dio cuenta de que la fe católica emergente uniría su frágil Imperio. Sin embargo, sabía que la naturaleza de la fe solo se mantendría si esa fe seguía siendo una. Dos herejías amenazaban la unidad de la Iglesia: el donatismo y el arrianismo. En 325 Constantino convocó el Concilio Universal de Nicea. Este concilio derrocó a los arrianos y emitió el Credo de Nicea. Aunque modificado en 381, el Credo de Nicea todavía se recita todos los domingos en todas las catedrales y parroquias católicas del mundo.
Todos los Padres Conciliares, excepto los dos Obispos, autenticaron el 19 de junio de 325 este Credo, que es el Símbolo de Niceno.
El anfitrión del Mundial Qatar 2022 enfrenta el reto del diálogo interreligioso y el progresivo reconocimiento del derecho humano a la libertad religiosa. Qatar es de mayoría musulmana suní, pero entre sus habitantes hay miembros de muchas minorías religiosas, que no pueden vivir plenamente su religión en libertad.
Los seguidores de Jesús suponen la minoría más importante, pero,¿quiénes son los cristianos de Qatar? ¿Y cómo es vivir la fe cristiana allí? Según el informe Libertad Religiosa en el Mundo, editado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), los cristianos que viven en Qatar son el 13,1% de la población qatarí. La mayoría de ellos son inmigrantes trabajadores, procedentes de India, Pakistán, Bangladesh o Filipinas.
300.000 católicos en el país
De entre los cristianos, un total de 400.000 personas, los católicos con el grupo más numeroso, con miembros procedentes de diferentes Iglesias locales con sus idiomas y ritos propios, como las Iglesias de procedencia india Siro-malabar y Siro-malankar. Según el Vicariato Apostólico de Arabia del Norte, la autoridad católica en la región, en Qatar hay unos 300.000 católicos. La vida de fe de estas personas ha ido cambiando en los últimos años.
Hasta mediados de los años 90, los católicos practicaban su fe organizados en pequeñas comunidades con celebraciones en “capillas” improvisadas en casas y más tarde en un colegio. En 1995, las autoridades modificaron las normas sobre la libertad de culto y permitieron solo a cristianos y judíos erigir lugares de celebración y oración. Los demás credos a día de hoy no pueden registrarse ni establecer lugares de culto. Esta libertad de culto restringida no consiste en plena libertad religiosa. Los ciudadanos qataríes solo pueden ser musulmanes y no se contempla el cambio de religión diferente del Islam. Pero todo esto no ha frenado la labor pastoral de la Iglesia con los inmigrantes católicos y su apoyo social, especialmente hacia los más necesitados.
Primera iglesia católica de Qatar
Las ocho confesiones cristianas registradas (además de los católicos, están presentes ortodoxos, anglicanos y evangélicos) tienen permitido celebrar el culto colectivamente en una zona proporcionada por el Gobierno a las afueras de Doha, en un terreno donado por el propio monarca o emir. En este lugar se erige desde el año 2008 la primera iglesia católica de Qatar, “Nuestra Señora del Rosario”, con capacidad para más de 2.000 personas.